C17: Vandalistas

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Llegué a mi casa, tiré la mochila en mi habitación y fui a la cocina por un vaso de agua.

—Oye, Brad —me dice papá sentado en la mesa de la cocina —. ¿Qué harás esta noche?

—Es lunes, papá —le contesté con la cabeza metida en el refrigerado —. ¿Qué podría hacer?

—No lo sé, siempre sales y nunca nos dices a dónde vas.

Cierro el refri. Di un trago a mi vaso de agua y luego lo pongo sobre la mesa.

—Pero, esta vez no iré a ningún lado, ni siquiera me han dejado tarea.

—¡Eso es perfecto! —dijo —. Porque iremos a un restaurante comida china esta noche.

—¿Comida china? —le pregunté emocionado —. ¿Hablas enserio?

—Muy enserio —afirmó —. ¿Por qué no invitas a tu amiga Carla a cenar con nosotros?

La razón por la que mi padre quería invitar a Carla, era porque pensaba que ella y yo podríamos gustarnos en el fondo, pero, que va. Además, quería tener una cena sólo con mis padres.

—No. Quiero tiempo con ustedes.

—Bueno, nos iremos a las siete, al restaurante nuevo que está a un par de cuadras de aquí.

Eso me subió un poco el ánimo, porque en serio amaba la comida china. Sí, lamento que mí estado de ánimo suba y baje tal como una montaña rusa.

Esa noche a las siete, exactamente, salí con mis padres al restaurante chino.

Al entrar, una señora asiática nos dio la bienvenida y nos llevó hasta una mesa. El restaurante estaba prácticamente vacío, sólo había una pareja cenando solos al fondo, donde había poca luz, y a veces está mal ser tan observador, pero estaban manoseándose.

Nos sentamos, miré hacia arriba de nuestra mesa y había un candelabro muy bonito colgando del techo. Con mi suerte, quizá se desprenda y caiga encima de nosotros. La asiática se acercó y nos dio tres menús, tomé uno y comencé a leerlo.

—¿Qué ordenarás? —le preguntó papá a mamá.

—No lo sé, todo se ve bien —contestó ella.

Yo seguía mirando el menú, y entonces sonó mi celular, miré a mi madre por encima del menú y me dijo:

—No usarás el celular mientras cenamos.

Le dije que no estábamos cenando aún. Dejé caer el menú sobre la mesa y saqué mi teléfono de mi bolsillo sin darle importancia a que mamá estuviese a punto de volverse loca. Me había llegado un mensaje de Connor que decía:

—Hola, Bradley Collins.

Cuando lo leí, me alegró por un segundo, tanto cómo para articular una ridícula sonrisa torcida. Sí, Connor me hacía feliz sólo con enviarme un puto mensaje. Iba a contestarle rápido, antes de que mi madre se irritara por completo de mí, usando el teléfono en la mesa, pero, entonces recordé lo que me había dicho Adam esa mañana: que no debía confiar en Connor, por alguna razón que no conocía. Es difícil confiar en lo desconocido o..., simplemente en lo que no entendemos.

Pero, no, no dejaría de hablar con él. Sólo sería un poco precavido a partir de ahora, aunque se me pasaba por la mente, que ellos, dos tenían mucha más historia de la que había escuchado y de la que pensaba.

Bradley.

—Hola, Connor Hart. Linda noche.

Connor.

¿Por qué, Adam?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora