Capítulo II: Realidad

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Para llevar tan pocos meses conociéndose, Will podía asegurar que sabía de ella más que muchas personas. Aun así, cuando la chica terminó con Wolfgang no imaginó que ella se sentiría tan mal. Día tras día él acudía al lujoso barrio donde se encontraba el edificio en el que vivía Gretel, subía al piso cinco, caminaba por el corredor de la derecha hasta la puerta de roble que tenía el número 505 frente a él. El chico sacaba la copia de las llaves que tenía, abría la puerta y pasaba al espectral departamento. Todas las cortinas estaban echadas a pesar de ser más de las tres de la tarde, el lujoso departamento lucía abandonado, la combinación de baldosas blancas, muebles negros y adornos rojos perdían su moderno encanto por culpa delas penumbras. Obviamente Gretel no encontraba sentido el abrir y cerrar cortinas cuando ni siquiera le importaba que día era.

No la llamó, pues sabía dónde estaba, avanzó por el primer corredor, dejando las puertas del estudio y el cuarto de entrenamiento atrás, llegó al final, donde la puerta entreabierta daba paso a una gran habitación. Ahí había una colosal cama de doncel y cortinas que dejaba entrever en el interior, a sus lados unos altos veladores de madera oscura y más allá un enorme escritorio con una lujosa computadora. La habitación tenía en el fondo grandes ventanales con sus cortinas cerradas. A los costados había dos puertas, una llevaba al baño y la otra al vestidor de la chica.

En general el departamento era extremadamente lujoso y requería tres visitas de una compañía de limpieza para tener todo en perfecto orden. Curiosamente Gretel no invitaba a casi nadie y se comportaba como si en lugar de que su padre le hubiese mimado con un lugar así, ella viviese en un cuarto de estudiantes en algún barrio simple. La alemana se quejaba de que el lugar le quedaba demasiado grande, pero parecía que en ese momento lo único que reconocía como suyo era la habitación. Ya llevaba tres días sin salir de la misma más que para recoger la comida que llegaba por un repartidor.

Sin contar esos momentos no salía del dormitorio.

Will avanzó a la cama y retiró las oscuras cortinas del dosel. La encontró acurrucada en el centro de la misma, durmiendo como la mayoría del tiempo, en un camisón de tirantes color perla que cubría su cuerpo pero se recogía hasta sus caderas dejando ver las bragas negras y extremadamente reveladoras que llevaba. El pelirrojo negó ligeramente y avanzó a la chica, teniendo que sacarse los zapatos para subirse a la cama y escalar por un sin número de almohadas hasta llegar al fino cuerpo.

- ¿Gretel? –movió suavemente su hombro y la giró boca arriba delicadamente, ella tenía el rostro surcado de lágrimas y sospechaba que había llorado dormida.

La gente asumía que la alemana era una chica dura y de escasos sentimientos. Por ende, sufrir sería algo ridículo. Pero definitivamente no la conocían, pues era apasionada en las cosas que hacía y por la manera en que había trascurrido las cosas, la chica había amado a Wolfgang y ahora sufría la herida de un corazón roto. La chica no se dedicaba siquiera a hablar de su dolor, simplemente lloraba y había llegado a cierto punto en que su cuerpo se agotaba y la hacía dormir largas horas.

- ¿No tienes mejores cosas que hacer que venir a molestarme? –masculló adormilada, abriendo los ojos, luciendo distante y agotada- Tengo sueño...

- Son las tres de la tarde, mi entrenamiento ya terminó y puedo apostar que no has almorzado. –la chica volvió a cerrar los ojos y se giró, dándole la espalda- Gretel...

- ¿No puedes darme un respiro? Quiero estar sola... -ordenó, moviendo su mano avariciosamente hasta tomar un cojín y cubrirse con este el rostro- Ve a ver televisión o algo... -completó, ahogada.

En realidad no quería quedarse sola, lo necesitaba a su alrededor aunque no deseara hablar. La simple idea de volver a la monótona rutina de auto-compadecerse le hacía tener asco de sí misma.

Rojo y Negro [Cómame señor lobo] «Hey Arnold!»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora