Reconciliación

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- Sabe bien... - Murmuró Estarossa con emoción, mientras saboreaba un filete. Comer este tipo de comidas era la gloria, pues él no sabía cocinar y, según recordaba, tampoco Zeldris. ¿Sería genético?

Todos se encontraban comiendo en el comedor, mientras platicaban sobre cosas triviales. En la mesa había una variedad de alimentos y complementos de buen aspecto. Elizabeth sonreía al probar un poco de cada cosa, al igual que Meliodas.

- Me alegro que les haya gustado. - Comentó Gelda con una sonrisa. No esperaba que realmente les gustara su comida, pero podía deducir por qué la disfrutaban. - Me gustaría probar alguna vez la comida de Elizabeth...

La mencionada se atragantó un poco antes de regresarle la mirada avergonzada, jugó un poco con su comida antes de contestarle. - No soy muy buena cocinando, de hecho cocino como Meliodas... ¡Pero no tan mortal! ¡Pero puedo hacer postres muy ricos!

- Vaya, así que ese es tu punto débil. - Comentó Estarossa, avergonzando a Elizabeth. Él estaba a punto de hacer un chiste pero fue interrumpido.

- Al menos ella si puede cocinar algo, no como a ti que se te quema el agua. - Dijo Zeldris con burla, provocando una risa en el grupo y una cara roja de la pena en su hermano.

- ¡Solo fue una vez y era un niño! - Exclamó Estarossa ofendido y avergonzado por esa mala experiencia.

(n.n)

- ¡Lo haré, ya verás! - Exclamó un Estarossa de 9 años mientras corría a la cocina, seguido de Zeldris, quien parecía escéptico a lo que decía su hermano.

- Quieres callarte, Meliodas puede despertarse. - Dijo Zeldris con un deje de molestia. Sabía que si el rubio se despertaba, ambos estarían acabados. Él les cocinaría y eso significaba peligro. - Son las 8, así que tenemos una hora y media antes de que despierte.

- Lo sé, por eso dejé las cosas listas para hacerse. - Comentó Estarossa con orgullo, cuando llegaron a la cocina. El pequeño de cabellos plateados escaló unos cajones para alcanzar la alacena. Abrió el compartimiento y de ahí sacó una bolsa negra de plástico. - ¡Bingo!

- ¿Qué piensas hacer? - Preguntó Zeldris desinteresadamente, aunque por dentro se estaba muriendo de hambre. Estarossa saltó al suelo y colocó la bolsa en la barra. Virtio el contenido sobre la superficie.

Era una bolsa de sopa, purés de tomate, una cebolla y especias. Estarossa se dirigió al refrigerador y sacó una pechuga de pollo. Zeldris dedujo que iba a hacer una sopa con pollo pero no dijo nada contradictorio, él no quería volver a comer lo que Meliodas cocinara.

- Ya verás que será lo mejor que vas a probar. - Dijo Estarossa con emoción mientras levantaba con orgullo un sartén y una olla de pequeños tamaños. Zeldris suspiró con ligera burla mientras tomaba asiento en la barra.

- Ya lo veremos... - Murmuró Zeldris con un toque de burla, molestando a Estarossa.

En vez de sentirse ofendido o triste por lo que le dijo su hermano menor, Estarossa le dedicó una mirada llena de determinación. - ¡Ya lo veremos!

Estarossa preparó la olla, le agregó agua y otras cosas. Zeldris lo observó prender la estufa. Al de cabellos negros le entró la curiosidad y preguntó. - ¿Sabes cómo prepararlo?

- ¡Claro que sé! Lo vi en un vídeo. - Exclamó algo ofendido, mientras le apuntaba con una espátula de madera. Podía sentir una cálida sensación en su cuerpo, de seguro era por la emoción.

- ¿En serio? - Dijo Zeldris con una tranquilidad. Levantó su brazo y apuntó lo que había detrás de Estarossa. - Pues por lo que veo, no me parece.

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