C­APÍTULO 1 INVASIÓN: LA PESADILLA EMPIEZA.

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Tenia seis años, el día comenzaba a enfriar, las aves empezaban a volar buscando sus nidos para pasar la noche que estaba muy próxima a llegar. Yo me encontraba de pie escuchando los regaños de mi padre; ¿la razón? logré escabullirme en el palacio, algo que no fue tan buena idea pues estaba recibiendo una enorme reprimenda.

— No puedo creer lo que hiciste, Sloan. ¿Tienes idea del nivel de gravedad de tus actos?

— Lo único que veo, es que pude infiltrarme en una fortaleza repleta de guardias —contesté.

Mi padre me dio la espalda, puso una de sus manos en su rostro y suspiró.

—Increíble, no es posible que pienses de esa forma — susurró, se giró para mirarme de nuevo y fue cuando noté la decepción en sus ojos—. ¿Crees que es motivo de orgullo todo esto? Tuve que movilizar a varios de mis hombres porque creyeron que un enemigo había logrado entrar. Si ellos no se hubiesen dado cuenta a tiempo que se trataba de ti, estarías herido o algo peor.

—Eso no sucedería si aceptaras entrenarme de una vez como es debido —respondí sin verlo a los ojos.

— Ya te lo dije, Sloan­, no será hasta que cumplas doce. ¿Por qué insistes tanto? Disfruta lo que queda de tu niñez, por Dios. —El rostro de mi padre mostraba mucha confusión.

— Eso es tiempo perdido... Podría invertirlo entrenando para convertirme en alguien como ustedes — alegué haciendo alusión a él y a mi progenitor.

— Sloan, ¡ya basta! ¡Dije no! —Eso último no lo recalcó de la misma manera como lo hacían con mi hermana... ella era muy pequeña, tenía apenas dos años, eso me hizo enfurecer.

—Quisiera que estos años se fueran de una vez para que me dejes de ver como un bebé — reclamé.

—Aún eres un niño... te guste o no —respondió.

Eso me hizo sentir frustrado, así que estallé.

— ¡No eres mi padre! No entiendo porqué te obedezco —grité.

Dicho esto eché a correr ignorándolo mientras él me llamaba, no quise detenerme, me sentía molesto y frustrado. Corrí hacia el bosque hasta que mis pies no dieron más y así cayó la noche.

Luego de unas horas deambulando, miré al cielo y logré distinguir la estrella que se veía cuando faltaba un poco antes del amanecer... Era muy tarde así que decidí que era momento de regresar. Me pareció extraño que mi padre o alguno de sus hombres no me hubiesen ido a buscar, aunque de cierta forma lo agradecí, aún me sentía molesto.

Mis pasos eran lentos, hasta que un intenso aroma a humo inundó mi nariz, aquello provocó que avanzara más rápido y que subiera la pendiente que me permitía ver la aldea. Me recibió la escena más espantosa.

Abajo todo estaba siendo devorado por las llamas. Tardé un poco en reaccionar pero cuándo lo hice empecé a correr en dirección a la aldea. Mientras mi respiración vacilaba y mi corazón latía a gran velocidad, rogaba en mi mente con todas mis fuerzas que mi padre, mi madre y mi hermana estuvieran bien.

Cuando llegué, la aldea era un completo caos, gritos de batalla y de dolor resonaban alrededor; cada vez que daba un paso encontraba cuerpos, desde hombres con insignias que jamás había visto hasta personas con las que había convivido desde que tenía memoria. Nunca había visto o experimentado lo que la guerra hacía... ni todas sus inclemencias.

Necesitaba concentrarme, debía regresar cuanto antes junto a mi familia; después de buscar un poco, a lo lejos encontré a mi padre luchando contra varios hombres, todos tenían las mismas insignias. Lo llamé pero estaba demasiado ocupado como para escucharme, corrí a más no poder con la intención de llegar hasta él, decía su nombre con insistencia.


Logró verme así que me detuve, noté que sus labios susurraron mi nombre y le sonreí en respuesta, pero una expresión de horror se formó su rostro y no entendía por qué... Hasta que sentí un fuerte golpe en mi nuca, mientras la luz se iba de mis ojos observé como mi padre se quitaba a sus oponentes de encima y corría hacia mí... luego, oscuridad absoluta.


***


Cuando volví en si, intenté abrir los ojos pero mis parpados pesaban, mi cabeza me daba vueltas y estaba desorientado:

—Por fin despertaste. —Escuché.

Mis ojos solo me ofrecían una imagen borrosa de mi entorno, cuando por fin se despejaron pude ver que quién me hablaba era un joven tal vez unos seis años mayor.

— ¿Dónde estoy? —pregunté aún débil, él me miro con compasión.

— Por ahora intenta descansar... Debes tener fuerzas para lo que vendrá.

Quise seguir preguntando, pero me sentía cansado, cerré los ojos, pero no por mucho pues mi mente recordó lo último que vi antes de desmayarme.

— ¡¿Do... Dónde está mi padre, Mi... Mi familia?! —exclamé alterado.

—Por favor, cálmate —respondió el chico un poco nervioso.

— ¡No! — vociferé levantado aún más la voz —. ¡¿Dónde está mi familia?!

El joven puso las manos en mis hombros rogando que me tranquilizara pero la puerta se abrió de manera violenta y seguido a esto entró un hombre con cara de pocos amigos. Vestía una armadura y en ella encontré la insignia que había visto en la aldea durante el ataque.

— ¡Cierra tu maldita boca, mocoso! —gritó.

Se acercó a grandes arcadas con claras intenciones de golpearme, me asusté, cerré mis ojos y...

Escuché, mas no sentí el golpe, cuando abrí los ojos noté que el joven que me había atendido estaba apoyado en la mesa, por su puesto: él se interpuso y había recibido el golpe en mi lugar.

— ¿Por qué proteges a este bastardo? —reclamó aquél hombre. El chico levantó un poco la mirada.

— No creo que a sus superiores les haga mucha gracia saber esto. — El hombre se enfureció aún más y levantó la mano para golpearlo de nuevo, sin embargo, el chico continuó—. Recuerde lo que dijo su general.

Me sorprendió notar que, a pesar de haber sido golpeado y de tener a medio paso a ese hombre, no parecía intimidado, incluso su mirada se veía tranquila.

El hombre se detuvo en seco, lo miró por un momento y tras gruñir se retiró, no sin antes mirarme con odio. Me quedé en mi lugar hasta que salió, luego me dirigí al chico.

— ¿Estás bien? — pregunté.

Giró su rostro para observarme y noté su labio roto. Me sentí bastante mal por él, después de todo, ese golpe había sido mi culpa.

— ¿Por qué lo hiciste? — cuestioné, más él guardó silencio.

— ¿Quiénes son ellos? —intenté de nuevo.

—Son... a quienes debemos servir a partir de ahora, nos consideran suyos... seremos sus peones. —Miró mis ojos y sonrió con ironía—. Bienvenido a Narkam.


*IMAGEN DEL CAPITULO*

Sloan y Keiden

Sloan y Keiden

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Recuerdos de un Guerrero #HB18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora