Cap. 1: Origen

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Lúa  miró a Link con los ojos quemados por lágrimas de odio.

 "Que imbécil soy" pensó "con todas las desgracias de mi vida, llorar por un hombre"

Pero no podía evitarlo: lloraba. Sus ojos azules, claros como el cielo de su mundo muerto,  estaban llenos de lágrimas.

Él no la miraba,  se disponía a marcharse.

—Te amo— dijo ella con voz entrecortada y rabiosa — ¿Acaso no sabes que te amo? ¿Por qué te marchas?  ¿Por qué no me amas?

Ella misma se sorprendía de decir esas palabras que sonaban tan estúpidas pero sentía que en verdad lo amaba.

— ¡Contéstame! ¿Acaso no estuviste conmigo? ¿No me amas un poco siquiera?

Link por fin le prestó un poco de atención. Se volvió y la miró con indiferencia.

—Ya cállate, no me vengas con tus historias. Yo solamente estuve contigo para hacerte un hijo.

***

 Parece que está en la naturaleza humana el preguntarse por el origen de las cosas.

El origen de la tierra, el origen de la humanidad, por ejemplo. Si nos preguntamos quién fue el primer hombre tenemos varias respuestas posibles: el mono más inteligente, el Adán bíblico, alguna creación divina. Hay muchas creencias y teorías pero lo cierto es que todas suponen un principio, un origen.

¿Qué somos entonces? ¿Descendientes del mono o criaturas divinas? ¿O seres engendrados por el evanescente deseo y condenados a terminar en la nada?

La nada. No existe lugar más aterrador que ese. Pero hasta la nada debe haber tenido un origen ¿No? y es allí, justamente, cuando no entendemos más nada.

Pero esto no es un juego de palabras ni un divagar filosófico. Es una historia.

Contémosla entonces.

***

Esta historia transcurre en un planeta que muy bien pudo haber sido nuestra tierra. No lo sabemos. Sus descubridores la llamaron tierra porque les pareció que podía ser un hogar, ese será su nombre.

En la tierra hallaron refugio mujeres y guerreros provenientes de dos mundos destruidos: las mujeres provenían del planeta Maya y los hombres de uno de los planetas del sol de Alción, ambos de la constelación de las Pléyades. También hubo dos mujeres guerreras. Una de ellas, la reina de Alción, tuvo la idea, el deseo, de llevar a sus guerreros y a las mujeres encontradas en Maya a un planeta distante para crear una nueva raza.

A pesar de que eran de planetas diferentes aquello no era imposible ya que todos los pleyadianos provenían de una única raza. Con el correr de los siglos y el avance de la tecnología, se distribuyeron por los varios planetas del sistema y formaron civilizaciones diferentes.

Eran épocas de cruentas luchas. Las fuerzas del imperio reptiliano estaban ganando terreno en la galaxia. Los reptilianos eran una raza diferente y negativa, seres de sangre y corazón fríos, cubiertos de escamas, sin pelos y con un modo de reproducción ovípara completamente incompatible con el modo de reproducción mamífera de los pleyadianos. Pero los reptilianos no buscaban compatibilidades: para ellos la prioridad era limpiar los planetas para después utilizarlos ellos o venderlos a otras especies semejantes.

Limpiar significaba destruir. Cuando los reptilianos decidían conquistar un planeta no dejaban nada vivo en él. Ningún tipo de vida, por microscópica que fuese. Lo esterilizaban completamente ya que sabían lo peligroso que podía resultar para ellos si quedaba algo con vida. Las bacterias, virus y hongos son el tipo de vida más pequeña y potencialmente más mortífera que existe.

Hijos de las Estrellas - 1º Parte: CosmosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora