El cine dormitorio

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De vuelta en el vestíbulo, Lucrecio le preguntó a Emelina:

-¿Cómo es que hay tan poca gente en este... centro tan grande? Sin contaros a la librera y a ti, solo he visto a media docena de personas.

-Porque muchos están en el cine, en la sesión matinal. ¿Quieres verlo?

-SÍ, por favor. Me encanta el cine.

-A unos nos gusta más y a otros menos, pero a todos nos encanta el cine... Ven por aquí, querido.

Subieron a la segunda planta y entraron en acogedora sala con capacidad para unas cien personas. Aproximadamente un tercio de las batucas estaban ocupadas, y como la luz estaba encendida, Lucrecio pudo echarle una ojeada al público. Vio a una Piel de Asno, a un Cyrano de Bergerac, a un (¿o era una chica?) Peter Pan, a una (¿o era u  chico?) Campanilla, a un Frankenstein comiendo palomitas...

-¿Nos sentamos aquí? -propuso Emelina señalando dos butacas de la última fila.

Los asientos eran muy cómodos, y Lucrecio comprobó con agrado que podía apoyar la cabeza, cosa que, debido a su altura, no solía poder hacer en los cines. Al ver que disminuía la intensidad de la luz, se arrellanó en la butaca pensando que iba a comenzar la proyección; pero pasaban los minutos y todo seguía igual.

-¿Cuándo empieza la sesión? -le preguntó a Emelina.

-Ya ha empezado -contestó ella con una sonrisa.

-¡Pero si la pantalla está en blanco! -exclamó Lucrecio.

En aquel momento la intensidad de la luz disminuyó un poco más.

-¿Lo ves? -dijo Emelina-. Ya estamos en la tercera fase.

-Me temo que no entiendo nada...

-Es muy sencillo: cada cual proyecta mentalmente en la pantalla la película que se ha montado en su cabeza a partir del libro que está leyendo. A medida que baja la intensidad de la luz, los pacientes se sumergen más y más en su propia fantasía, y acaban durmiéndose y soñando con ella. Lo llamamos "oniroterapia".

-¿Y por qué no usáis el cine (las películas de verdad, quiero decir) para ayudarlos a identificarse con los personajes, igual que hacéis con los libros?

-También lo usamos, pero en menos medida, porque el cine hace trabajar la mente mucho menos que la lectura.

-No estoy de acuerdo -replicó Lucrecio-. Yo, después de ver una buena película, me pudo pasar horas dándole vueltas a la cabeza.

-Por supuesto -admitió Emelina-. Pero mientras estás viendo una película tu imaginación trabaja mucho menos que mientras estás leyendo. El cine te lo da casi todo hecho: ve a los personajes, oyes sus voces, presencias sus acciones... Sin embargo, cuando lees solo tienes ante los ojos unas hileras de diminutos signos negros, veintitantas letras que se repiten sin cesar y se juntan en pequeños grupos (esos seres maravillosos que son las palabras), y con tan escaso material construyes en tu cabeza todo un mundo de imágenes e ideas... Cada vez que leemos, nuestra mente realiza un trabajo maravilloso, un fantástico ejercicio que nos fortalece y nos hace creer por dentro...

Las luces se apagaron del todo.

-¿La cuarta fase? -susurró Lucrecio, mientras un suave sopor se apoderaba de él.

La butaca era tan cómoda, y la oscuridad y el silencio tan totales, que se quedó profundamente dormido. Se despertó sobresaltado al encenderse de nuevo las luces.

-Ahora viene lo más interesante -le dijo Emelina al oído-. La sesión de cara-o-qué.

Piel de Asno se subió a la pequeña tarima que había delante de la pantalla y empezó a moverse muy despacio, como si estuviera bailando a cámara lenta. Sus gestos y movimientos parecían contar una historia, y aunque Lucrecio no comprendía bien lo que quería expresar la mujer, se sintió vivamente emocionado.

-Es muy... interesante, pero ¿cómo es que no canta? -le preguntó a Emelina.

-¿Por qué crees que debería cantar? -le preguntó ella a su vez.

-¿No es una sesión de karaoke?

-De karaoke no, querido, de cara-o-qué -precisó Emelina-. Piel Asno acaba de deleitarnos con una sesión de "qué" -añadió al ver que la mujer bajaba de la tarima y subía Cyrano-, e imagino que ahora el caballero De Bergerac nos ofrecerá una sesión de "cara".

Efectivamente, el espadachín se acarició la punta de la larga nariz, bizqueó aparatosamente, movió las orejas e hizo todo tipo de muecas exageradas, aunque ni una sola risa brotó del atento público. Y no era para reírse, pues, de alguna manera, aquella sucesión de movimientos faciales contaba una historia de amor y de lealtad, hermosa y triste a la vez.

-Después de soñar con sus respectivas fantasías -le explicó Emelina al atónito Lucrecio-, los pacientes escenifican lo que han soñado; la mayoría lo hacen con la cara (que para eso es el espejo del alma), pero algunos, como Piel de Asno, prefieren expresarse de otra manera. Cuando empezamos a montar estas actuaciones, les preguntábamos a los pacientes: "¿Quieres hacerlo con cara o qué?", y de ahí viene el nombre...

En aquel momento entró Calvino en la sala.

-Yo ta he terminado. Cuando quieras nos vamos, papá -le dijo a Lucrecio con una sonrisa burlona.

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⏰ Última actualización: Sep 18, 2018 ⏰

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