Nuestras decisiones nos definen

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-         Cuando quiera, señorita – dije divertido - ¿Qué pasa?, ¿No te gusta?

Voltee a verla solo para encontrarme con que estaba llorando, pero no era un llanto de tristeza, si no del que te da cuando recuerdas algo o a alguien querido, un sollozo de felicidad.

-         ¿Estas bien, Tori? – pregunté.

-         Si, no pasa nada Charlie – me dijo con una mirada que delataba como estaba reprimiendo todas sus emociones.

-         Tori, habla conmigo – la tomé de la mano mientras se lo decía y limpiando sus lágrimas la abracé – confía en mí.

Ahí fue cuando me lo contó... Ella había vivido en ese mismo vecindario cuando era pequeña, pero no en las calles a las que se le daba acceso al parque, por lo que cada vez que salía a caminar con su madre, solo se le quedaba viendo a los niños que jugaban en él, deseando ser uno de ellos.

-         Pero ahora estas aquí, ya entraste – dije tratando de animarla.

-         Si, sin mi madre – dijo ella algo triste – siempre dijimos que vendríamos juntas.

-         Tráela entonces, el día que me digas yo vengo con ustedes – dije con una sonrisa

-         Charlie, te lo agradezco tanto, pero no va a ser posible, ella... murió hace tres años.

Noté como la poca felicidad que su rostro había adquirido en los últimos minutos, se desvanecía por completo, adaptando una expresión triste.

Una parte de mi odia lo que hice después de esas palabras, creo sinceramente que desembocó todo el conflicto en el que estoy metido en estos momentos, pero siéndote sincero... si volviera en el tiempo, lo haría todo igual.

-         Ten... tómala – dije extendiéndole la llave. Al ver su rostro inundado entre tristeza y confusión le expliqué- Es la llave del parque, quiero que la conserves, ven las veces que quieras.

-         Charlie, no, no puedo aceptarla... es mucho – dijo tratando de contener la felicidad.

-         Acéptala, te la estoy dando de corazón – dije con una sonrisa en la cara mas grande que el edificio de su padre – No aceptaré un no y no creo que tu padre consienta que seas mal educada.

-         Ah, ¿Ahora me amenazas?, ¿Charlie, acaso piensas acusarme? – dijo en tono burlón – Demonios y yo que te veía muy mayor.

-         ¿Muy mayor?, cálmate bebita apenas eres un par de años menor – dije riendo.

-         Lo suficiente entonces para que nos vean mal por la calle – dijo burlona

Así pasaron los minutos y seguíamos riendo, me la estaba pasando tan bien que ni siquiera me di cuenta de la cantidad de mensajes que estaban llegando a mi teléfono, hasta que recibí una llamada lo volteé a ver.

-         Disculpa Tori, tengo que contestar esto – dije apurado, no quería que viera quien me llamaba.

-         Claro, no te preocupes, atiende – dijo sonriendo

Siguiendo a mi instinto me alejé lo suficiente antes de contestar y que bueno que lo hice ya que cualquiera que no supiera, pensaría que el teléfono estaba en altavoz.

-         CHARLIE, ¿DONDE DEMONIOS ESTÁS? – Los gritos de Samantha fácilmente se escuchaban hasta la manzana de en frente.

-         Sam, no grites, tuve que salir... ¿Llegaste ya a la casa? – Dije confundido. Por lo que había decidido salir con tanta seguridad fue porque ella me aseguró que iría a un club del otro lado de la ciudad.

-         Si, ya llegué a NUESTRA casa, ¿Y quien no está ahí?, ah claro TÚ – dijo en un tono molesto.

-         Ni voy a llegar por el momento Sam, así que relájate, tengo una gala muy importante y tengo que asistir – le dije, ¿Por qué tenia que darle tantas explicaciones?, pensé, ¿No podía conformarse con el hecho de que tuve que salir?

-         ¿Sabes qué?, has lo que quieras – Dijo indiferente y acto seguido, colgó.

Regresé con Tori con un enojo palpitante por cómo se había comportado Samantha, creo que era evidente porque en seguida y antes de que pudiera decir algo, Tori se acercó

-         Creo que está de mas preguntarlo, pero ¿Todo bien? – Dijo preocupada.

-         Problemas, nada que nos quite el sueño – Dije quitándole importancia.

-         ¿Seguro?, puedes contarme lo que sea, se que no tenemos mucho de conocernos pero sabes que...

Mi mente se quedó en blanco al escucharla hablar, apoyándome; aún sin saber que pasaba. Mi cabeza estaba tan clavada viéndola que no se dio cuenta cuando mi cuerpo hizo lo que había estado deseando hace mucho tiempo...

Si, la besé.

La gran prueba de CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora