8. Terribles ojeras

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Por más que continué buscando y repasando varias veces el mismo álbum, no encontré nada más que aquella fotografía con esa mujer. Aunque pude comprobar que aquél flashback que había tenido en el restaurante, realmente había sido un recuerdo y no un invento de mi mente.

Dejé por el momento mi búsqueda a un lado, ya que en una media hora debía venir Alex a empezar con el trabajo, en el que ni siquiera habíamos elegido una historia en la cual basarnos.

Me di una ducha rápida y ordené un poco la casa antes de que llegara. Suponía que haríamos el trabajo en el living, por lo que esa fue la habitación a la que más me dediqué. Al terminar, bajé mi computadora y las cosas de historia, ya que lo más probable sería que las necesitáramos.

Solté un suspiro, a la vez que me dejaba caer al sofá; me sentía cansada y no tenía idea de la razón. Sentía que mi cabeza explotaría en cualquier momento de tanto darle vuelta a las cosas. No podía dejar de pensar en todo lo que estaba ocurriendo en mi vida últimamente y tratar de relacionarlo para poder unir todos los cabos sueltos.

¿Qué relación podía tener aquél niño y su madre con la venganza que mi asaltante me había mencionado? Por el momento, ninguna. Y la camarera, ¿por qué me producía tanto malestar recordar a esa mujer? Sus ojos... Esos ojos implantaban en mí una gran incertidumbre, a la cual no lograba encontrarle la raíz.

Pasé una de mis manos por mi rostro, frotándome los ojos y tratando de apaciguar la sensación de que me estaba olvidando de algo sumamente importante, pero lo único que lograba era que aquél sentimiento aumentara, ocasionando que varias puntadas comenzaran a martillarme la cabeza.

— Genial, debo tranquilizarme o me dará algo. —Susurré, acariciándome con ambas manos las sienes, mientras mantenía los ojos cerrados y trataba de tranquilizar mi algo acelerada respiración.

— ¿Qué te sucede? —La estúpida voz de mi estúpido hermano provocó que sobresaltara y que mi dolor de cabeza se incrementara.

Gruñí con malhumor y continué con mí para nada efectivo masaje.

— ¿Quieres dejar de hacer eso? Me dará un infarto un día de estos. —Murmuré, recostándome mejor en el sofá.

Escuché sus pasos acercarse y detenerse a un lado de mí, seguramente me estaría examinando.

—Kim... Nena, tienes terribles ojeras. ¿Has estado durmiendo bien últimamente? —Sí, definitivamente me estaba examinando, pero no de la forma que me hubiera gustado.

Necesitaba que se marche, pero ya. Lo único que estaba logrando era que las puntadas aumenten.

Por suerte, el universo al parecer me escuchó, porque en el momento en que sentí que Brian tomaba aire para continuar diciendo cosas que en realidad no me importaban ni quería escuchar, el timbre sonó.

— Ahí ya voy yo, tú no te preocupes. Mejor vete a descansar, así tal vez te pasan un poco las ojeras. —Habló mientras salía de la sala y se dirigía a la puerta de entrada.

Claro que en ese momento no recordé que estaba esperando a Alex para hacer el bendito trabajo, tampoco me imaginé que mi hermano simplemente lo haría pasar y que él me encontraría desparramada en el sofá, con "terribles ojeras". Hasta que escuché su voz pronunciando mi nombre y no me quedó otra que pegar el salto de mi vida, ponerme de pie rápidamente y ocasionar un fuerte mareo que provocó que cayera nuevamente sentada al sofá. Bueno, por lo menos fue al sofá.

— Ehh... Hola. —Fue lo único que salió de mis labios en cuanto pude recuperarme del mareo.

Levanté mi mirada y lo observé parado junto a mí, siempre desprendiendo un aura que estaba segura contenía misterios, misterios que moría por descubrir. Y a su lado, el idiota número uno perteneciente a esta familia. Sí, me refería a Brian.

El peligro acechaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora