Capítulo IX: Realidad

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- No puedo creer que perdí... -Wolfang se cruzó de brazos con frustración, dejándose caer en el lujoso sillón del departamento de Gretel- Yo llevo años jugando Tekken ¡Desde que era un niño!

- ¿Suerte de principiantes? –preguntó casualmente la alemana, sentándose junto a su novio.

Para llevar dos meses saliendo, muchas personas se sorprendían de la durabilidad de esa relación. Wolfgang y Gretel competían constantemente, detestaban perder el uno contra el otro y no eran exactamente nobles vencedores. Antes de llegar al departamento, la alemana había bailado su propia y personal danza de la victoria... por media hora.

- ¿Llevas jugándolo mucho tiempo? –preguntó molesto el rubio.

- Por supuesto que sí, tengo un amigo que participa en los torneos de Berlín, entrena conmigo porque soy la única que puede seguir su ritmo aunque con él siempre pierdo. Siempre. Simplemente no me resiento por perder. –respondió divertida- No iba a meterme en una apuesta tan seria sin estar segura de mi victoria. Ya deberías saberlo.

- Eres una tramposa... -masculló el chico- No es justo...

- Que mi Alisa Boscomnovich barriera el piso con tu Jin Kazama no es mi culpa. –explicó la chica, disfrutando del poder que ejercía sobre él, acercando su rostro peligrosamente al de su novio- Aunque admito que te esforzaste mucho... realmente querías tu premio. –ronroneó.

- Gretel... -rogó Wolfgang- eres una mujer terriblemente injusta.

- Si hubieras ganado estaría cumpliendo ahora mismo, sin refutar nada. Y eso que sería mi primera vez. –susurró ella.

- También va a ser mi primera vez y no me niego a pagar. Simplemente...

- ...quieres que te mime a cambio. Pero eso no sería pagar una apuesta. Así que vamos... -Gretel se levantó del sillón, tomando de la mano a su novio para guiarlo al dormitorio.

Lamentablemente su cuerpo estaba muy acostumbrado a la atención y el placer, teniendo dieciséis años de edad, ya llevaba dos años muy acostumbrada a tener novias con las cuales intimar sexualmente. Pero desde que había llegado a Estados Unidos y se había enamorado de Wolfgang había descubierto un ligero problema... era virgen ¡Ella! Por lo menos biológicamente hablando. Y aunque nunca lo admitiría públicamente, no quería pasar la vergüenza de perder su virginidad con Wolfgang, no quería que él ganara en algo tan íntimo. Eso sería tan injusto... Claro que el chico también era virgen y técnicamente sería un empate... pero la sociedad no era justa y pesaba más su virginidad que la de él.

Así que había decidido postergarlo, pero repentinamente el problema de que su cuerpo parecía estar en llamas todo el tiempo le estaba causando dolor de cabeza. Así que había salido con su práctica idea: una apuesta de placer. Y por supuesto, ella había salido ganando. Por fin podría calmar un poco su necesidad. Si alguien supiera como su mente pervertida no solo funcionaba de boca para afuera... sino para dentro... muy adentro, se burlarían de ella ¿Mente sobre cuerpo? Pamplinas. Instinto sobre corazón. Ese era su dicho.

La alemana entró en su habitación sin ocultar su sonrisa de completa felicidad, soltó a Wolfgang y se sentó en el borde de su cama, moviendo las cortinas que rodeaban la misma para que la luz la iluminara.

- Bien... quítate la ropa. –apuró, juntando sus manos sobre su regazo.

El rubio abrió los ojos sorprendido y se quedó estático, mientras el sonrojo llegaba hasta la raíz de su cabello. Gretel soltó una risa pícara, pues sabía que no se lo estaba haciendo fácil pero ¡Era su victoria! ¡Era justo jugar con él, contra él, sobre él y para deleite personal!

Rojo y Negro [Cómame señor lobo] «Hey Arnold!»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora