I
Desde ese día todo realmente cambio. Era seguro que ella no sería la misma. Le han quitado su armadura. La joya que irradiaba alegría se ha quedado sin brillo. Es increíble como en una noche, un trágico accidente, desase la felicidad y puede destruir de tal manera a una persona, a ella. Una noche de un día normal se convierte así, en el más fuerte golpe de su vida. Aquellas personas que presumía con tanto orgullo, se han marchado y la han dejado sola. Ambos, juntos, en una noche.
-Lo siento, no hay remedio.
Esas palabras, la destrozaron. Ese hierro que la fortalecía se ha oxidado. La vela que encendía su espíritu se ha desvanecido y ya no será aquella que todos clasificaban como la alegre y feliz.
"Huérfana", rechino esa palabra en su subconsciente. Dolida miro hacia arriba para dejar caer su alma. Las lágrimas más sufridas, que jamás habían brotado de sus ojos, cayeron.
Ahora tenía que cruzar la puerta y ver a su hermanita, que espera la noticia de un "¿Cómo están?" y tendrá que escuchar un "Ya no están más". Tuvo que, recobrar su fuerza para abrazarla y decirle que "Todo va estar bien" preguntándose a sí misma "¿Qué será de todo?".
II
Hora de vestirse y asistir a la peor reunión de su vida y ver allí a sus padres empacados en ataúdes, listos para ser despachados lejos de ella. No lloró. Sus lágrimas se secaron. Ni siquiera cuando vio introducirlos en ese hoyo que será sellado marcando que no volverá a verlos, tocarlos o... abrazarlos.
Al finalizar del entierro se queda allí, esperando a que todos se retiraran y justo ahí se tumbó de rodillas y con un nudo bien apretado en su garganta dijo con palabras valientes: "Aun sigue en pie mi promesa... -y bajo un suspiro- algún día estarán orgullosos de mi". Escuchó como se descuartizaba su corazón porque al pensarlo bien, ¿Quién celebrará sus logros ahora? Entonces sí, salió una lágrima de su ojo derecho, solo una, la lágrima del adiós.
Calcula cuál será la rienda que ahora debe de seguir. Toma en cuenta la idea de irse a vivir a casa de su tía más querida y cercana. Con el don de inteligencia que se le ha otorgado pone en orden su vida, que ahora es un barco sin capitán. Recoge sus cosas, las de su hermana y las traslada a su nuevo hogar, reservando consigo las cosas que creía más valiosa en memoria de sus padres; lo demás lo reparte a beneficio de la familia, alquila la casa, aquella que habían logrado con tanto esfuerzo sus padres, ahí está un sudor que era digno de reservar. Recibió dinero de los seguros sociales de ambas empresas a las que pertenecían sus padres y ese dinero lo reservo en una cuenta de banco para cubrir sus estudios y los de su hermanita.
Es admirable la forma y el valor que tuvo para organizar todo de manera correcta aun teniendo el alma vuelta líos. Se está empeñado en su promesa.
III
Ya acomodada y acogida, intenta recuperar la rutina, en sí, su vida. Sale a caminar con el objetivo de distraerse de sus pensamientos y tomar paz pero era imposible, su mente estaba llena de recuerdos y con el énfasis de la noche, su alma estaba ahogada en la tristeza de su soledad.
Y en el silencio de su dolor, una tierna voz pronuncia su nombre y esa voz relaja su interior. Recibe un abrazo de consolación. Ella disfruta de ese abrazo que le hacía tanta falta en ese momento. Al despegar sus cuerpos, ese alguien, la mira lleno de pena y le dice: Lo lamento. Ella seca unas lágrimas que se habían escapado de sus ojos, y lo mira tratando de agradecer su pésame, pero esa mirada solo refleja desolación. Él se sorprende al verla de tal manera, ya que la imagen que guardaba de ella, al igual que todos, era de la chica alegre, como solía decir ella misma, con la misión de alegrar a los demás. La chica de fuerza que fortalecía a otros. La chica que siempre llevaba de accesorio una radiante sonrisa. Esa chica que los problemas eran pajitas de pan porque siempre encontraba la forma de resolverlos. Esa chica que ahora, es otra.