Cap. 14: Depresión

297 16 2
                                    

Tange y Lheo abandonaron, de golpe, el mutuo ensueño amoroso.

─¡Querido! ¿Qué fue ese ruido? ¿Qué son esas luces en el cielo?

─¡No lo sé! Supongo que una tormenta...

Lheo miró el cielo, no se veían nubes pero sí destellos que lo cruzaban a toda velocidad. Después escucharon varias explosiones más pero ya no tan fuertes como la primera, también  gritos y expresiones que parecían desafíos.

No podía tratarse de una tormenta, evidentemente era una pelea donde alguien estaba haciendo uso de su energía interna, o peor, de algún arma.

Lheo se levantó y se vistió apresuradamente.

─Tengo que ir a parar eso querida, tú mejor quédate aquí.

─ ¿Por qué? También soy fuerte. Iremos con cuidado, no sabemos quienes son ni porqué pelean.

─Pues... creo que se trata de Yar.

─¡O de Tao! ¡Esos hermanos tuyos están bien locos!

Tangerine también se vistió lo más rápido que pudo y se dispuso a seguir a Lheo.

─Te dije que te quedaras, mujer ¿Es que nunca vas a obedecer a tu esposo?

─Jajajajaja ¡No!

Caminaron hacia las vecinas montañas, lugar desde donde parecían provenir los rayos. Cuando se acercaron más vieron que efectivamente se trataba de Yar. Estaba frente a un grupo de varios muchachos, casi unos niños, les disparaba y los incitaba a que esquivasen los ataques.

─¡Atento estúpido! ─Gritó mientras disparaba contra un chico que no alcanzó a evitarlo y chilló cuando el fuego del arma le quemó el brazo.

─¡Si no sirves para pelear será mejor que te vayas! ─Rugió el hijo de Lara ─¡La próxima vez voy a matarte!

─¡Yo sí sé pelear! ─Gritó otro muchachito, dio un salto y se plantó frente a Yar enfrentándolo.

El guerrero levantó el arma y lanzó una seguidilla de rayos.

El muchachito la hubiera pasado muy mal de no haber intervenido Lheo que,  moviéndose a toda velocidad, lo retiró de la zona de ataque.

Yar se volvió hacia él, furioso.

─¡¿Se puede saber porque te metes artista?! ¡No tienes derecho a interferir con mis alumnos!

Yar no peinaba sus cabellos y apenas si recortaba un poco su barba. Deseaba ser igual a su padre guerrero aunque jamás lo hubiera conocido. Solamente una cosa tenía clara sobre él: que era muy fuerte.

El hermano de Lheo había desarrollado un físico impresionante ya que durante todos esos años había trabajado sin descanso tanto sus músculos como su energía. Se había vuelto tremendamente fuerte pero a la vez que creció en fuerza también lo hizo en rebeldía e irascibilidad.

Se plantó frente a Lheo y los chiquilines, sus alumnos, lo rodearon.

─¡Otra vez metiéndote en mis asuntos, peliverde…! ¡Ya me tienes harto!

─Dime lo que quieras pero yo represento La Ley aquí ─Respondió Lheo sin inmutarse ─Tú estabas lastimando a estos niños ¡No puedes pelear de esa forma! ¡No podemos pelear con ese salvajismo! ¡Nos mataremos entre nosotros! ¿Se puede saber de donde sacaste esas armas asesinas?

─Las trajo Tao de la nave reptiliana ¡Ellos son los verdaderos asesinos! Pero tú... ─Prosiguió Yar con sarcasmo ─Tal vez algún día te maten porque eres tan débil como una mujer. Cómo esa que siempre te sigue. Eres una deshonra para nuestra raza guerrera ¡Puf! ¡Tú y ella!

Hijos de las Estrellas - 1º Parte: CosmosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora