4 - Galletas

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Gary se encontraba mirando el parque desde su ventana.

Veía a los niños jugar y divertirse.

Eso deprimía mucho al joven Gary que aunque llevaba mucho tiempo viviendo en aquel lugar, por la sobreprotección de sus padres jamás había tenido un amigo. Ni siquiera en la escuela donde estudiaba.

El chico se mantenía en la ventana. Podía escuchar claramente las risas y los gritos de pequeños que igualaban su edad.

—Parece ser que el niño más lindo del mundo está deprimido —dijo su abuela acercándose a el.

—Tal vez sí este un poco deprimido —respondió después de varios segundos silenciosos —Pero solo un poco.

Su abuela río y con su mano sacudió el alborotado cabello que tenía -¿Y se puede saber el motivo?

Gary suspiró -Es solo que... Creí que cuando cumpliera ocho años, mis padres por fin me dejarían salir a jugar al parque, así como todos ellos lo están haciendo -señaló con tristeza a donde los niños jugaban.

La anciana mujer frunció el ceño.

hace mucho tiempo que se había dado cuenta del exagerado cuidado que aplicaban al niño y sabía muy bien que más que beneficio, le estaban haciendo un daño. Pero por más que quisiera ayudar a su nieto, hablando con sus padres o incluso dándole el permiso ella misma, no podía.

No podía por qué estaba cansada de las discusiones y estaba cansada de ser ignorada.

Lo único en este momento que unía a los padres de Gary y a sus abuelos, era precisamente el niño. La mujer lo último que quería en la vida, era que lo separaran de su nieto. Y solo por eso, tenía que reservarse cualquier acción que implicará tener que enfrentarse con su hijo y su esposa.

La abuela miraba a Gary, lo miraba triste y aburrido, a ella le partía el alma verlo en ese estado de ánimo.

-Es cierto que juntarse con seres de tu edad es divertido y agradable -mencionó la mujer que captó la atención del joven Gary -Pero algo que también es agradable y además te gusta demasiado son...

Con misterio, metió la mano dentro de su enorme abrigo y saco de ella un regalo para Gary

-Galletas.

Y entonces, los ojos del pequeño se iluminaron con ilusión y alegría.

-¡Galletas!.

Su abuela estiró la mano para entregárselas y Gary las recibió como si no hubiera tenido unas desde hace tiempo, aunque recibiera galletas diario.

-¡Tus galletas son las mejores abuela! -deshizo el nudo de la bolsa y rápidamente tomo una para poderla degustarla.

Ahora Gary sonreía.

-Siempre tan deliciosas... ¡Eres la mejor abuela del mundo!

La mujer ahora sonreía también, la alegría del pequeño Gary la llenaba en todos los sentidos, le recordaba tanto a su hijo, ese hijo con el que ahora tenía tantos problemas.

-Que bueno que te gustaron -la abuela se acercó un poco más y lo abrazo fuertemente.

-Como no me van a gustar si... ¡Están riquísimas! -hablaba con la boca llena mientras le correspondía el abrazo

La mujer se alejó -Ahora, ve a jugar con tu cohete a escala y ¡Crea tu universo!

-¡Tienes razón!

El pequeño Gary subió las escaleras a toda velocidad y se dirigió a su cuarto en el que conservaba un gran desastre de todo tipo de juguetes.

Sus padres, al limitarlo a solo estar dentro de su casa, le compraban todos los juguetes que quisiera, así que su cuarto más bien parecía una juguetería.

Nave Especial (Gary x Avocato)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora