Capítulo 3 - Quería matar a una persona.

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Ahí fue donde descubrí lo que me gustaba hacer, ver sangre y dolor... ese mismo día fue el entierro de mis padres, caminaba hacia el cementerio de la mano de mi abuela viendo que ella me miraba con tristeza en sus ojos, yo sólo mantenía mi mirada fija en los ataúdes y mi abuelo caminaba detrás nuestro con mi hermana en brazos.

—¿Estás bien, Luke? —preguntó mi abuela, volteando a verme; la miré fijo y asentí con la cabeza, claro que estaba bien, nunca me sentí tan bien como en ese día.

—Si abuela, estoy bien —dije regresando mi vista a los ataúdes.

Vi algunas personas rodeando los cajones, la mayoría amistades de la familia, entonces un padre comenzó a decir palabras dirigiéndose a todos, palabras que la verdad ni me importaban, yo sólo quería que esto terminara, miré fijo a mi abuela, quien comenzaba a llorar desconsoladamente.

—Tranquilo Luke, todo estará bien —me dijo ella abrazándome.

Yo aún tenía mi mirada fija en los cajones que estaban entrando en los pozos, cerré mis ojos por unos segundos y al abrirlos vi a todos llenos de sangre, todos los presentes estaban bañados en sangre, miré mis manos y tenía un cuchillo, del cual caía sangre, entonces comencé a reír frenéticamente... viendo que mi abuela estiraba su mano hacia mí, haciéndome regresar a la realidad. El entierro terminó y regresamos a la casa de campo.

Desde ese día, mi vida ya no volvió a ser la misma.

Comencé a salir de casa solo para disfrutar matando animales, no importaba cual, pero al cumplir doce años, ya me aburría de matar cosas tan insignificantes, quería sentir otro tipo de adrenalina, otra sensación que hiciera que mi piel se erizara.

Entonces fue así como empecé a planear algo que me hiciera más feliz, aunque todavía no estaba del todo seguro de que o como lo haría, pero solo sabía una cosa, quería matar a una persona, no importaba quién, y así fue como el día de mi cumpleaños, mi necesidad se hizo realidad.

Me costó estar seguro de mí mismo, pero ahora lo recuerdo y no me arrepiento de nada, me siento muy bien al rememorar su rostro manchado de sangre, suplicándome que no lo hiciera, pero yo quería ver sangre, sentir su sangre y observar como desaparecía la vida de sus ojos; entonces mi mejor amigo vino a mi casa a pasar juntos mi cumpleaños.

—¡Feliz cumpleaños a ti!, ¡Feliz cumpleaños a ti! —gritaba mi abuela, mientras colocaba las velas en el pastel.

Fui allí donde vi como Alberto sonreía feliz y yo sonreía con él, aunque sus motivos eran muy diferentes a los míos, él moriría esta noche y yo sería el causante de ello.

—¡Pide un deseo, Luke!

Cerré mis ojos y pedí sonriendo, "Que nadie me descubra cuando maté a mi mejor amigo", soplé las velas y miré fijo el cuchillo con el que mi abuela cortaba el pastel, sonriendo de sólo ver como el filo abría tan fácil cada pedazo. Comimos pastel y jugué por última vez con Alberto... estábamos en el patio y esperaba el momento justo para hacerlo, ya que tenía el cuchillo en mi pantalón, había sido difícil sacarlo de la casa con la mirada de mi abuela siempre encima de mí.

—¡Vamos, Luke, sigamos jugando! —me gritó Alberto sonriendo.

—Si, juguemos por última vez —le dije caminando hacia él—. Ven, vamos al establo a ver a Darkness, es mi caballo.

—Si, ¿Vamos a montar?

—Ya veremos —sonreí caminando a su lado, entramos al establo y cerré las puertas, vi que se acercó despacio a mi hermoso caballo y entonces saqué el cuchillo—. ¡Alberto!

Esperé pacientemente esperando que volteara a verme, cuando lo hizo, vio el cuchillo y rápido comenzó a llorar, no entendía lo que sucedía.

—¡Luke!, ¿Qué haces, por qué? Yo no hice nada —añadió llorando.

—No llores amigo, no eres tú, tú no has hecho nada, el problema soy yo —dije enterrando el cuchillo en su pecho una y otra vez.

La sangre saltaba sobre mi ropa y sentía como su olor era como un perfume para mí, estaba feliz, muy feliz, aunque hubiera preferido que no muriera tan rápido, me hubiera gustado que sufriera más, murió antes de lo que pensaba; rompí cosas y rasgué mis ropas, limpié el cuchillo y lo escondí en mi pantalón.

Miré hacia la casa y al ver que nadie estaba cerca, salí dejando la puerta abierta, corrí gritando, diciéndole a mi abuela que nos habían asaltado y nos metieron en el establo, que había escapado quedando Alberto allí, que no sabía si estaba muerto o no, pero que no quería volver a entrar, lloré y lloré y nadie pudo hacerme demasiadas preguntas ya que me encontraba todavía en estado de shock, siguieron con las averiguaciones pero poco a poco se alejaban más de la realidad.

Es hasta que el día de hoy que sigo recordando la primera sensación, al ver como entraba el cuchillo en su pecho, era una sensación satisfactoriamente inexplicable.

Oscuridad En Mi MenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora