cuatro

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Abro los ojos.

Al principio tenía una sensación de bienestar. Pero ese sentimiento solamente dura el tiempo suficiente hasta que te despiertas y no tienes la menor idea de dónde estás o de lo que ha pasado o con quién estás. Absolutamente nada. Es como si hubieras renacido. Pero entonces todo vuelve y recuerdas lo que pasó ayer, y antes de ayer, y el mes pasado, y años antes. Recuerdas todo lo que intentabas olvidar y ese sentimiento de pena y melancolía regresa a tu lado.

Mi habitación está oscura. Debe de ser tarde.

El único sonido que percibo se encuentra fuera, en el vestíbulo. Los médicos gritan y los pacientes corren a través de los pasillos.

Me incorporo y camino hacia el cuarto de baño. Llevo conmigo la máquina que se encarga de introducirme por vía intravenosa la medicación, también llamada gotero.

Cuando cierro la puerta detrás de mí contemplo mi reflejo en el espejo. Tengo cortes y moretones por toda la parte superior de mi cuerpo. Llevo un ojo negro y la piel que se encuentra alrededor de mi mejilla está magullada y pequeños cortes están esparcidos por ella.

Me veo horrible.

Parece que esté muerta.

Mi piel está pálida como la de un cadáver y mi cabello está despeinado y con un montón de nudos. Giro mi rostro y espero que el agua se vuelva caliente. Cuando lo hace la estampo contra mi rostro. Sé que se supone que no puedo salir de la cama pero no he caminado en días y solamente necesito mover las piernas.

Desearía que mi madre estuviera aquí. Se hubiera sentado a mi lado todo el tiempo que hubiera pasado en la cama. Como la vez que tenía ocho años y tenían que extirparme las amígdalas. Ella durmió en una silla al lado de la cama, y por la mañana estuvo siempre ahí esperando para que me despertase con una caja de helados.

Antes de esto nunca me dí cuenta cuánto echo a mi familia de menos. Ya no tengo a nadie. Soy la única que queda...

Siento un nudo en mi estómago y a mi corazón desprenderse. Mi vista empieza a nublarse cuando me doy cuenta de que mis ojos están cristalizados. Quiero llorar. Llorar hasta que no quede nada más dentro de mí.

Las lágrimas empiezan a descender lentamente por mis mejillas, y entonces comienzo a sollozar entre mis manos. Mis brazos se vuelven frágiles cuando desciendo hasta el suelo de baldosas. Cierro mis ojos intentando parar el llanto, pero no puedo.

Me siento en ese mismo lugar con los ojos cerrados hasta que siento una mano retirar mis lágrimas. Abro mis ojos despacio y contemplo a Harry inclinándose a mi lado, su pulgar presionado contra mi mejilla.

Me aparto, deslizándome por las baldosas que cubren el suelo.

-Hey -murmura-No llores. No deberías estar llorando.

- ¿Perdón? -entrecierro mis ojos.

-Eres fuerte. No deberías llorar.

Muevo mi cabeza.

-Era fuerte. Ahora ya no.

-Lydia, sigues siendo fuerte. Te conozco incluso más de lo que te conoces a ti misma.

Me quedo quieta en suelo e intento alcanzar el pomo de la puerta, pero antes de que pueda abrirla la mano de Harry se posa sobre la mía.

Abro la puerta de todas maneras y camino de vuelta hacia la cama.

-Por favor, déjame sola -musito.

Él se sienta en la silla y suspira.

-Lo siento Lydia... pero no puedo -se encoge de hombros y cruza sus piernas.

Illusion h.s || Español Donde viven las historias. Descúbrelo ahora