CAPITULO 9. Orgullo herido

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Volví, sí, de nuevo. Me levanté sin flojera ni cansancio, sin preguntarme qué había ocurrido. Sólo caminé hasta la cocina y no había rastro de ella. Preparé una taza de café bien cargado y comí unas rebanadas de pan tostado con mermelada de fresa. Revisé mi teléfono. Abrí la bandeja de mensajes. Para sorpresa mía ahí estaba el mensaje enviado a Lis. Fui al inicio. 9 de septiembre. 7:58 am. Algo no coincidía.

Al ver otra vez el mensaje me fije que había algo en la fecha. 9 de septiembre. 11:58 am.

Que sensación más extraña la que recorría mi cuerpo. El mensaje estaba ahí pero ya lo había enviado hoy mismo ¿Qué mierda tan extraña es esta? Decido ser incrédulo y verifico el periódico y luego enciendo el televisor y rectifico la fecha y la hora. Todo coincide. 

Mi respiración se agita. Tomo mi cabello queriendo arrancarlo. Ésta situación me está volviendo loco -¿Qué clase de brujería es ésta? ¡Piensa Daniel!, ¡piensa! Digo.

Realmente nada fue un sueño. Bueno, más bien una pesadilla. Todo lo que ha pasado ha sido cien por ciento real, y no producto de mi imaginación.

-¿Quiere decir que ella está viviendo lo mismo que yo? No solo ella, él también; ambos están aprovechando ésto que está sucediendo. 

La rabia, hizo que pegara un grito seco que se escuchó por toda la casa, apagó el silencio que había. Tenia que desahogar la rabia que empapaba mi corazón en éste momento. 

-Debe estar con él. Le hablo a mi reflejo en el espejo del baño. Lo presiento. Me ducho y arreglo para salir. Reviso el teléfono para ver si se encontraba de nuevo en aquel lugar. La ubicación dió lugar al aeropuerto Heathrow. ¿Pero qué es esto? Lo fue a buscar al aeropuerto? 

-Es una zorra, una maldita zorra.

Le marqué a su número. Pero una voz dentro me dijo que colgara que no le dijera nada y que aprovechara la situación para vengarme. 

Tomé mi portafolios y bajé. Esperé que pasara un taxi. 

Señor, ¿de casualidad conoce usted alguna armería? 

-Está usted con suerte, señor, justo iba donde mi tío. El administra una no tan lejos de aquí.

-¿Suerte? Lo dudo. Hoy es el peor día de mi vida. 

-Pero si aún no acaba señor. Recién comienza el día.

-Créeme, ni acabará. 

El señor se me queda viendo un tanto asustado. Lo noté. Yo solo visualizaba la calle, los autos. Pero mi mente estaba ardiendo de tantos sentimientos encontrados. La cabeza me latía a mil por horas.

-Llegamos. 

-¿Cuánto le debo?

-Cortesía de la casa. Creo que no ha tenido un buen día. Quiero aportar algo positivo.

-Muchas gracias señor.

-No hay de que.

-Abre tío, aquí traigo tu comida. 

Al fondo se escucha una voz. Ya voy, ya voy.

-Buenas tío, aquí le traigo un cliente. 

El señor me mira de arriba abajo. Buenos días joven.

-Buenos días señor.

Entramos, visualice todas armas. Rifles, fusiles, pistolas, granadas... Todo, había de todo. Me sentí abrumado y a la vez arrepintiendo. 

Cuénteme joven, ¿Por qué y para qué está buscando un arma?

-seré franco con usted, señor. Tengo miedo, ya son dos noches seguidas que han intentado abrir la puerta mi casa en la madrugada y mi novia no quiere estar sola. Dice que tiene miedo. Y yo no sé qué hacer. Llamamos a la policía pero dicen que quizá es producto de nuestra imaginación. Que el vecindario donde vivimos es una zona tranquila. Qué si alguien fuese querido entrar ya lo habría hecho.

Todo el Tiempo a tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora