Sonó el timbre. Me asusté muchísimo y guardé el veneno dentro de mi mochila.
—Mierda, ha llegado mamá —susurré
Guardé rápidamente el veneno dentro de mi mochila.
—Pero, mamá tiene llave, ¿para qué va a tocar el timbre, si se supone que no hay nadie en casa?
Caminé lentamente hasta la puerta y asomé el ojo por la mirilla. Diane Hill estaba detrás de la puerta. Me sequé las lágrimas con ambas manos y abrí la puerta con cuidado.
—Hola, Bradley —me dijo.
—Diane. ¿Qué haces aquí?
—¿Escapaste del colegio? —me preguntó —. Porque te vi salir en la mañana.
—Ah, sí, sí —balbuceé —. Es que me sentía terrible, sí.
—Oye. ¿Estás bien?
Asentí.
—¿Y por qué estás llorando?
—No, no estoy llorando —le contesté —. Sólo es por el polvo, ya sabes.
—Claro —dijo bajando la mirada.
Ambos nos quedamos en silencio.
—Y bien, ¿necesitas algo? —le pregunté.
—Sí, es cierto, lo olvidé —contestó —. Mi abuela pregunta si podrías darle algunas hojas de albahaca para preparar el almuerzo. Pero que esta vez no vayas a escapar por el techo.
No pude evitar reírme de eso.
—Seguro, pasa.
Sacudió sus zapatillas en la alfombra y luego entró a mi casa. Le pedí que me acompañara hasta el patio trasero; que es donde estaban las plantas de albahaca. Fuimos hasta allí y me agaché a arrancar una.
—Dile a la señora Scott, que la deje un par de días en un vaso con agua y que luego la plante en tierra húmeda.
Me levanté y le entregué la planta.
—Sabes mucho sobre plantas, ¿eh?
Le sonreí, pero no le contesté. Se quedó mirándome fijamente.
—Bradley, ¿seguro que estás bien? —me preguntó —. No te conozco bien, pero estoy segura de que así no eres tú.
La miré a los ojos mientras sólo respiraba profundamente. Hice mi mayor esfuerzo por no volver a llorar, porque no quería llorar delante de ella.
—Creo que eso responde a mi pregunta —dijo ella —. Ven conmigo.
Me tomó de la muñeca y nos sentamos en una banca de acero que está en mi patio. Dejó la planta de albahaca sobre el césped y luego puso su mano sobre mi rodilla.
—¿Qué te ocurre? —me preguntó —. ¿Quieres hablar de algo?
No podía contestarle, porque al mirarla sólo podía pensar en ella y en Adam. Se quedó en silenció por unos segundos y miró hacia el techo del cobertizo.
—Entiendo que aún no confíes en mí —hizo una pequeña pausa —, lógico, sólo hemos hablado una vez.
—No, Diane, no es eso, es sólo que...
—No, Bradley, escucha —me interrumpió —. Sé que no quieres hablar de tus problemas conmigo, pero... yo tampoco estoy muy bien.
Agachó la cabeza y comenzó a acariciarse el cabello. Me pareció tierno que le preocupasen mis problemas, a pesar de que ella también estaba mal. Y no sé qué clase de problemas pudiese tener una chica como ella, pero no creo que fuesen tan fuertes cómo haber estado a punto de envenenarse con veneno para ratas. Lo peor, es que aun pensaba beberme el yogurt luego de que se fuera.
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¿Por qué, Adam?
Ficção AdolescenteLa curiosidad de Bradley lo llevará a atravesar las peores situaciones en las que un chico de dieciséis años puede estar. Ponte cómodo y no confíes en nadie, es así cómo son las personas en realidad. -Reservados todos los derechos. Prohibido el p...