Las horas habían pasado y las clases del día habían acabado. Lo que más había deseado durante todo ese tiempo, encerrada en la pesadilla de cualquier adolescente, por fin se cumplía: abrazar mi hermosa cama y perderme en el fantástico mundo de los sueños.
Pero algo lo interrumpió. O mejor dicho, alguien.
La puerta de mi habitación se abrió de un golpe y fuertes pasos se escucharon hasta llegar a un lado de la cama. Cubrí mi cabeza con la almohada cuando sentí que la persona que comenzaba a atormentar mis sueños empezó a zarandearme de un lado a otro.
— Kim, levántate. —Ordenó Brian, porque sí, eso había sido una estúpida orden.
— Déjame. —Murmuré y mi voz salió apagada por culpa de la almohada que aplastaba mi rostro.
— ¡Vamos, Kim! —Exclamó, tironeando el acolchado que me tapaba y dejándome solamente en bragas y una remera que me llegaba casi al ombligo. — ¡Diu, ponte algo, ridícula! —Gritó horrorizado al verme, mientras se cubría los ojos con las manos y se daba la vuelta.
Rodé los ojos por su exagerada reacción y me levanté para ponerme un diminuto short que en ocasiones usaba para dormir.
— ¡Ahora jamás me sacaré esta asquerosa imagen de mi mente! —Dramatizó.
— Eres un idiota, me has visto en bikini desde siempre y es lo mismo. —Junté el acolchado que había sido arrojado al suelo y caminé, pasando por su lado, hasta el pasillo.
Dejó de gritar cosas estúpidas y bajó sus brazos a los costados de su cuerpo mientras seguía mis pasos.
— Tienes razón. Entonces, ¿por qué es tan malo que una mujer esté en ropa interior si es lo mismo que estar en bikini? Lo único que cambia es la tela. —Reflexionó. Bien, hermano, al fin usas tu cabeza para algo.
Me detuve en el escalón más alto de la escalera y giré a mirarlo.
— La sociedad y sus misterios. —Le respondí encogiéndome de hombros.
Continué mi camino hacia abajo, dirigiéndome a la cocina. Tenía demasiada sed, sentía mi garganta seca y algo irritada.
— Y... ¿Qué es lo que querías? —Le pregunté al notar que me observaba sentado en el desayunador, mientras yo buscaba una jarra de agua de la heladera y me servía el contenido en un vaso.
Sus ojos seguían minuciosamente cada movimiento que yo hacía, como si estuviera analizándome para encontrar las palabras correctas.
Aclaró su garganta y tomó aire.
— Emily me dijo que tenías que decirme algo importante. —Habló luego de largos minutos, o eso me pareció a mí.
Rodé los ojos y me dediqué a servirme un poco más de aquél líquido indispensable para los seres vivientes.
— ¿Sí? —Pregunté haciéndome la desentendida.
— Sí, Kim. También me advirtió de que posiblemente te hicieras la tonta para no decírmelo. —Bufó.
Le di la espalda, a la vez que apoyaba el frío vidrio en mis labios y dejaba que el agua se deslizara por mi boca, para luego pasar a mi garganta, creándome una sensación agradable.
Escuché sus pasos acercándose y luego una de sus manos me tomó del brazo que tenía libre para que girara a mirarlo. Clavé mis ojos en los suyos, molesta por su brusco trato, azul con azul se enfrentaron.
Luego de unos segundos de miradas intensas, opté por no seguir con esa estupidez y llevé nuevamente el vaso a mi boca. Sí, definitivamente estaba muerta de sed.
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El peligro acecha
ActionKim Johnson, una chica de 17 años con una vida normal. Pero, ¿qué es normal? Tal vez, su vida no era tan ordinaria como ella pensaba, ¿o sí? Huir del peligro se convertiría en su nueva rutina. El secreto que su padre y hermano le habían estado ocul...