Inquietud

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– ¿Le debes algo? – Preguntó Estarossa serio, mientras  miraba fijamente a Gelda, quien se cohibía ante sus acciones. – O... ¿Eres una interesada?
– No... – Dijo la chica de tez pálida nerviosa y confundida por el cambio de ambiente.
Meliodas, como buen hermano mayor, la tomó de la mano y le empezó a tomar el pulso. Gelda tembló algo asustada ante la repentina acción del rubio. – Te voy a hacer unas preguntas, se honesta porque sabré si estás mintiendo.
Elizabeth veía con asombro a su novio, jamás lo había visto así de proctetor con alguien que no fuera ella. Incluso Estarossa estaba en una especie de “modo hermano mayor”. Pero al ver la cara de Gelda, se preocupó. Ella se puso más pálida de lo que estaba. Pero lo que le llamó más la atención fue de Zeldris, quien tomó a sus hermanos de sus brazos y los jaló lejos de su prometida.
– ¡¿Pero qué demonios están haciendo?! – Gritó Zeldris enojado, Elizabeth se estremeció ante la mirada de ira de su cuñado. Hawk corrió hacia su ama, Wandle se ocultó en el cuello de la chica.
Meliodas y Estarossa podían sentir el agarre de su hermano menor con gran fuerza, incluso podrían asegurar que les saldrían unos moretones. Pero jamás lo habían visto tan enojado a ese punto, pues él era muy paciente con ellos.
– No la vuelvan a tocar de esa manera. – Murmuró Zeldris seriamente, pero era una amenaza que puso nerviosos a los hermanos mayores.
Estarossa recordó que solo Meliodas había sido capaz de hacerlo temblar con solo unas palabras hasta ahora. Meliodas se sintió inquieto ante aquel cambio de roles. Elizabeth observó como Gelda se acercó al trío de hermanos y acarició las mejillas de Zeldris, quien en ese instante se relajó.
Zeldris abrazó a la chica con temor de que ella se sintiera asustada por él o el estúpido comportamiento de Meliodas y Estarossa, pero al ver que le correspondió el abrazo con gusto se relajó. – Ya... Solo te están protegiendo. – Dijo Gelda tranquilamente, comprendiendo el sentir de los hermanos de su prometido.
– ¡Meliodas! ¿Cómo se te ocurre hacerle eso a la señorita Gelda? – Exclamó Elizabeth algo molesta por la actitud que tomo su novio pero al ver la cara de arrepentimiento de él, no pudo evitarse sentir mal por regañarlo.
Meliodas suspiró y se acercó a Gelda, quien seguía abrazando a Zeldris. Ella le sonrió con ternura, haciendo que el rubio se sintiera mal. - Lo siento. No era nuestra intención asustarte o incómodarte.
– Sí... Es qué es la primera vez que oímos que Zeldris tuvieron pareja... Y pues fue algo anormal para nosotros. – Comentó Estarossa algo incomodo por su acción indecente contra Gelda. - Lo siento...
– Está bien. Me asustaron, no lo voy a negar. Pero estoy feliz de que les importe mucho Zeldris. – Dijo Gelda con ánimo, haciendo sonrojar a los chicos. Acarició los cabellos de Zeldris con cariño. – Pueden ir a dejar sus cosas a sus habitaciones y bajan a comer. He hecho de comer, pues me dijeron que no han comido nada.
– Sí, muchas gracias. – Comentaron apenados ambos hermanos y Elizabeth.
(n.n)
La habitación lucía ordenada y cómoda, excelente para la pareja. Meliodas, quien cargaba todas las maletas, las dejó en una esquina. Elizabeth tenía a Hawk entre sus brazos y Wandle en su hombro, algo cansada tomó asiento en la cama matrimonial. El rubio aun se sentía mal por haberle cuestionado a la prometida de su hermano.
– Meliodas… ¿Por qué actuaste de esa manera? – Dijo Elizabeth preocupada y algo curiosa por las anteriores acciones de su amado.
– Yo… Zeldris siempre había sido muy inocente y honesto de pequeño… Pensé que estaba siendo engañado, pues conociéndolo… – Meliodas dudó de sus propias palabras, realmente no sabía que sentir.
