4. Tan solo es un final...

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No puedes esperar que todos tus errores sean perdonados.

Amaia se sintió en un sueño, pero se dio cuenta a tiempo de que no era real. Para ella solo existían pesadillas.

-Alfred sueltame- le pidió en un susurro.

-No- se negó el- solo así me escucharás .

-Alfred joder- intentó ella separarse sin mucho éxito. El la sujetaba por la cintura acercándola a él.

-Volverás a ir, y yo no podré evitar sentir que todo eso es mi culpa- dijo el chico mirando- a sus ojos.

La paciencia de Amaia se acabó. No estaba dispuesta a escucharle. No estaba dispuesta a perdonarle. No estaba...dispuesta a volver a pasar por todo eso.

-¡Qué te quites!- gritó, y él se apartó asustado de ella- ¡No te voy a escuchar! ¡No voy a ser tu amiga! ¡No voy a ser nada para tí!

Entonces algo inesperado pasó. Ella fue hacía a él, cosa que le dio esperanza y alegría. Pero esa alegría desapareció cuando vio a Amaia caminando hacia el pasillo con las manos en la cabeza.

Él le siguió en silencio, y en un instante, los dos pararon. Amaia empezó a darse golpes en la cabeza contra la pared. Cada vez más rápido y fuerte. Cómo cuando hacía si se sentía inútil.

-Amaia- Alfred corrió hacia ella a separarla del muro, y cuando pudo ver el rostro rojo y lleno de lágrimas de la chica, se sentó en el suelo junto a ella contra la pared.

Ahí entendió que no podía esperar que ella le escuchara y todo volviese a ser como antes.

-¿Me has traído tú?- preguntó ella.

-Aitana me dijo que estabas aquí- dijo él- Primero fui al piso de Mimi, pero nadie respondió. Llamé a Thalía. Me dijo donde estabais. Llegué a tiempo. Un tío quería llevarte a un lugar "seguro".

-¿Y me has vestido tú?- preguntó sin ni siquiera mirarle.

-Ya te había visto desnuda antes- respondió él- no es nada nuevo.

Un silencio incómodo de instaló entre ellos. Dos minutos. Cuatro minutos, ocho minutos. Quince minutos. Nada, ni una sola palabra.

-No te voy a pedir que me entiendas- dijo Alfred tras unos minutos de silencio- pero al menos solo escucha.

Ella asintió en silencio, dudosa. Todo el mundo se merece una oportunidad, pero ni siquiera pensaba en dársela.

Sus planes eran escuchar, irse, ir a donde Mimi a coger su maleta, y buscar un hotel donde alojarse.

-Cuando estabas en el hospital...Aitana fue un gran apoyo para mí- explicó él- no sé qué pasó, pero simplemente un día nos besamos. El día en que despertaste.

-Lo sé- dijo ella, a lo que él abrió los ojos sorprendido- os vi.

-¿Esa es la razón por la que?- dijo, pero fue interrumpido.

-¿Por la que me intenté suicidar? Sí- dijo ella- una de ellas- dijo con rabia.

-Amaix- dijo el intentando darle la mano, pero ella la apartó rápido.

MiedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora