The Hurts That Heal (UsUk)

Capítulo Único

Quien diga que ser un país es fácil, está totalmente equivocado. ¿Existe, acaso, mayor castigo que el de no ser dueño de uno mismo? La voluntad propia, la conciencia, si es que la poseen, no es más que un débil susurro en sus mentes el cual es constantemente callado por su otra conciencia, la real: la voz del pueblo. Al fin y al cabo, ¿qué es un país sin su pueblo?

Estos seres son sumamente egoístas y, de vez en cuando, también crueles, si pensamos, claro, que ellos harán todo por su pueblo (es decir por sí mismos) sin importar lo ruines que estos actos pudiesen llegar a ser. No obstante, dicha suposición adquiere cierto aire trágico y romántico al pensar que los deseos del pueblo no siempre coinciden con los de su país. ¿Cuántas veces, a lo largo de sus prolíficas vidas, su consciencia fue acallada por la voz de su pueblo y se verán obligados a actuar en contra de su voluntad?, ¿cuántas veces caerán en la más triste y cruda crueldad con tal de satisfacer a su gente? Esto no debería ser posible, ya que... Si todo el pueblo está de acuerdo en algo ¿cómo podría esto ser equivocado?

Como ya se ha establecido, también existe el pueblo, parte fundamental de cualquier país; un pueblo compuesto exclusivamente por seres humanos, seres cuya efímera vida se extinguirá. La experiencia es quien otorga el conocimiento, la gente que muere lo hace siendo sabía y los que nacen lo hacen siendo ignorantes, sin poseer conocimiento alguno de los adquiridos por la generación anterior, lo cual suele condenarlos a repetir sus mismos errores...

Imagina ahora un país, anciano sabio y cansado, obligado –debido a la ignorancia de su pueblo– a cometer una y otra vez los mismos errores.

¿Existe acaso un peor castigo?

1

No le afectaba en absoluto, no es que sintiese tristeza, solo que lo enojaba demasiado. No le afectaba, no es que sintiese un nudo en la garganta, menos cierto aún era que quisiese llorar. Vamos, ¿a quién le agradaría recordar una guerra que perdió?

Era eso, un amargo recuerdo, de esos que llenan de frustración, ya que, cuando lo analizas con la mente fría, dices "podría haber actuado de esta forma" o "si hubiera hecho esto..." y tu mente se pierde en un millón de posibilidades que podrían haber desembocado en un desenlace diferente. Y no es como si el pensar en todo aquello le causase un dolor peor al de una cuchilla incrustándose en su pecho, sólo... sólo necesitaba un trago.

Apretó con tanta fuerza el anticuado oso de peluche, que, de haber tenido vida le habría roto el cuello. Con grandes zancadas se dirigió al modular en cual se exhibían las bebidas alcohólicas más caras, protegidas por puertas de vidrio.

«Doscientos años pasaron» Le recordó la voz de su conciencia mientras que se servía una considerable cantidad de whisky en el vaso. ¿Por qué seguía doliendo tanto entonces, con tan considerable tiempo en juego?

Se tomó el líquido de un trago y procedió a servirse por segunda vez en una cantidad aún más abundante. Esto no ocurría seguido, no es como si siempre que se deprimiese acudiera al alcohol, pero, cuando lo hacía, era un viaje sin retorno. Con sólo sentir el olor del alcohol ya pensaba en la resaca que tendría al día siguiente, mas ni siquiera aquello fue suficiente para detenerlo.

Miró nuevamente el viejo y casi destruido peluche que había encontrado, el cual una vez había pertenecido a Estados Unidos, y, como si hiciese un brindis en su honor, se tomó el siguiente vaso, y el siguiente y el siguiente.

2

Los rayos del sol que atravesaron el cristal de la ventana abierta impactaron directo en su cara provocando que despertase. La jaqueca no tardó en aparecer, sentía como si estuviesen taladrado el interior de su cabeza. La luz de afuera no tardó en cegarlo de forma dolorosa, obligándolo a voltear mientras se maldecía a sí mismo por no haber parado su ingesta la noche anterior aun cuando era consciente de las consecuencias que acarrearía.