Capítulo VI: Sueño

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Algo extraño pasó, repentinamente existía un curioso peso sobre la cama. Lila cerró ligeramente los ojos y se giró de costado, pensando que no había salido de sus sueños del todo, pero el peso se mantuvo. Más aun, lucía como si reptara sobre ella de manera peligrosa y ascendiera para llegar más cerca. La pelirroja intentó analizar qué era lo que estaba ocurriéndole pero la bruma que le rodeaba era demasiado espesa. El sueño la arrastraba hacia un letargo peligroso, apenas y logró ponerse boca arriba una vez más. Lo que sea que serpenteaba sobre su cama era demasiado grande y trepaba peligrosamente sobre ella hasta volverse asfixiante. La presencia estaba demasiado cerca y respiraba sobre su mejilla, dándole escalofríos. El deseo de gritar y moverse parecía quedarse en eso: simple deseo ¿Qué le ocurría? La idea de que estaba siendo aprisionada le asustó y separó sus labios para gritar pero en el momento en que logró abrir su boca sintió otra sobre la de ella, acallando su voz de manera invasiva.

Alguien, quien fuese, la estaba besando, robando su primer beso de esa manera, recorriendo su boca de manera cálida y apoyándose sobre su cuerpo del todo. Lila supo entonces que se trataba de una mujer, con un cuerpo cálido presionándose sobre ella, creando una sensación de cosquilleo sobre sus senos, los cuales eran presionados contra los de la desconocida.

- Buenos días, princesa. –la pelirroja se sorprendió al escuchar la voz conocida.

Por fin pudo abrir los ojos y descubrió lo que ya había supuesto. Helga estaba sobre ella, a gatas sobre su cuerpo, con el cabello completamente suelto como le gustaba a Lila y un camisón de tirantes color limón. Siempre le había parecido interesante la manera en que el verde y azul combinaban y en ese momento se dio el tiempo de admirar como Helga resplandecía con ese atuendo, sus senos asomaban ligeramente por el escote y sus desnudas piernas estaban cerradas a cada lado de sus caderas.

Lila sintió que le faltaba el aliento con la imagen que tenía frente a ella. Más aun, le sorprendió lo que todo eso significaba. Helga la había besado, era Helga la que estaba sobre ella, sonriéndole de una manera endemoniada y se inclinaba hasta besar su mentón ligeramente, casi de manera burlona y cruel.

- ¿Te comí la lengua? –preguntó casualmente la rubia, con un curioso acento, sentándose sobre las caderas femeninas y retirándole las cobijas hasta descubrir su torso- Porque podría comer otra cosa. –sugirió, ladeando el rostro, permitiendo que su mirada de zafiro descendiera ligeramente hacia el escote de la pelirroja, que estaba cubierto por una playera que Helga le había prestado.

- ¿Qué...?

- ¿...ocurre? –completó la rubia- ¿Te lo dibujo? –la atrapó por las muñecas de manera brusca, inmovilizándola contra la cama y se deslizó sobre ella, logrando de alguna manera que las cobijas cayeran al suelo- Vamos a divertirnos... -le explicó con un ligero ronroneó que Lila nunca había escuchado en los labios de la otra chica pero que le resultaba terriblemente familiar.

Helga bajó sus labios hacia el pálido cuello femenino y deslizó su lengua por este, logrando que la pelirroja soltara un profundo gemido y entrecerrara los ojos. Por algún motivo Lila dejó de luchar, dejó de pensar, porque era imposible hacerlo con el profundo perfume de la rubia rodeándola y sintiendo su aliento tan cerca que le era imposible pensar. Cuando los labios de Helga volvieron a ella, se sintió completamente perdida. Las manos de la rubia se metieron por la playera y subieron peligrosamente hacia sus senos desnudos, acunándolos y buscando sus rosáceos pezones para atraparlos entre sus dedos y presionarlos. Lila soltó un suspiro ligero y sin percatarse sus caderas subieron, encontrándose con las de Helga y esta soltó una risa cruel contra sus labios, separándose.

- La señorita perfecta... tan buena... -murmuró, con cierto tono de salvajismo en su voz- tan pervertida ¿No?

Helga se quitó el camisón, dejando su cuerpo únicamente cubierto por unas bragas color aguamarina, como la gema. Lila pudo jurar en ese momento que la mirada de la rubia se veía de ese tono, mientras volvía a sus labios y la besaba profundamente, creando una curiosa y estremecedora sensación, sintió los duros pezones de la rubia rozar los suyos y creando una inesperada caricia, tan cálida y suave como el aliento de la rubia.

Rojo y Negro [Cómame señor lobo] «Hey Arnold!»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora