11. Y ahora tu mundo está...

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¿Sabes esos momentos en los que sabes que tu mundo se te viene encima? Eso estaba viviendo Amaia.

Pero con su beso con Alfred bastó para alegrar su vida. Jamás había sentido nada así en un beso, ni siquiera con el propio catalán antes.

Pero aún así tenía sentido común. Alfred no se merecía aquello. No sé merecía a ella.

Lentamente separó sus labios de los del chico, apoyando sus manos en el pecho de éste y empujándole poco a poco.

-Alfred, espera- susurró ella, separándose de él, pero juntando sus frentes.- no quiero hacerte ésto.

-¿De qué hablas?- preguntó él separándose, observando los ojos de la pamplonesa, que brillaban más que nunca.

-Puede que yo no esté aquí siempre, y...- intentó decir ella, pero él la interrumpió poniendo sus manos encima de los pequeños hombros de Amaia.

-Ey ey- dijo él levantando su barbilla con su mano- no digas eso. Vamos a salir de ésta- y le dio las manos.

-Alfred seamos realistas- dijo ella cansada- me estoy muriendo.

-Ya, pero hay tratamientos que te ayudarán- replicó él- quimioterapias, por ejemplo.

-¿Y si no funcionan qué?- preguntó ella- créeme, busqué en Internet. Hay un 1% de probabilidad de efectividad en mi tipo de cáncer.

-Pues aferremonos a ese 1% por la pelotas- dijo él cerrando sus puños- Amaia has sobrevivido a muchas cosas cercanas a la muerte. Vas a conseguir librarte de esta también.

-Eso espero- dijo ella tumbándose en la cama- pero lo que no quiero es dejar de cantar.

-¿A qué te refieres?- preguntó él confuso.

-En el caso muy remoto de que me cure, el cáncer de laringe va a más.- explicó ella- Tengo cinco tumores en mis cuerdas vocales que se pueden romper en cualquier momento. Si se rompen los tumores se rompen las cuerdas vocales por lo que... no volveré a poder hablar jamás.

-¿Y no se puede hacer nada?- preguntó él poniéndose de pie frustrado mientras pasaba las manos por sus rizos negros.

-Hay una operación para extirparlos... pero sigue existiendo la posibilidad de que se rompan durante la operación- dijo ella mientras jugaba con un anillo de su dedo índice.

-Am...- dijo ya él. Estaba ya cansado de que Amaia fuese tan negativa.

-¡Alfred calla de una puta vez!- gritó ella forzando su voz hasta el límite- ¡Estoy harta! ¡Lo estoy perdiendo todo y estoy hasta el coño de que me digas que debo seguir luchando! ¡Estoy harta de luchar! ¡Quiero que llegue ya el momento de morirme para acabar con toda esta mierda!

Amaia se levantó de un salto de la cama y salió de la habitación dando un portazo, no sin antes chocar apropósito su hombro con el del catalán. Él ni se molestó en seguirla. Se quedó pensando en lo que había pasado.

Amaia era super distinta. Sabía que había cambiado, pero no tanto. No era la misma chica de la que se había enamorado. Era un alma rota.

Observó lentamente el alrededor de la habitación. Miró en los cajones, sin saber que buscaba. Ni siquiera sabía si estaba buscando algo.

Había una estantería donde había varios libros que le resultaban conocidos. La tinta de mis ojos, de Aitana y Como sobrevivir a la vida, que escribió Mimi unos meses después de ganar Tu cara me suena. También estaba ahí Lágrimas multicolores, el cual escribió Marina junto con Bast, y Siendo una leona, ya os podéis imaginar quién lo escribió.

MiedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora