Cap. 20: Temores

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Aún no amanecía, todos en casa de Lheo dormían, menos Tangerine que se sentía extraña. Ya había tenido ocho hijos, nunca había tenido problemas para parirlos, pero esa vez era diferente, mucho más dolorosa e incómoda que las otras.

Era posible que esperase dos niños, había tenido un embarazo bastante agitado y su panza había crecido mucho. Pensó que las molestias podían deberse a eso, en ese caso serían sus primeros gemelos.

Pero ¿Por qué tenía que doler tanto? Kite había tenido a Aris y Mati sin ningún inconveniente ¿qué le estaría pasando a ella?

Muy nerviosa, apretó la mano de su esposo.

―Lheo… ¡Voy a tener al niño! ¡Me duele!

Él se despertó bruscamente y saltó de la cama.

―¡Ah! ¡Mi amor! ¡Qué felicidad! ¡Por fin vas a tener al bebé! Tranquila querida, no es el primer hijo que tenemos, relájate, te voy a ayudar.

Acomodó una cortina en la puerta para que no curiosearan sus otros hijos y ayudó a su esposa a acomodarse en la cama. Se puso de rodillas a su lado y le masajeó el vientre.

―¡Lheo! ―Gritó ella ―¡Siento que viene, pero creo que no puedo pujar! Tengo un dolor terrible, ayúdame, por favor, mira si sale ¿lo ves? ¿Ves la cabecita?

―No… no veo nada, tranquila mi amor, todavía debe faltar.

―¡Siento que no! ¡Ahhh….!

Una terrible contracción, tan fuerte como no había sentido otra igual, desgarró el vientre de Tange y se extendió hacia su espalda como si la fuera a destrozar.

―¡¡¡¡Ay!!! ¡Me muero! ¡Por los dioses! ¡Ahora! ¡¿Puedes verlo ahora?!

Él la examinó con sus manos transpiradas, no tenía la menor idea de lo que estaba pasando y se sentía ya más que nervioso.

―No… no puedo ver al bebé ¡Nunca nos había pasado esto! ¿Qué hacemos?

―No sé… Cómo duele… por favor…

―¡Aicha! ―Exclamó Lheo al ver asomar a su hija por detrás de la cortina ―¿Qué miras?

―Disculpa papá… quería ver cómo nace un niño.

―Pasa hija ―Dijo Tange ―Me siento muy mal. Lheo… ¿Podrías ir a buscar a Yamara? Es la única en este planeta que sabe realmente sobre esto

―Tange… éstas no son cosas que deba ver una niña…

―Se va a casar pronto ¡Lheo! ¡Por favor! ¡No empieces con tus estupideces!

Él no respondió, la miró con preocupación y salió rápidamente para hacer lo que ella le pedía.

Le costó bastante convencer a la vieja partera. A esa edad Yamara salía poco de su casa: prefería instruir a las jóvenes y dejarlas atender a ellas.

―Hace un frío terrible y está lloviendo ―Protestó la anciana ―Me voy a enfermar ¿Por qué no buscas a una de mis alumnas? Mera es excelente.

―Nunca vi tan mal a mi mujer ―Dijo Lheo apretando los puños para calmar sus nervios ―Creo que es porque pueden ser dos niños, no sé, Tange dice que no puede pujar ¿Será porque son dos?

―Eso no tiene nada que ver. Bueno, vamos, tal vez estén mal acomodados.

La anciana suspiró, dejó su puesto al lado del fuego y se dejó guiar por Lheo. No hacía en realidad tanto frío pero el día había amanecido muy húmedo y tormentoso.

Cuando llegaron a la casa encontraron una gran conmoción. Rhea se había llevado a los más pequeños para que no alborotasen, Aicha estaba sentada al lado de su madre masajeándole el vientre, Noah y Mihael iban y venían gritando y dos vecinas trataban de entrar a la habitación para curiosear.

Hijos de las Estrellas - 1º Parte: CosmosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora