32. Rojo.

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Fuego, gritos, descontrol, en un abrir y cerrar de ojos, todo ha caído ante nosotros, y ella, la tan codiciada y querida princesa de los vampiros, ha desaparecido. El palacio está en llamas, arde al igual que hace un año atrás lo ha hecho la casa de campo, los impuros entran, atacan a los inocentes, la tan esperada fiesta de cumpleaños ha sido el momento perfecto para atacar, Odette no es idiota.

Amalia está en peligro, debo encontrarla, ¿Dónde te has ido pequeña princesa de porcelana? No tengo un buen presentimiento de todo esto, si Odette se sale con la suya, cosas terribles sucederán.

O eso pensaba mediante buscaba entre todo el bullicio a la princesa de porcelana, sin embargo, fue en vano: Amalia había desaparecido al igual que los impuros cuando lograron robar la tan preciada daga de plata de los Némésie que se presentaría hoy. Esto me había dado mucho por lo cual pensar mientras ayudaba a los cazadores de vampiros.

Entre el bullicio, y los repentinos golpes que un impuro intentaba proporcionarme, pude verla a ella, por primera vez, Angelique se había manifestado ante mí, sin embargo, su semblante cruel y despiadado mostraba una gran, coqueta pero cruel sonrisa. Su melena carmesí bailaba con suavidad entre el fuego y sus carnosos labios escarlata formularon a la perfección las palabras que tanto temía oír: "He vuelto".

La mujer de melena carmesí ríe, una risa estremecedora y cruel, una risa sádica, vacía, no siente nada más que placer por el sufrimiento ajeno, ella le ha hecho algo a Amalia... no, ¿Cómo es posible? Si después de todo, Lilith es Amalia, Amalia es Lilith, ambas son la misma persona, pero al mismo, diferentes almas luchando por poseer el mismo cuerpo.

Imposible. No puede ser, Amalia está a punto de despertar, a punto de ser víctima de Lilith.

El impuro me proporciona una golpiza en el rostro, la fuerza empleada fue tal, que salí disparado contra una pared. El aire se fue de mis pulmones al chocar con esta, oigo a lo lejos la seductora risa de Angelique, esa mujer me está provocando, o tal vez intenta decirme algo, por ende, no se ha ido.

Celeste toma del suelo sus armas, limpia un pequeño hilo de sangre de su nariz con la palma de su mano, los ojos claros de la joven muestran ira reprimida, poco a poco, estos se tornan rojizos, por primera vez logro ser espectador de su parte salvaje, su yo vampiro. El impuro no se ha dado cuenta aún, avanza hasta mí, sus ojos negros y vacíos se mantienen atentos a mis movimientos. La caza vampiros apunta su arma y luego, dispara.

No dice ni una sola palabra, nuestras miradas se cruzan por un instante mientras me reincorporo, la furia crece poco a poco en su interior, dejándose consumir por su otro yo, el cual ha retenido por mucho tiempo.

No ahora, no te dejes ir ahora, Celeste, por favor, contrólate.

La mujer de melena escarlata aplaude llamando nuestra atención, su risa retumba en todo el salón y, con un delicado, elegante, sutil gesto, toma la falda de su vestido rojo para dirigirse a las puertas del salón de baile en una señal que la sigamos.

El salón de baile se ha quedado vacío, ardiendo como el resto del palacio, el cual fue tomado por los impuros, si nos quedamos aquí, moriremos a causa del fuego, de todas formas, teníamos que escapar. Tomo la mano de Celeste, la damphiro me observa de reojo, está actuando extraño, algo le sucede, sin embargo, no tengo tiempo de deparar en ella, en su malestar, debo encontrar a Amalia cuanto antes.

Con cautela, atravesamos las llamas del salón de baile, Celeste tose, ha inhalado mucho humo, ella sigue siendo humana después de todo. Empujo la puerta del salón y salimos al pasillo, cayendo al suelo, la cazadora tose sin parar, busca aire fresco, intento ayudarla acariciando su espalda con cuidado.

El designio de AmaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora