Capítulo XI: Sueño

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No pudo evitar que sus ojos siguieran la ancha espalda atrapada en esa ajustada camiseta color añil. Le gustaba su cuerpo ¿Para qué negarlo? Los hombros anchos, los fornidos brazos, la forma en que su gran espalda se estrechaba hasta sus caderas. También le gustaba saber que era de las pocas chicas que sabían que él tenía una ligera cintura, muy sutil, pero estaba ahí, debajo de la ropa, perfecta para aferrarse con las piernas si era necesario. Una sonrisa ladeada se le escapó de los labios al verlo moverse por su pequeña cocina y sacar un vaso de jugo de naranja que bebió a largos tragos sin despegar su mirada de ella.

- ¿Qué? -Gretel dejó caer su mochila junto a la puerta, sabiendo que eso era raro en ella. Nunca dejaba las cosas por ahí, tenía su pequeño orden.

- Esa debería ser mi pregunta. –Will le sonrió justo antes de romper el contacto visual y comenzar a lavar su vaso.

Siempre era tan... casero... en sus acciones. Cuidadoso, limpio, hogareño; se movía con total naturalidad en esa caja de zapatos llamada departamento y al mismo tiempo procuraba mantenerlo limpio y en su punto.

- Yo debería preguntar "¿Qué?". Tú me estabas observando fijamente. –explicó, mientras se secaba las manos.

Él seguía con su largo bolso de entrenamiento y su mochila encima. Nunca se quejaba por tener que cargar tantas cosas de un lado a otro y a veces parecía que se olvidaba de que lo estaba haciendo.

- La luz de la cocina ilumina tus pestañas y las hace resplandecer. –se explicó Gretel, avanzando hasta él- Me daba gracia.

Ya estaban en otoño, muy cerca para el Día de Brujas. Si ella estuviese en Berlín, esas serían las fechas en que terminaría cediendo a su equipo de kung fu y haría una fiesta de disfraces en su casa. A pesar de ser tan arisca con las personas, había logrado tener un grupo de personas que le agradaban y podía pasar tiempo con ellos. Tal vez no fuesen sus amigos, pero por lo menos llenaban de ruido su mundo de vez en cuando.

Pero ahora estaba en Hillwood y no vivía en un lugar grande, con casa para invitados y piscina. No tenía jardines ni habitaciones extras. Tampoco estaba en ningún grupo de kung fu ni era capitana. En general, su vida se había ido empequeñeciendo pero... nunca había estado tan llena de vida.

- Te ves pensativa.

Will la siguió a su habitación. No recordaba bien pero ese día él no había tenido entrenamiento ni ella trabajo. Así que estaban solos, Lila estaba en sus prácticas de ballet y su prima tenía una cita con el enfermerito. Después de tanto tiempo estaban solos y le agradaba. Siempre le gustó pasar tiempo con Will, aun cuando habían sido solo los dos, se había sentido increíblemente bien. Nada podía hacerla sentir rodeada de vida como la risa estruendosa y lobuna del chico ni sus grandes manos sobre las suyas. Le gustaba mirarlo, era de las pocas personas en que se sentía a gusto tocándolo naturalmente, con tranquilidad. A su lado, no tenía que sacar sus garras, mostrarse orgullosa. La mejor parte era que él en verdad era resistente. Eso era lo que más le gustaba de él, la forma en que se mostraba duradero, tenaz y tan en control de todo. Ella, en cambio, no podía hacerlo. Cuando lo miraba sentía un impulso salvaje de recrearse con su cuerpo. No era tan fornido como otros hombres e indudablemente no lo era como Wolfgang ni como los marinos activos que habían llenado su vida.

Tal vez fuese culpa de su padre por llevarla con él siempre cuando tenía que ir a la base por algo después de que volvía de sus misiones o cuando iba a visitarla. Desde pequeña se había expuesto a hombres fornidos, con grandes músculos y visiblemente combatientes. Aun ahora, su padre seguía tonificado, para ella era lo más natural pero obviamente no era así.

Rojo y Negro [Cómame señor lobo] «Hey Arnold!»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora