CAPÍTULO 8. ¡Mierda, Otra vez no!

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Mía me hala de la franela hasta sentarme, sin despegar sus labios de los míos. Y como una Pitón a su presa, sus brazos comienzan a rodear mi cuello, al mismo tiempo los mios aprisionan su cuerpo a mi pecho. Su mano tira de mi cabello con fuerza, como si frenara a un potro salvaje en plena galopada, También lo hago. Comienzo a besar su barbilla, su cuello, su garganta; siento como acelera su ritmo al moverse y su corazón al latir. El Shinkansen de Japón transcurre lentamente ante la velocidad de nuestros corazones entregado en este placer.

Me quita la camisa y por un momento todo se calma. Detalla mi rostro, mi pecho, mi abdomen. Acaricia los vellos de mi pecho y luego me mira fijamente. Me quedo observando y degustando el sabor que dejó en mis labios; una y otra vez. 

Quita sus manos. Se quita la camisa y yo me  deshago de su brasier. Mis manos tocan todo su cuerpo, su fantástico abdomen, su estrecha cintura y sus pequeñas pero levantadas fuente de alimentación. Y como un imán vuelve a jalar mi cuerpo contra el suyo, sintiendo y volviendo uno solo nuestro calor corporal. 

El segundo round comienza, intensas rafagas de besos y caricias por todo el cuerpo. Ella es quien se lanza de espalda al sofá Jalandome con ella, queriendo hacer sumisión a todos mis sentidos. Ella es, como tirarse desde el salto ángel sin paracaídas;  caí en él, y me perdí en el laberinto ilusorio de ésta pasión desenfrenada. 

La ropa que nos faltaba por quitar, ya por el piso rodaba. Ésta vez fui yo quien la atraje, recostandola a la pared de mi pecho, haciéndola mía. No había marcha atrás ya el pecado se había cometido.

Fue como estar en invierno y entrar en aguas termales. Todo tan caliente y divino queriendo salir nunca de ahí. 

Ambos nos bañamos en esas aguas, disfrutando del vaivén de nuestros cuerpos. Nos dejamos llevar por la corriente de aquella calentura deliciosa, deseando la eternidad. 

Sus palabras cortas y repetitivas era el clímax, hacía explotar mis oídos y la vez, mi imaginación viajaba a la estratosfera. Fue tanta pasión que el magma encontró el punto débil para que el volcán hiciera erupción. 

Nos encontramos exhaustos tirados en el sofa. El efecto del alcohol se había evaporado en aquellas llamas. Nos miramos apenados y sonreímos. Tomó su ropa y se vistió. hice lo mismo.

Hubo un silencio incómodo en todo el departamento por un largo rato. Me bañé, me vestí y me acosté. Ella no salió de su cuarto luego de haber tomado su ducha.

Acostado en el sofá me comenzó a doler la cabeza. Comenzaba a recordar pequeñas cosas 

-vamos que tu puedes campeón, ¿No me has extrañado?

-¿Quién eres, por qué te escucho en mi cabeza?

-Soy tú pero más apuesto e inteligente.

Decido ignorar la voz y voy por un vaso de agua. No me di cuenta pero estaba empapado de sudor. En ese momento aparece Mía que también estaba sedienta y me ve allí parado, también nota mi sudor excesivo. 

-¿Por qué sudas tanto?

Comienza a tocarme y se da cuenta que estoy prendido en fiebre. 

Me sentía mareado y casi no podía hablar; sentía que la cabeza me iba a explotar y me costaba abrir los ojos. 

Mía me llevó de la mano hasta su cuarto recostandome en su cama. Buscó un edredón y me arropó con el para que sudara la fiebre. Me colocaba trapos húmedos en la cabeza. Y cada cierto tiempo medía mi temperatura pero no bajaba de los 39 grados. 

Tanto fue que me quedé dormido, y supongo que ella también.

Un destello de luz aparece ante mis ojos, parpadeo varias veces. Mi vista se aclara un poco, me hallaba en un pasillo; algo familiar. Caminé por más de treinta metros. Era confuso. Escuché un disparo seco, el sonido hacía eco en todo el pasillo. Corrí, tan rápido como pude. Un charco de sangre apareció ante mis pies y un cuerpo boca abajo en el piso; era una mujer. Había una flor tirada un poco más allá del cuerpo. Blanca como la nieve y empapada en sangre. 

Todo el Tiempo a tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora