C6: Siete días y adiós

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Martes, 18 de octubre

Acababa de llegar al colegio con Carla. Miré a Sasha sentada en una banca cerca del pasillo, así que me acerqué a ella y Carla se fue en dirección contraria.

—Hey, Sasha —dije saludando con la mano

—¿Me acompañas a la cafetería?

Me parecía bien, pensaba comer allá mi desayuno. Sinceramente, mi amiga se notaba algo distinta mientras caminábamos por la vereda. Silenciosa, y no dejaba de mirar hacia abajo.

—¿Todo... está bien? —le pregunté llevando mi cuello hasta su altura.

—Sí —contestó, reanimándose —. ¿Por qué no lo estaría?

—Sólo pregunto.

Entramos a la cafetería, empujando ambos la pesada puerta de cristal y dejando escapar el aire frío de esta. Nos sentamos como un par de flojos en la mesa mas cercana a la entrada. Pensaba en pedirme un café o algo así para acompañar mi sandwich.

—¿Todo bien con Adam? —me atreví a preguntar otra vez. La respuesta debía salir a la luz.

—Sí, Bradley —oh no, comenzaba a hartarse de mí —, todo genial.

Apreté los labios y llegó el incómodo silencio. Saqué el sándwich de mortadela que me había preparado mi madre de mi mochila, luego lo saqué de su empaque. 

La campanilla encima de la puerta de la cafetería sonó y ambos volteamos a mirar. Era quien más esperábamos, por desgracia.

—De echo ahí viene...

Adam entró a la cafetería buscando a alguien, y ese alguien al parecer era Sasha, porque al mirarla se acercó a nuestra mesa.

—Hey—me dijo mirando por encima de mi cabeza.

—¿Qué tal? —balbuceé, tenía la boca llena.

—Disculpa, pero necesito hablar con Sasha —dijo demasiado serio, más de lo que yo acostumbraba —, ¿Podrías irte a otra mesa? O...

Tragué el bocado de sándwich.

—Claro —dije.

Él asintió agradecido.

No tenía idea, de que el mayor de los desastres comenzaría gracias a esto... debí suponerlo.

Me levanté de allí y me senté en otra mesa bastante alejada de la suya, pero, si me esforzaba y ponía las orejas en punta, aún podría escuchar su conversación. Sí, eso estaba mal, pero de igual forma Sacha iba a contármelo, o, eso supuse. Continué comiendo mi sándwich sin mirar hacía su mesa, pero escuchándolos hablar...

—¿De qué quieres hablar, cariño? —le preguntó Sasha.

—¡Orden número cuatro! —gritó una empleada detrás del mostrador de la cafetería.

—¡Soy yo! —Le contestó una chica que también iba a nuestro colegio.

La chica puso un tique y un par de dólares sobre el mostrador, luego la empleada le entregó su sándwich y su café.

—Verás..., Sasha —continuó Adam.

—¿Qué ocurre? Comienzas a asustarme.

«DING», Suena la campana sobre el mostrador de la cafetería.

—¡Orden número cinco! —gritó la empleada, nuevamente.

—Mira... estuve pensando todo el fin de semana, ¿sabes? Dios, ¿cómo decirlo? Sasha, esto no va a funcionar —le dijo seriamente.

¿Por qué, Adam?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora