¿Por qué, Adam?

C9: Cuida tus palabras

Lunes, 24 de octubre

El lunes fui al colegio dándome cuenta de que me faltaban dos cosas. La primera: Sacha, quien seguramente seguía en su casa esperando que sanaran sus cortadas para poder volver al colegio sin que el Director Clark le dijera que era una cabeza hueca. Y la segunda: El típico mensaje de buenos días de Zack.

Las cosas al parecer iban a continuar empeorando, pero a pesar de todo seguía positivo ante la vida, y tenía fe en que esto iba a solucionarse más temprano que tarde. Me senté en una banca cerca de la entrada del colegio. Vi a Adam cruzando la puerta. Pasó por frente de mí y ni siquiera volteó a verme. No tenía ganas de hablar con él, sólo esperé que al menos me saludara, pero no lo hizo y lo quede mirando hasta que cruzó en el pasillo. 

Sentí mi estómago rugir así que saqué el desayuno que me había preparado mi madre de mi mochila. Comencé a comer ese rico sándwich de mortadela que me hizo sentir bien por unos momentos, hasta que se me comenzó a acercar caminando muy rápido; Andrew Patterson, o cómo todos le llamaban: ''Drew''. El chico más gay, pero popular de todo el colegio. Era amigo de todos en nuestra clase. Con excepción de Sasha y de mí.

Desde un principio pensé que íbamos a ser amigos, no los mejores, pero que al menos íbamos a llevarnos bien. Drew y yo no teníamos mucho en común, lo más resaltante era; que a ambos nos gustaba el mismo chico, así es, a ambos nos gustaba Zack Jones.

Es una larga, larga historia, pero, es tan buena que en mi opinión merece ser contada. Además, ya pasó un buen rato desde que no hago una retrospectiva, así que hagámoslo.

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Cuando conocí a Zack el pasado dieciséis de agosto, en ese evento de videojuegos, primero que nada, nos hicimos amigos; hablábamos todo el día, toda la tarde y toda la noche. 

En la mayoría de los mensajes que me enviaba, decía que, simplemente no podía asimilar lo lindo que era yo. Lo cual me hacía sonrojar, pero sin dejar de pensar que estaba exagerando, porque lo hacía. 

Nuestra primera cita..., pues, no fue tan típica: Me invitó al bar de sus padres un sábado; fue por mí hasta mi casa con su madre en un auto negro, junto a un par de sus amigas. No estaba nada seguro de ir a esa cita, porque, no solo era mi primera cita con él, sino que era mi primera cita con cualquier chico, y era mayor que yo; me sentía como un niño pequeño, y tan sólo era un año mayor que.

Su madre habló con la mía al llegar a mi casa, y mamá dijo que estaba de acuerdo en que saliera con ellos, siempre y cuando me trajeran a casa antes de la 1:00 a.m. Así que subí a su auto y su madre comenzó a conducirlo.

—Y bien... —dijo su madre, mirándome por el retrovisor del auto. Zack estaba sentado adelante y sus amigas me acompañaban en el asiento trasero —. ¿Cuál es tú nombre?

Recordé que Zack me había dicho que su madre era algo obsesiva y prejuiciosa, y que sólo actuara lo más natural posible delante de ella, para que no sospechara que estábamos teniendo una especie de cita secreta.

—Me llamo Bradley —le contesté, cómo si no supiera mi propio nombre.

—¿Vas al mismo instituto que Zack?

No sabía que contestarle sin actuar tan sospechoso, y eso es lo que me hacía ver mucho más sospechoso.

—¡No, mamá! —reprochó Zack —. Bradley aún está en secundaria.

—Eso tiene más sentido. Luce cómo un niño, cómo para estar en la universidad.

El camino fue un poco largo gracias al tráfico. Una vez llegamos al bar, me senté en la barra y sus dos amigas una a cada lado mío, quedando yo en medio de ellas.