– Pero ya no es el Zeldris que conoces… Meliodas, él cambió. – Comentó Elizabeth, recordando algunas viejas historias que le había contado y, a su vez, comparando con el chico que acaba de conocer.
– Lo sé. Elizabeth, Zeldris jamás había sonreído de esa manera. – Dijo Meliodas con tristeza. – Fui un mal hermano…
– Entonces, convierte en un buen hermano. – Sonrió Elizabeth, dejando a Hawk en el suelo con Wandle en su barriga. Se acercó a Meliodas, quien lo abrazó con cariño. – Aprovecha esta oportunidad que se te dio.
Meliodas asintió ante las palabras de su amada, ella siempre sabía como animarlo. Debía arreglar esta mala relación y pedir perdón a Gelda, ella se veía muy asustada por el repentino contacto. Y Zeldris, se veía muy, pero muy enojado por hacerla sentir de esa manera. Había algo que le llamaba la atención.
(v.v)
Todos comían con tranquilidad, pero el ambiente que se sentía era intranquilo. Zeldris se encontraba en la cabeza de la mesa, a su derecha estaba Gelda y a su izquierda estaba Estarossa. Meliodas estaba en el otro extremo. Elizabeth estaba entre Gelda y Meliodas.  La comida era simplemente deliciosa, al menos para Estarossa y Elizabeth.
– Zeldris... – Habló serio Meliodas mientras dejaba de comer. Estarossa miró a su hermano pequeño de la misma forma que Meliodas lo miraba herido.  – ¡¿Cuándo nos ibas a decir que te ibas a casar?!
– ¡Cierto! Somos tus hermanos. – Exclamó ofendido Estarossa. – ¿No crees que nos merecemos saber?
– No. – Dijo Zeldris sin darle mucha importancia. Sus hermanos esperaron a que continuara con su respuesta, pero estaban ansioso por saber. – No tenía intención de decirles. Ni siquiera de invitarlos.
– ¡Eres un inmaduro! – Exclamó Meliodas, ver como su hermano no lo quería en su vida le dolía. – Sé que no fui el mejor hermano, pero siempre te contaba lo básico de mi vida.
– Así como cuando me dejaste lidiar con nuestro padre. – Alzó la voz Zeldris, haciendo retroceder a Meliodas.
Zeldris observó su comida con molestia. Estarossa apretó sus puños de incomodidad. Meliodas evitó su mirada con pena. Era cierto, ellos no tenía el derecho de cuestionar a su hermano, ni menos ahora que habían asustado y ofendido a su prometida. Pero no podían evitar sentirse molestos por no ser considerados en una gran etapa de la vida de su hermano. Elizabeth sintió tristeza por su amado y sus hermanos, ¿acaso está no era la oportunidad para mejor su relación?
– Lo siento... – Dijo Gelda con tranquilidad, sorprendiendo a los presentes. Observó a Zeldris con dulzura mientras tomaba su mano. – Eres un mal mentiroso, Zeldris.
Zeldris la miró con tristeza para luego besar el dorso de su mano con cariño. Meliodas se sintió confundido por las palabras de la chica para intentar preguntar a que se refería, pero luego vio a Gelda sentirse incómoda y decidió callar.
– Nos casaremos. – Dijo Gelda con dulzura, pero quitó su sonrisa para remplazarla con una mueca triste. – Pero será un secreto porque está mal visto por mi padre.
– ¿Qué? ¿Por qué? – Exclamó Elizabeth molesta. – No he tenido el placer de conocerte por completo, pero puedo ver que le traes felicidad a Zeldris, así como él a ti. Y eso es lo importante. Ustedes deben estar juntos.
Meliodas vio con sorpresa a su amada, era muy raro que se exaltara de esa manera. Gelda la miró con asombrada por sus palabras, que no pudo evitar sonreír con cariño.
– ¡Muchas gracias! – Exclamó Gelda.
Zeldris se vio satisfecho con ver a Gelda animada, pero regreso su mirada a sus hermanos. – Esa es la razón por la qué no los puedo invitar. No habrá boda en sí.
– Yo lo siento. No fue mi intención sonar grosero. – Dijo Meliodas apenado, ya había hecho dos cosas mal.
– Está bien. Me alegro que te importe sobre mi vida. – Dijo Zeldris con un deje de broma, cosa que avergonzó al rubio.
– ¿Padre lo sabe? – Preguntó Estarossa con duda. – Es raro que le dé igual ese tipo de situaciones.
–Al principio fuimos comprometidos a la fuerza por el bien de las empresas. – Comentó Zeldris con nostalgia. – Pero luego el padre de Gelda, Izraf, se mostró inconforme con dicha unión, por lo que la canceló. A papá le de dio igual, sabía que con o sin él la empresa no se vería afectada.
– Durante el transcurso de nuestro tiempo del matrimonio forzado, nos empezamos a conocer y pues... Surgió el amor... – Dijo Gelda algo apenada, sonrojándose ante las miradas de todos. Meliodas vio interesante la cara de su hermano menor, quien la miraba con tranquilidad y mucho aprecio. Él jamás lo había visto de esa manera. – Mi padre me desconoció al preferir salir con Zeldris que con los pretendientes que me ofrecía y quedé varada en la calle. Bueno hasta que Zeldris me acogió y terminamos comprometiéndonos nuevamente.
– ¡Qué romántico! – Exclamó Elizabeth con ánimo. Meliodas observó con cariño a su novia, amaba cuando se entusiasmaba.
– ¿Y nuestro padre...? – Murmuró Estarossa con curiosidad.
– A él le cayó bien Gelda. – Dijo Zeldris. Gelda sonrió apenada, mientras recibía miradas incrédulas de Meliodas y Estarossa. – Sí, yo también me sorprendí.
– ¿Es tan raro que su padre muestre amistad o algo de cariño? –Dijo Elizabeth algo incómoda, al parecer su futuro suegro era un ser duro.
– Elizabeth. – Habló serio Meliodas, sorprendiéndola. – La única vez que vi a mi padre reír, fue cuando una empresa, que era competencia, quedó en bancarrota y mucha gente quedó sin empleo.
Elizabeth se puso pálida ante aquella insinuación de su suegro. Gelda la miró con empatía pues ya había pasado por eso. Zeldris lucía más calmado que hace rato, por lo que decidió preguntar la duda que tenía. – Estoy feliz de conocerlos, pero sigo confundida de por qué tienen que estar juntos por tres días.
– Estas pulseras nos electrocutaran si estamos separados por más de 15 metros. Padre nos las obligó a poner. – Dijo Zeldris serio y algo molesto, levantado su mano y dejando ver dicho artefacto.
– Elizabeth y yo ocupamos dinero para nuestro restaurante. – Mencionó Meliodas algo apenado por la mirada de curiosidad de Gelda.
– Yo ocupó para saldar unas cuentas. – Dijo Estarossa con incomodidad ante las miradas de regaño de sus hermanos. – Si logramos pasar tres días juntos, nos dará el dinero que necesitamos.
– Yo no porque no lo necesito. – Dijo Zeldris serio, observando a sus hermanos con molestia. Elizabeth se intimido por dicha mirada, aunque no era para ella. 
Gelda los miró por unos minutos, hasta que dijo curiosa. – ¿Cómo se dieron cuenta de que los electrocutarían cada vez que se separarán? Conociendo a tu padre, él no se los diría directamente.
Los tres hermanos la miraron con vergüenza, Elizabeth se sorprendió por su declaración. Meliodas rió un poco, intentando disimular su pena. – Veo porque le caíste bien a nuestro padre.
– Bien. Les diremos cómo nos dimos cuenta, pero no se vayan a reír o algo parecido, a no ser que quieran avergonzar a sus lindos demonios. – Dijo Estarossa con burla, haciendo reír ligeramente a las chicas. Meliodas y Zeldris lo miraron sin mostrar una emoción, asustándolo. – ¡¿Qué tal si iniciamos a contara la historia?!
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N/A: Hola a todos, gracias por leer. A ver que pasa en el próxima capítulo ;D Lamento los errores ortográficos y gramaticales.

¡Muchas gracias por leer y que tengan un buen día!

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