Cap. 12: Representante de la Ley

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Kite no sabía que decir,  mejor dicho, tenía miedo de decir algo que hiciera que Tao se marchara de vuelta. Tao no tenía interés en decir nada.

La hoguera se consumía pero ninguno de los dos se movió para avivarla.  Era verano y no sentían frío pero la habitación había quedado casi a oscuras. La penumbra y el silencio los envolvían como un pesado manto.

Kite, como tratando de disipar esas sombras,  se apoyó sobre el hombro de Tao y susurró con timidez:

─Gracias por volver... Entiendo que era muy importante lo que estabas haciendo...

Él sonrió.

─No...  en realidad no tenía ninguna importancia, nada tiene importancia, absolutamente nada

Ella se sentó sobre sus rodillas, le acarició el despeinado cabello y lo besó suavemente.

─Sigo siendo tuya─ Le dijo ─Pero por favor… vayámonos lejos de tu madre, mañana mismo construye otra casa, por favor…

Él le tomo la mano y se la llevó afuera. La luna y las estrellas bañaban el paisaje con una luz blanca que contrastaba con las sombras del interior. Caminaron unos pasos hasta llegar a unos altos árboles que quedaban al lado del camino.

Dos aves parecidas a enormes gansos grises, que no podían volar porque sus alas eran demasiado pequeñas,  huyeron espantadas. Kite se burló de ellas diciendo que merecías ser asadas por tontas. Tao las miró con indiferencia.

─Este lugar está bien─ Dijo, se acostó sobre el pasto e hizo que su mujer se sentara sobre sus piernas.

Ella lo miró asombrada ¿Acaso pretendía pasar la noche allí? En ese caso lo mejor sería hacer un poco de fuego. Esa noche era agradable pero bastante fresca.

Encendieron una hoguera, cazaron a las aves que habían huido y, efectivamente, las asaron. Comieron y se acostaron abrazados al lado de la fogata. Empezaron a besarse y pasaron gran parte de la noche amándose. Se amaron suavemente, respetando la nueva vida que crecía en vientre de Kite. Ella se sentó encima de él y le marcó el ritmo. Tao se dejó llevar y quedó debajo de ella sin intentar darse vuelta. Al final ella se durmió sobre su pecho, amparada por la felicidad que sentía por su regreso y por haber encontrado ese lugar cualquiera, pero propio.

Al día siguiente comenzaron a amontonar piedras y empezaron a construir su nueva casa. Lúa los descubrió enseguida pero no les dijo nada.

Lheo, Draomir, Ammiel y otros hombres que se interesaban por las construcciones se sumaron para colaborar. La nueva casa estuvo lista pronto: un edificio de piedra y madera con tres cuartos a una media hora de camino del llamado palacio donde vivía Lúa.

Kite pudo descansar y esperar a que llegara su bebé. Yamara le había dicho que nacería a comienzos del invierno,  por eso mantuvo varios fuegos encendidos en la casa.

Una tarde ya muy fría, mientras Kite preparaba algunas ropas y pañales para su niño y Tao, en otra habitación, dibujaba unos circuitos extrañísimos, Lúa mantuvo con Lheo una conversación que sería determinante para los destinos de todos en ese mundo.

─Entonces─ Le dijo la reina al muchacho que estaba de pie frente a ella, un poco inclinado en señal de respeto ─Tú me reconoces como La Ley ¿Verdad? Bueno, necesito que me hagas un favor…

─Usted es la que dice las leyes─ Aclaró Lheo ─Usted es la representante de la Ley de nuestros ancestros y yo creo en usted como en el Gran Espíritu y…

─Sí, sí… ¡Ya lo sé! ─Le gritó Lúa, perdiendo enseguida la paciencia ─No me vengas con tus historias de los ancestros y todo eso, no necesito para nada de tu misticismo. Lo que necesito es que escribas un registro con todos los nombres de los niños que han nacido hasta ahora y los nombres de sus respectivos padres y madres, y lo que es más importante: tú serás el que haga el ritual en el que se los nombre.

Hijos de las Estrellas - 1º Parte: CosmosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora