Capítulo 29: La librería

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—¿No tienes un horario específico?—. Inquirió Alfred ladeando su cabeza.

—No, solo sé que vendrán por mí a la noche—. Explicó nuevamente el británico tras negar varias veces con la cabeza.

—Bueno, aun es de día. Tenemos suficiente tiempo—. Y tras decir aquello el más joven tomó a Arthur por la muñeca mientras este se encontraba desprevenido, obligándolo así a seguirlo. —No me mates, pero tendremos que tomar muchos autobuses hoy—. Agregó acelerando el paso.

Si bien el sol no se encontraba en su punto más alto, aún faltaban más de cinco horas para que bajase de su pedestal y cediera su trono celestial a la luna.

Caminaron con rapidez hasta llegar a la parada de autobús, que por suerte se encontraba en la esquina siguiente al departamento de Alfred. Allí se sentaron, nadie más se encontraba en la parada, razón por la cual el estadounidense no se molestó en ocultar sus conversaciones con Arthur.

—Ya tengo todo planeado—. Exclamó alegremente. —Primero vamos a Mcdonals, allí comeremos rápido. Luego a unas pocas calles hay una pequeña reserva natural, siempre olvido su nombre. Eso podemos recorrerlo caminando, es una calle bastante bonita. Luego tomamos el metro y llegamos a la una biblioteca muy grande que tampoco me acuerdo el nombre. Justo en la calle del frente hay una tienda de antigüedades en la que podemos pasar, a ver si hay algo de tu época.

—No creo que guarden cosas tan anti...

—Luego vamos al museo-. Continuó Alfred como si ni siquiera hubiese escuchado aquella intervención. —Después de eso otro autobús nos deja en los videojuegos. Pediremos pizza y luego vamos al cine.

—¿No te parece mucho?—. Inquirió Arthur arqueando una de sus cejas. —Es demasiado para hacer en un solo día. Además... suena agotador.

Alfred, quien seguía pensando en más actividades que realizar cesó abruptamente con su parloteo al escuchar aquello.

—¡Es todo lo que debimos hacer durante todo este tiempo!—. Explicó indignado. —¿Cómo puedes estar tan... indiferente?

—No estoy indiferente, solo que estas planeando todas esas cosas sin siquiera preguntarme, ¿Qué tal si tan solo quiero un poco de tranquilidad antes de partir? Te recuerdo que yo soy el mayor implicado en esto.

—¿No... no quieres estar conmigo?—. Volvió a preguntar el más joven cambiando su expresión por un infantil puchero.

—Nunca dije tal cosa—. Respondió el británico desviando su vista rápidamente debido a la ternura que dicha mueca le había provocado. —Simplemente, no tengo ganas de recorrer todo el país, además sería molesto que te deprimieses si no llegamos a hacer todo eso, tampoco me causa la gran ilusión el tener que pasar mis últimos momentos en este mundo aguantando tus berrinches de mocoso.

—Pero...

—No voy a pelear contigo ahora—. Le interrumpió secamente.

—¡Bien, haz lo que tú quieras!

Esas palabras quedaron resonando en la cabeza de Arthur. "Lo que tú quieras" ¿Qué quería? Al preguntarse eso, en su mente se forjó una nueva realidad, en la que daba unos cuantos pasos hacia adelante hasta quedar frente al muchacho quien lo observaba atónito, con un hábil movimiento le quitaba los anteojos para dejarlos caer descuidadamente sobre el sillón, Alfred estaba a punto de decir algo al respecto, pero callaba rápidamente tras perderse en la determinación que destilaba la mirada del británico. Entonces Arthur posaba una de sus manos en la mejilla del estadounidense, la otra en su cintura para poder acercarlo más, los labios del muchacho se entreabrían, la distancia se acortaba sus labios estaban a punto de juntarse.

Fairytale (usuk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora