El pupilo de All Might

La confusión

Se vio rodeado de dos cuerpos musculosos, calientes y sudorosos, ese olor era el elixir que lo obligaba a caer en la misma trampa tentadora todas las noches. El rubio fogoso, ambriento de deseo sexual que marcaba su cuerpo sin respiro, el chico mitad fuego y mitad hielo que prometía hacerlo gozar hasta que sus piernas no pudieran mantenerlo de pie, el chicho explosivo que lo embestía como un animal en celo y hacía que todos conocieran su nombre gracias a los alaridos y gemidos que él daba, el bicolor que no dejaba que el placer desaparezca y utilizaba su boca y sus manos como armas de lujuria. Todo aquello le encantaba, sentía que se venía de solo pensarlo, era un chico tierno y dulce, amable, bondadoso, infantil incluso, pero ellos conocían fuertemente la otra cara de la moneda, aquella que dejaba ver de noche, ellos explotaban esa faceta suya, congelaban el momento y lo encendían cada vez más, y él era el niño tierno que se excedía cuando se trataba de sexo.
Intentó levantarse sin despertarlos, ellos parecían llevarse mejor cuando se trataba de esas cosas, seguían compitiendo, como siempre, pero en aquello él se llevaba la mejor parte o... La peor si se trataba de pensar en su pobre entrada.
Salió de los dormitorios a caminar un rato en la noche, a pesar de todo lo que había pensado anteriormente sabía que estaba mal, no podía tener una vida sexual tan ambigua si iba a convertirse en un gran héroe algún día, se sentó en una banca en el parque agachando su cabeza, ¿Qué diría la gente de él si llegasen a enterarse? Lo peor era que siquiera tenía dos mujeres a su alrededor, no, eran dos hombres, ¿Cómo se lo tomaría la gente si llegaba a ser un héroe reconocido y alguien se tomara la libertad de develar todo ese embrollo alguna vez? No podía exponerse de ese modo, All Might era tan respetuoso con su imagen que incluso no tenía esposa, ni se le conocía ningún amorío, como si fuera un ser inalcansable, perfecto, que no comete errores, que es puro en todos los sentidos, que solo tiene un propósito y ese era salvar vidas con una sonrisa. Justo cuando comenzó a entrar en razón, aceptar que lo que estaba haciendo estaba mal y debía dejarlo, aquel al que tanto admiraba se apareció.

- ¡A-all Might! -giró en su eje tras ver la sombra del héroe sobre él. Una risa sonó estruendosa pero agradable.

- ¡Midoriya Shonen! Todo está bien porque... -y entonces tosió y escupió sangre, el de cabello verde se asustó y se acercó a él.

- All Might... ¿Está... Está bien?

- Sí,... Creo que ya no puedo mantenerme mucho en esa forma -dijo mientras se sentaba en la banca, el chico a su lado lo vio sonriendo - ¿Algo te aflije?

- N-no, no todo está bien -respondió exaltado, ¿Cómo lo habría adivinado? Quizás su rostro lo dejaba ver mas claro de lo que él creía. De todas forma no podía decirle qué le ocurría, no a él, confiaba plenamente en su persona, ultimamente era como su padre, pero aquello... Le era imposible de contar, le daba realmente mucha verguenza.

- Puedes confiar en mí, dime -volvió a hablar tranquilo, como si estuviese oyendo todos sus pensamientos, y es que en realidad podía decirse que sabía bien lo que pasaba.

Había algo que no le estaba diciendo. Hacía unos días atrás lo había visto salir del dormitorio con Todoroki detrás de él, estuvo a punto de acercarse a saludar cuando observó que este le tomó la mano y le encajó un beso fugaz en la boca, se encojió de hombros y decidió ocultarse, fue entonces que comenzó a vigilarlo a una cierta distancia, los encuentros casuales con Bakugou en el baño también le parecieron un tanto extraños, y entonces, como si aquello fuera una película se remontó a su época, suspiró recordando cuando andaba en esa edad y le surgían esos altercados que no sabía como controlar, se vio a sí mismo reflejado en su pequeño sucesor, Midoriya no tenía un padre que lo aconsejara, que lo guiara, él podría ocupar ese lugar, y el verlo esa noche tan preocupado sirvió de incentivo para proponerle hablar del tema.
Midoriya suspiró, supo que All Might intentaba surgir en él un efecto de padre e hijo, no podía hablar con su madre de aquello, y si seguía guardándoselo tarde o temprano se enfermaría, necesitaba saber qué podía hacer, sin dudarlo más habló.