Two - Headed Boy (Invisible Boy Serie)

Tercera parte: Primera temporada

Capítulo 3: Primera temporada

TERCERA PARTE

El cazador que hay en Sam se despierta en mitad de la noche. Escucha el sonido de una ventana abriéndose abajo, tal vez en la sala de estar.

No está somnoliento, ni asustado, ni inseguro. Hay alguien más aquí, en su casa. Puede sentirlo, puede sentir hasta el temblor de la adrenalina en sus manos vacías mientras baja las escaleras, con pasos silenciosos.

Todo es luz de luna aquí abajo, sombras y reflejos pálidos a través de la ventana abierta en los viejos pisos de madera, y sabe dónde pisar para evitar que crujan. Hay una silueta recortándose a través de una puerta y su corazón vuela directo a su garganta, atrapado contra su lengua, revoloteando. Todos sus sentidos están agudizados, afilados como cuchillos. Su piel está erizada por la futura lucha, los músculos tensos para pelear, doloridos por el entrenamiento recordado en segundos.

Fue entrenado para esto. El repentino peligro lo está mareando.

Espera y se abalanza en el momento preciso, cuando el hombre está de espaldas él, cuando todo en él se tensa y se libera como un resorte.

El tipo se defiende, eficaz y rápidamente.

Es hermoso, la sensación de tener huesos y músculos duros golpeando los suyos otra vez. Su aspirante a asaltante/asesino/ladrón telegrafía cada uno de sus movimientos como si hubiera estado observando a Sam, estudiándolo durante meses, viendo su cuerpo en acción y planeado todo esto hasta la última patada.

Parece que va a continuar por siempre, como un baile. Su mejilla derecha pica de un puñetazo perfectamente aterrizado, sus nudillos ardiendo por el contacto con un cuerpo que no perdona. Está siendo vencido y está furioso, un poco asustado ahora. Las sombras se beben al hombre, lo envuelven por completo hasta que Sam cae repentinamente sobre su espalda, con todo el aire fuera de sus pulmones.

Una voz llena sus oídos antes de que siquiera pueda tomar un respiro, y el mundo entero se reduce a una sola persona encima de él, a su hermano. A Dean, que tiene su mano sobre el corazón de Sam para mantenerlo donde está, cuya sonrisa es demasiado brillante para los años que los separan, para las palabras no dichas que se extienden como kilómetros de hilo entre sus cuerpos, cada una clavada como un alfiler en su piel.

—Tranquilo, tigre —, como si hubieran estado entrenando toda la tarde. "Tranquilo, tigre", como si esto fuera lo que hacen. Como si se hubieran tocado todos los días durante los últimos dos años, como si Sam no hubiera olvidado cómo suena la voz de Dean. Como si su piel no estuviera ardiendo en cada lugar en el que le está tocando, como si su corazón no estuviera golpeando la parte de atrás de sus dientes, amenazando con saltar, para ir directo a Dean, justo donde pertenece.

Dean.

Son apenas las tres de la madrugada cuando Sam arroja su mochila en el asiento trasero del Impala, el sonido de la puerta al cerrarse haciéndose eco a través de la tranquilidad de su vecindario. Miró de nuevo al apartamento, a la luz encendida en la ventana de su habitación y la de Jess. Sus plantas son visibles incluso desde aquí, cosas felices, bien cuidadas que ella tiende a tratar como sus hijos. Incluso las dos que viven en el afeizar tienen nombre. Pete y Townsend.

Dean ya está en el coche, el motor apagado. Está esperando con una paciencia asombrosa, a pesar de que la mano de Sam ha estado en la manija de la puerta por más de unos pocos segundos.

Sam recuerda que casi no les queda leche, y que se olvidó de ponerlo en la lista de la compra que tienen en la puerta de la nevera. Tendrá que llamarla por la mañana para recordárselo.