Se despertó al amanecer, con todo el cuerpo dolorido. Se había quedado dormido sobre el duro suelo de madera.
Lo primero que hizo fue comprobar que la puerta del armario seguía cerrada con llave. Luego se vistió y fue a la cocina. Estaba hambriento.
Calvino le había dicho que no había nadie más en la casa, de modo que Lucrecio se quedó muy sorprendido al ver en la cocina a una niña de largo cabello rubio con un vestido un tanto anticuado. Pero su sorpresa fue aún mayor cuando la niña dijo:
-Buenos días, Luc. Veo que te gusta madrugar igual que a mí.
-¡Eres Calvino! -exclamó Lucrecio al reconocer su voz.
-Pues claro. ¿A quién esperabas encontrarte?
-¿Qué haces con esa peluca?
-Voy a salir, y no me gusta llamar la atención. Los niños calvos no se llevan mucho esta temporada.
-Pero... vas vestido de niña.
-¿Cómo lo sabes?
-¡Llevas falda!
-Si llevara pantalones, ¿iría vestido de niño?
-No necesariamente pero...
-Pues entonces, llevar falda no es ir vestido de niña necesariamente.
-Vale vale... Pero eres un niño... supongo.
-¿Por qué lo supones?
-Te llamas Calvino.
-¿Y qué? Podría ser mi apellido.
-Ya decía yo que era un nombre muy raro. Así que es tu apellido...
-No he dicho que sea mi apellido, sino que podría serlo. También podría ser mi apodo, puesto que Calvino es un diminutivo de calvo.
-¿En qué quedamos: eres niño o niña? ¿Y te llamas, te apellidas o te apodas Calvino?
-No tenemos por qué quedar en nada. Y tampoco tenemos por qué quedarnos aquí todo el día. así que desayuna de una vez. Tengo que ir a un sitio y quiero que me acompañes.
-¿Ah, sí? Pues yo no voy a ninguna parte sin que antes me aclares de quién es el cadáver que tu padre guarda en el armario.
-Veo que has tenido pesadillas -dijo Calvino mirando a Lucrecio con el ceño fruncido-. El dormitorio de mi padre es un poco siniestro, con esos muebles tan antiguos y ese horrible cuadro, y puede afectar a las mentes débiles.
-Mi mente no es nada débil -replicó Lucrecio-, y no lo he soñado. Ven y verás.
Calvino lo siguió hasta el dormitorio y dijo nada más entrar:
-Ya me extrañaba a mí que hubieras podido abrir el armario. No está la llave. Claro que, ahora que lo pienso, forzar cerraduras es un especialidad.
-¡No he forzado ninguna cerradura, y la llave estaba ahí hace un momento! -exclamó Lucrecio, que estaba tan nervioso que ni siquiera se dio cuenta de que el cuadro de la mujer de negro volvía a estar colgado en su sitio.
-Es curioso, pues siempre ha estado aquí - replicó Calvino mientras abría el cajón de la mesilla de noche. Sacó una llave, la introdujo en la cerradura del armario, la hizo girar y abrió la puerta.
Lucrecio se acercó cautelosamente, metió el brazo entre las prendas que colgaban de las perchas y... tocó un rostro humano.
-¡Ahí está! -gritó retirando la mano como si hubiera rozado un hierro al rojo.
Calvino lo miró con conmiseración, se metió en el armario y sacó un viejo maniquí de trapo con cara de porcelana; lo dejó en una silla que había junto a la cama y dijo con sorna:
-Si te molesta compartir la habitación con un cadáver, puedes enterrarlo en el jardín. Y ahora, si no tienes nada mejor que hacer, desayuna y luego aféitate la cabeza. Nos vamos dentro de media hora.
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Calvina
Misteri / ThrillerEn el mundo de Calvina, los muertos están vivos; los locos, tan cuerdos como los libros que creen ser; los ladrones tienen buenas intenciones y puede que la protagonista sea el protagonista. Todo es extraño, todo es un juego; un desafío a tu intelig...