15. Ser fuerte

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Sin realmente quererlo, mis ojos se desviaban del camino posándose en el chico que manejaba a mi lado. No sabía si lo observaba por el tema de los claveles, si era por el hecho de que simuló dejarme o por la simple razón de que su presencia producía una extraña sensación que aún no lograba explicar.

Las calles pasaban, y no era que realmente estaba prestando atención al camino, sino que veía como las luces de las farolas que entraban en el auto iban cambiando a medida que avanzábamos. Quería preguntarle sobre las flores, quería saber la razón de... No estaba segura si la razón sobre por qué me había regalado una flor con aquél significado o si dar por sabido que lo había hecho con la intención de distanciarme, pero cuál era la razón de ese rechazo.

Tal vez, había sido demasiado ¿apresurada?, al suponer que quería algo conmigo. Incluso podría haber malinterpretado sus señales y él se había sentido demasiado incómodo como para rechazarme en persona... No, eso no podía ser, él me había besado y eso se había sentido con toda la intención del mundo. Entonces, ¿qué podría haber sido? ¿Brian, tal vez? Brian... Aunque, mi hermano no había mencionado nada expresamente, cosa que si lo había hecho con otros chicos.

Podría ser... ¿que mi hermano estuviese de acuerdo con esto? No, probablemente ya sabía cómo terminaría y ni siquiera se molestó en reclamarle a su amigo.

Volví a observarlo una vez más por unos segundos, y supuse que esa vez había sido demasiado obvia, porque noté como él rodaba los ojos y lanzaba un suspiro de exasperación.

— ¿Puedes decirme qué es lo que te sucede? —Preguntó, corriendo sus ojos hacia mí por un momento para luego volver a la calle. —No dejas de echarme miradas raras desde que subiste al auto. — ¿Miradas raras? Así que, al parecer, mis miradas acusatorias eran miradas "raras".

Y en ese momento mi lucha interna comenzó, la pregunta de "¿qué demonios le contesto?" atormentó mis pensamientos por esos milisegundos que tardé en procesarlo y buscar la respuesta adecuada.

— Nada. — ¿Nada?

— ¿Nada?

Estúpida. Estúpida. Estúpida. Un torbellino de ideas me cruzaron por la cabeza, que iban desde decirle que tenía un moco a que me gustaba. Ninguna coherente, por supuesto, ni tampoco que tuviera que ver con la verdadera razón por la que mi vista recaía en él.

Entonces, fue cuando recordé lo que me había dicho en el espejo antes de salir esa misma noche. Yo debía ser fuerte, debía enfrentar cualquier adversidad que aparecía en mi camino. Aunque... ¿eso representaba una adversidad? ¿De verdad? No, no lo hacía. Tal vez podía dejarlo para otra ocasión. Sí, tal vez sí.

— ¿Kim? —Me llamó, mientras giraba el volante para doblar en una esquina.

Rodé los ojos, haciéndome la exasperada, todo una actuación por cierto. La verdad era que estaba desesperada, no exasperada.

— Kim, ¿qué sucede? —Volvió a insistir, y debo admitir que esa vez ni lo pensé, las palabras salieron de mi boca como vómito.

— ¿Qué me sucede? ¿Cómo que qué me sucede? Me mandas una planta que su flor significa rechazo y me preguntas qué me sucede. ¡Pues eso me sucede! —Contesté exasperada, sin siquiera darme cuenta mis brazos se movían de un lado para otro y mi paciencia definitivamente estaba en un punto crítico.

Sentía como si algo muy fuerte estuviera creciendo dentro de mí, como un sentimiento que venía desde lo más profundo arrasando con todo a su paso y era bastante probable que saliera de mí como un huracán. Y aumentó todavía más cuando giró hacia mí con cara de no saber absolutamente nada, ¡encima se hacía el desentendido!

El peligro acechaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora