Conocí a Halley cuando tenía 11. Halley brillaba, pero la dejé pasar.
Volví a ver a Halley cuando tenía 14, Halley se volvió especial.
De pronto Halley no sólo era Halley, también era agua, sol, luna, bosque.
Halley siempre estaba ahí; la bebía, la sentía, la respiraba, la admiraba.
Halley se convirtió en mi confidente, mi mejor amiga, mi alma gemela. Halley se fundió en mi ser. Halley se volvió parte de mí. Se convirtió en luna de mi tierra.
Halley ríe conmigo.
Halley sueña conmigo.
Halley toma mi mano con fuerza.
Halley me revoluciona en euforia.
Pero Halley es parte del universo, y al igual que todo en el universo, debía avanzar y distanciarse.
Halley pasó mi atmósfera y siguió su destino, de pronto me sentía perdida. Halley iluminaba el cielo oscuro de mi tierra, pero ésta ya no bailaba en él.
Halley comienza a hacerme falta.
Halley se topa con otros planetas.
Halley, ¿me extrañas como te extraño yo?
Halley, mi Halley. Mis pensamientos se revolucionan en angustia.
Halley, tu ves la galaxia completa, ¿este pequeño planeta insignificante es importante para tí? Ves tantos planetas muchos más grandes, ¿es este planeta lleno de agua especial para tí?
Halley, te estoy echando de menos.
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De repente, Halley regresó a mí; y a pesar de que la siento diferente, sigue igual de brillante, igual de perfecta para mí.
Halley me enseñó algo importante.
Distanciarse no es alejarse.
Aprendí a que Halley no esté siempre en mi cielo, a que no orbite siempre junto a mi.
Pero está bien.
Halley es parte del universo, y ese es su lugar.
Ahora estoy confiada en Halley, porque Halley tiene una galaxia entera, pero siempre regresa a mí, siempre en el momento justo.
Halley, incluso tu nombre real se parece al cometa.
Gracias Halley, por siempre volver a mí
Andrea Solórzano
Ashley, el cometa más brillante
de mi cielo.
Miércoles, 26 de Septiembre del 2018.
