Cap 22 - La tormenta

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Llegó más gente, Kite y Lheo ya no pudieron seguir hablando y muy pronto se vieron arrastrados hacia la multitud de invitados.

Después de la breve ceremonia que ofició Lúa, uniendo en matrimonio a Awet y Aicha, todos se pusieron a comer y a beber con entusiasmo.

Tao llegó muy avanzada la noche. La gente conversaba y reía y ya quedaba menos de la mitad de la comida y la bebida que habían preparado. Al verlo muchos lo miraron con sorpresa, llamaba la atención su desastroso aspecto, nada adecuado para presentarse en una fiesta.

Venía apenas vestido con unos pantalones y una camisa desgarrados y estaba muy transpirado, como si hubiera estado entrenando hasta ese mismo momento. Sin saludar a nadie se sentó al lado de su esposa y comenzó a comer.

Lúa, que estaba por allí cerca, lo miró de reojo con una mueca de repugnancia. Lo mismo hicieron Azalhea y Lilith.

Las tres estaban cubiertas de joyas y vestidas con unas telas muy finas. Tao apenas si las miró. Lahel, su hijo menor, se acercó tímidamente para saludarlo pero él no le hizo ningún caso.

―Esto está muy aburrido― Dijo Lúa en voz muy alta intentando ignorar a su hijo―¿Por qué será que nuestro querido Lheo no quiere cantar hoy?

Mucha gente se hizo eco de estas palabras y empezaron a reclamar canciones a Lheo.

―Vamos, peliverde ―Insistió Lúa ―Canta, no puedes dejar de hacerlo en el casamiento de tu hija.

―No me siento bien ―Respondió él ―Creo que bebí demasiado.

―Mejor ―respondió la reina ―¡Vamos! Me gustaría escuchar esa canción de "mis hermosas"

Yar y sus alumnos aplaudieron ruidosamente. También aplaudió Kandrax, el marido de Thabita. Varios de sus amigos, bastante borrachos, comenzaron a golpear las mesas.

Lheo intentó no hacerles caso.

―No. No voy a cantar. Si lo hago, serán cosas muy tristes, no quiero arruinar el casamiento de mi hija.

―¡A ver! ¡A ver! ―Gritó Lúa ―¡Queremos escucharte! ¡Es una orden!

―Dije que no.

Lheo se levantó dispuesto a marcharse.

En realidad hacía apenas unos instantes los novios se habían ido. Lheo los entendía: seguramente querrían estar solos,  era natural, él tampoco había esperado mucho en la fiesta  de su casamiento. Apenas  había podido resistir un par de horas las ansias de estar a solas con la voluptuosa niña de la que se había enamorado.

―¿Acaso ya te sacaste las ganas, peliverde? ―Gritó Lúa furiosa al ver que él la desobedecía ―¿Se te fue la inspiración porque te acostaste con tu cuñada?

Lheo se volvió hacia ella indignado.

――¡Reina! ¡Usted debería saber que yo no haría eso!

―Desobedeciste una orden ―Murmuró Lúa intentando que sólo Lheo la escuchara―¡Muy bien! ―Exclamó a continuación en voz muy alta ―¡Así que al final ella te aceptó! ¿Cuántas veces lo hicieron?

―¡Cállese! ―Gritó él ―¡Cállese reina! ¡Está usted borracha!

Kiteryde, que había permanecido fuera del altercado hasta ese momento, ya no pudo mantenerse al margen. Su suegra la estaba calumniando con toda intención.

Nadie más, entre todos los presentes, hablaba. Seguían paso a paso la discusión y las palabras de la reina. Muchos parecían creerle y eso para Kite fue insoportable.

Hijos de las Estrellas - 1º Parte: CosmosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora