CAPITULO 6. Éste hombre fue alcanzado por un rayo

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-¡Éste Hombre fue alcanzado por un rayo!

-¡Rápido, la camilla! Hay que meterlo a la ambulancia.

-¡No tiene pulso, su corazón se detuvo!

-¡¿Está muerto?!

uno de los paramédicos comenzó a darme golpes en el pecho para tratar de impulsar mi corazón, luego de quince largos minutos de reanimación cardiopulmonar y de desfibrilar mi corazón tres veces; volvió el pulso.

La ambulancia se dirigía al hospital más cercano, los paramédicos no podían creer lo que había ocurrido. se preguntaban a cada rato, cómo es que pude sobrevivir a un rayo.

en el hospital me atendieron varios cirujanos de trauma. los doctores hablaban muchas cosas sobre mi: Que mi presión sanguínea y mi pulso estaban estables pero que mis funciones neurológicas se encontraban bajas por el impacto del rayo y por un trauma craneoencefálico. 

Tendría dificultad para mover mi cuerpo por un tiempo y también problemas al respirar, además de una posible pérdida de memoria, y, que no vería nada por un tiempo. lo que me había ocurrido no era algo común, estaban impresionado de como pude sobrevivir al accidente; aunque el rayo no haya sido directo.  Los médicos rápidamente evaluaron la situación y comenzaron un tratamiento de emergencia llamado protocolo de crioterapia con hielo. Donde usaron un catéter con solución salina para enfriar todo mi cuerpo y con ello frenar la inflamación cerebral, para así permitir que la sangre fluyera con normalidad de nuevo.

todo salió excelente, el tratamiento  había funcionado. Pero hubo un problema, no despertaba; no abría los ojos.

A mi alrededor todo era tan oscuro, daba la sensación de estar en una noche sin luna, flotando cuesta abajo por un sendero sin salida. A lo lejos pude escuchar una voz, era de una mujer. Ella detuvo mi caída hacia la nada, sentí el calor de sus manos detener mi cuerpo. Y como un tonto divagaba por por todos lados; mucho tiempo. Siempre me perdía tratando de hallar aquel aroma que desprendía cuando hablaba. escuchar su voz me hacía creer que estaba de alguna forma a mi lado. Yo no tenía memoria para darle rostro a aquella voz.

Ella reconfortaba mi alma perdida en este vacío sin fin. tan solo el saber que podía escuchar aquella voz suave y sanadora, llenaba mi corazón de alegría, de esperanza. 

No sabia cuanto tiempo había estado rondando por esta oscuridad, en este sueño tan horrendo esclavizado a estar solo por el resto de mi vida en este tipo de infierno ¿Estaré pagando una condena puesta por Dios? Muchas veces, ya no recuerdo cuantas, escuché susurros; otras veces los susurros eran hacia mi, como si me viera, como si me pidiera que despertara de este agonizante sueño, como si supieran que yo podía escucharlos. Yo, solo esperaba morir y hallar el Tártaro o el Valhalla, quizás aquel infierno descrito por Dante. 

Hasta que por fin encontré la luz al final del túnel. Fue como un destello cegador, como si mirara directamente al sol en su punto más alto. Poco a poco los volví a abrir, muy sutilmente para no lastimar a mis ojos. siluetas fueron apareciendo. Vi formas; los colores nacían ante mi. Jamás había apreciado algo tan simple como una pared azul o una cortina color caqui. 

Dos de mis sentidos se encontraban en ejecución, uno de ellos a una marcha menor que la otra. todavía mi cerebro no reaccionaba completamente, mi vista se perdía entre las cuatro paredes que me rodeaban. Intenté levantarme de la cama en la que me hallaba, no pude; no sentía mis piernas ni mis brazos. Comencé a desesperarme pero luego de muchos intentos moví mis dedos, luego mi mano y finalmente con bastante cosquilleo; mis brazos. 

al mirar a mi alrededor deduje que estaba en un hospital. Reaccioné al mirar una silueta situada en la puerta del cuarto, era una mujer que se hallaba atónita con las manos en su boca. Ella, era delgada con una piel dorada; su cabello negro lo llevaba recogido. Lo cual hacía notar más aún unos hermosos ojos color verde jade. Tenía una expresión de sorpresa en su rostro. 

—Hola. por fin has despertado. siempre me pregunté cómo sería tu mirada y tu voz al despertar.

inmediatamente busqué en los archivos más recónditos de mi mente, pero simplemente era como si esta la fuesen formateado, sin ninguna copia de seguridad o respaldo.

–¿quien eres tu? pregunte asustado. 

ay, es verdad, lo siento mucho señor de la O. acercándose a mi cama. Es cierto, no me conoce, olvide por completo que habías despertado. es que... no puedo creerlo, ¡despertaste! dice alegrandose mientras toma mi mano. ¡por fin despertaste!

mi mirada era crédula y llena de nervios.

Ella, era tan expresiva que me asustaba su confianza.

-Yo no la conozco. Le dije, mientras apartaba mi mano.

-Si, bueno, en realidad no nos conocemos señor de la O.  Me llamo Mía, Mía Bacchelli, suelo hablar con usted desde que comencé a trabajar aquí hace un mes

-¿llevo aquí un mes? ¿por qué estoy aquí, qué me pasó?

–Tuvo un accidente, ¿No recuerda?

–no, no logro recordar absolutamente nada.

-Respire por favor. mientras se ponía de pies, ¿no recuerda nada del accidente?

—No. Dije nuevamente. Mi voz se escucho rara y ahogada, como si me faltara aire. comencé a desesperarme, observaba mis manos ¿por qué no logro recordar nada, por qué mi mente está en blanco?.

–por favor, señor de la O, tranquilícese. espere, llamaré al doctor.

No sé en qué momento se fue pues mi mente estaba en otra parte, como si escarbara en cualquier sitio en un playa intentando hallar algo. Miré mis brazos y me quité la aguja que tenía en uno de ellos, aún no podía mover mis piernas y maldecía fuertemente a mis adentros por ello. Como pude me acerqué a la orilla de la cama y me lance al suelo. Escuché caer en seco mis piernas, me dolió; al igual que me dolía el hombro izquierdo por la caída. En mi mente solo pensaba en salir de este lugar. 

-¿quién soy, qué me pasó, qué carajo estoy haciendo aquí? Pensaba.

La enfermera llegó con el doctor rápidamente a la habitación. Éste se me acercó. Dos enfermeros me ayudaron a volver a la cama.

—por favor mantenga la calma señor Virgo.  Le explicaré todo lo que ha sucedido y porqué está aquí. 

—¿Quién es usted?

—Soy el Doctor Stefano, y ella. Señalando a la mujer. Es la enfermera Mía, estuvo a cargo de cuidarlo todo este tiempo.

—Me quiero ir, necesito salir de aquí.

—si, entiendo perfectamente señor de la O nadie quiere estar en un hospital. Se irá, pero necesito que coopere con nosotros para ver cómo sigue usted y luego le daremos de alta. De todas formas sus heridas han sanado, sólo será un chequeo general para verificar que todo esté en orden. 

Mi mirada era crédula ante sus palabras, pero si eso era lo que hacía falta para irme, lo haría. 

—Esta bien. Contesté.

Luego de un rato logré recuperar el control de mis piernas.  Al finalizar el chequeo entra el doctor a la habitación.

Señor de la O. Aquí tengo las pertenencias que cargaba el día del accidente.

Al ojear la bolsa tenía una billetera, tenía algo de dinero y solo una factura de compra.

—¿Solo esto?

—Si, es lo que llevaba en su pantalón. Bueno señor Virgo, me alegra decirle que usted se encuentra bien, solo debe tomarse éstas pastillas por si siente cansancio o mareos. 

Al salir del hospital observé que llevaba por nombre "fate bene fratelli". Qué pésimo nombre para un hospital. Pensé. 

—En eso sí estamos de acuerdo. Escuché una voz en mi mente. ¿Quién le pondría: "haz buenos hermanos" a un hospital?

—Debo estar volviéndome loco. Susurré.

Todo el Tiempo a tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora