Sabaku No Gaara Pov
Muchas veces escuche a las personas decir que el sentimiento llamado amor era uno de los más fuertes que existía, lo denominaban poderoso, increíble e incluso mágico. La realidad es que durante muchos años no llegue a entenderlo, y lo poco que sabía solo eran referencias técnicas y sin sentido en la vida cotidiana. ¿Cómo te puedes hacer mejor persona amando? ¿Cómo es que puedes cambiar? ¡Bah, tonterías!... eso pensaba.
Por amor vives, cambias, te superas y sigues adelante, sigo sin saber muy bien cómo es que funciona, aunque creo que soy el ejemplo perfecto. Si bien, Sai no fue una buena referencia, Itachi era todo lo contrario. Él derribo todas y cada una de las barreras que celosamente coloque para protegerme, logro que me volviera a enamorar, que cambiara y que confiara no solo en él, sino también en mí, al mismo tiempo que me amaba sin condiciones.
Es bastante extraño el amor y hay tantas formas de expresarlo…
—Itachi —solté un jadeo con necesidad en cuanto nos hemos apartado del beso, quedándome prendado de su perfecta expresión, y aquella mirada amorosa que tanto amo ver en su rostro.
—Te amo.
No espere respuesta y volví a sellar mis labios con los suyos en un beso suave y lento que poco a poco se volvió más pasional y posesivo, mientras sentía como me recostaba sutilmente en la cama posicionándose sobre mí a horcajadas. Comenzó a descender sus besos, rosando con la punta de la nariz la piel de mi cuello, apresando entre sus labios esa zona, dejando pequeñas marcas de beso que me hicieron soltar más de un vergonzoso gemido.
Sus manos se deslizaban por mis costados con sutileza, como si recreara la figura de una valiosa obra de arte: lento, suave y firme. Descendiendo hasta el borde de mi camisa, para colar una mano dentro, tocando mí estomago con las yemas de los dedos de forma circular. Ladee el rostro dándole más acceso a mi cuello y traviesamente deslizo su lengua desde la clavícula a la oreja, comenzando a lamer el lóbulo de manera lenta y pausada, divertido de verme estremecerme al sentir su cálida respiración sobre mi oído, erizándome cada bellito de la nuca.
Al separarme, se quito la camisa que había desabotonado sin que me diera cuenta, tan solo lo hacía de manera automática pese a lo nervioso que me encontraba. Su perfecta y excitante sonrisa me encantaba y avergonzaba en partes iguales, por lo que infantilmente evadí su mirada, y es que hasta ahora es que recuerdo que nunca lo he visto completamente desnudo. Vaya, llevamos dos meses viviendo y durmiendo juntos; ciertamente demore en percatarme de ese ínfimo detalle, ya que siempre me cambio en el baño, y pensar que el me ha visto desnudo varias veces logra que los colores se me suban al rostro de manera alarmante.
—Mírame —me pide sujetándome de la barbilla, separando mis labios.
Repentinamente asalta mi boca con un beso demoledor, adentrando su húmeda lengua que busca la mía para empezar a juguetear, entrelazándose en una lucha excitante por ver quien tiene el control del beso. No quisiera separarme de él pero la falta de aíre se vuelve un problema, al final un fino hilito de saliva aun nos mantenía unidos, por lo que traviesamente lo limpia con su lengua comenzando un nuevo beso, mientras dejaba al descubierto mi pecho, acariciando mis pezones.
Estaba demasiado entretenido con el exquisito juego labial, aun así no evite respingar cuando separo mis piernas con su rodilla, posicionándose entre ellas.
—E-Espera…
—¿Qué pasa?
Me miro un poco desconcertado por mi repentina petición, observando cómo ponía con suavidad mis manos sobre su pecho, como si quisiera poner una distancia entre ambos, y es que a pesar de que se notaba lo excitado que estaba, mi cuerpo no dejaba de temblar. Sus ojos reflejaban un tremendo desconcierto ya que no era la primera vez que intentábamos intimar. Sin embargo si era la primera vez que él pensaba llegar hasta el final.
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Promesas de alcoba
FanfictionEmbriagados por el éxtasis y a punto de un orgasmo las personas son capaces de prometer cualquier cosa. -Prométeme que siempre estarás conmigo. -Sin importar que... Lástima que esa solo era una promesa de alcoba, de esas que olvidas cuando el placer...