Capítulo 6: Tierra firme

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El avión aterrizó en un descampado donde no había ni un alma y alrededor era todo árboles. Supongo que era el lugar de todos los años, un lugar desierto donde nadie los podía ver ni sospechar.

Cogimos un autobús de la Tierra y nos llevaron a unos hoteles. Tomy no paraba de repetirnos que debíamos pensar como ellos y hacernos pasar por personas normales (yo me lo había tomado como un indirecta y casí le digo que no soy anormal), nadie debía sospechar nada, ni teníamos que llamar la atención.

Era 20 de Septiembre y íbamos en el hemisferio norte utilizando nuestro poderes ya que el otoño comenzaba el 23. Luego nos íbamos a desplazar al hemisferio sur donde comenzará el verano el 7 de Noviembre.

Cuando nos dirigíamos en el aútobus pude ver un letrero que decía: Россия 30 km. No tenía la menor idea de lo que ponía o del idioma en el que estaba escrito pero alguien dijo que habíamos llegado a Rusia, así que he deducido que ponía eso en el cartel.

El hotel era verdadera precioso, tenía un recibidor muy grande con una enorme araña de cristal en el centro que colgaba sobre una mesa olor marrón claro. Estaba diseñado con distintos tonos de marrón claro. Compartíamos las habitaciones por parejas ya que eramos unas 60 personas y no íbamos a ocupar un montón de habitaciones. Iván y yo tuvimos la típica "discusión" de quien se quedaba con la cama de la ventana. La habitación era bastante grande así que colocamos las maletas y hicimos lo que hace todo el mundo cuando entra en la habitación: jugar a piedra papel tijeras antés de ver todo lo que había allí. Puesto que hubo un empate, Iván sacó una moneda. Él era cara y yo cruz. Casualmente ganó él y me puse a cotillear entre los armarios y los cajones. Jabones, botecitos de champú, gorros de la ducha (que la verdad no servían para nada). 

Hablando de no servir, todo el viaje estuvo encendida la luz de no fumar, ¿alguien ha pensado en poner una pegatina? ahí lo dejo....

Y el gorrito que no tenía ningún uso, estaba para hacer bulto y ya.

Iván y yo nos fuimos a pasear cogiendo el bus ya que tenía libre hoy y mañana, el día 22 nos reuniríamos para planificar todo el trabajo.

Visitamos la playa roja y fuimos a merendar a un bar unas hamburguesas. A las 6 nos reunimos todos (con todos me refiero a los que nos juntamos siempre en el parque) en la catedral de San Basilio. Allí estaban todos y fuimos al Museo del Hermitage. El Museo era enorme con una fachada preciosa: azul, blanca y dorada. Entramos dentro pagando por la entrada y fuimos viendo las obras. Nos paramos en una donde había una chica que me recordaba a Abbie. La chica estaba de perfil mirando por una ventana vieja y en ella se podía ver como estaban cayendo las hojas de un árbol viejo junto con los copos de nieve durante la estación de invierno. Esa chica tenía el cabello claro y la misma mirada brillante de ella. Eso me recordó a cuando llegamos al hotel, la busqué con la mirada por toda la recepción y no la encontré, tengo miedo, miedo por si no la vuelvo a ver, por si no vuelve a sentir ese cosquilleo en el estomago cuando me mira, miedo por olvidar sus ojos, miedo por olvidar su olor a melocotón y vainilla, miedo por quererla...

No sabía si me había enamorado pero que esa chica me hacía sentir de forma diferente, nunca me había sentido así y me gustaba, mucho, me gustaba mucho.

Seguimos recto pero un cuadro me llamó la atención así que sin darme cuenta mis píes cambiaron de dirección y pasé por el pasillo que estaba justo a mi derecha el cuadro era el primero desde la esquina. Era un lugar con un árbol en el centro rodeado de flores rojas, habían otros de menor tamaño y más flores blancas y rojas. Y allí estaba, una chica con vestido blanco igual que las flores, llevaba una sombrilla beis para protegerse del Sol. Era un cuadro realmente bonito. Oí una voz carraspear. No me había dado cuenta de que estaba acaparando las vistas al cuadro. Me dí la vuelta y allí estaba: Abbie, por fin había podido verla.

Me hice un poco hacía detrás y ella hacia delante quedándonos perfectamente alineados, el uno al otro.

-Es precioso, ¿verdad?.- Una sonrisa apareció en mi cara sin poder evitarlo.

-Si, me gustan los colores. 

-¿Y lo demás no?.-Le dije riendo. Ella también hizo lo mismo. Su risa era dulce, un sonido que nunca me cansaría de oír, muy agradable.

-Si, todo. Creo que es el que más me gusta de todos.-Ella sonrío, y me di cuenta de que su sonrisa tenía algo mágico y especial, algo que no quería olvidar. Las palabras empezaron a salir de mi boca sin pensar.

-¿Has visitado mucho de Rusia? Yo he visto unos leones con alas muy bonitos cerca de la catedral de San Basilio.

-Si, los he visto, son realmente increíbles pero no he visto la catedral.-Teníamos la mirada puesta en el cuadro.

-Es una lástima por que son una autentica belleza.-Le dirigí una ligera mirada.

-Ójala pudiese verla, me gustan las catedrales.

-Si quieres te la enseño, sé como llegar.- No me podía creer lo que estaba diciendo, las palabras salían fluidas.

-Claro, ¿cuando puedes?.-Un destello brillaba en sus ojos que estaban expectantes mirando los mios.

-Que tal, ¿esta noche?.-Necesitaba un si por respuesta, el cosquilleo iba creciendo poco a poco en mi interior.

-Por su puesto, ¿quedamos en los leones a eso de las 9?. -Los dos estábamos sonriendo iba a decirle que si cuando escuche una voz gritando mi nombre.

Afirmé con la cabeza mientras me asomaba por la esquina, Iván gritó: Estás ahí, te estábamos buscando. Luego le informó a los demás que están allí. Ella y yo nos miramos y cuando iba a hablar llegaron ellos y los gritos de Jake se escucharon por toda la sala.

-Es ella, ella es la que rompió mi coche.-Jake se avalanzó sobre Abbie.

Inserta el cuadro que miraban Abbie y Bridie. También una canción que muestra lo que siente Bridie.

Concurso Literario Elementales: FaithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora