1. La nota

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Otra pesadilla más sobre aquél día, otra noche más sin dormir bien. Había vuelto a pasar, pero no debía decírselo a nadie, no podía preocuparlos.

Noté como la claridad entraba por mi ventana y eso me extrañó, había pensado que todavía era de noche. Estiré mi mano hacia la mesa de luz, tomando mi celular y encendiéndolo para mirar la hora.

— ¡Mierda! —Exclamé al ver lo tarde que era, pegando un salto fuera de la cama y corriendo hasta el armario.

Brian había vuelto a apagar el despertador, estaba segura de que él era el culpable.

Lo más rápido que el cuerpo me lo permitía, me vestí con mis vaqueros favoritos, un sweater negro y mis converse.

Al finalizar, fui hasta el baño para poder hacer lo que cada ser humano hace, como lavarse los dientes y sus necesidades, claro está. Mientras peinaba mi cabello rubio oro largo hasta mi cintura, miré mi reflejo en el espejo.

No había que ser un adivino para darse cuenta de que había trasnochado, pero no por estar llorando por alguien o algún otro problema —además de las pesadillas—, había trasnochado por estar leyendo hasta muy tarde una de mis novelas favoritas. ¿Qué culpa tenía yo de que hubieran subido capítulo tan tarde por la diferencia horaria? Y obviamente, era demasiado para mí dejarlo para el día siguiente, así que aquí estaba, con los ojos rojos por no tener el descanso suficiente.

Bajé casi a los tropezones las escaleras y corrí hacia la cocina para poder agarrar lo primero que encontrase para no estar la primera hora de clase con estómago rugiendo sin poder hacer nada. Tomé unas tostadas y con la boca completamente llena, prácticamente volé al garaje, donde el único auto que se encontraba allí, era el mío.

Mi madre ya debía haberse marchado al trabajo y ni siquiera había mirado si su hija estaba despierta para ir a la escuela. Eso pasaba mucho cuando trabajaba en algún caso nuevo súper importante en donde corría riesgo su prestigio laboral, o eso era lo que ella solía decir. Una abogada muy exitosa y conocida en, sin exagerar, todo el país, no podía estar al tanto de sus hijos ya casi mayores. Había ganado cientos de casos y trabajaba en el bufet más renombrado de todos.

¿Mi padre? El trabajaba en la empresa familiar, su trabajo consistía en viajar por todo el país ofreciendo alguna clase de producto del cual no tenía mucha idea, ya que no me dedicaría a seguir el linaje familiar en un futuro, ese sería mi hermano. Tal vez y con suerte, llegaría en unos días y se quedaría un tiempo para pasarlo en familia.

Una vez en el auto, pisé el acelerador sin importarme demasiado las señales de tránsito, salvo cuando eran estrictamente necesarias o había algún policía cerca. Pero definitivamente no estaba dispuesta a llegar tarde, no esta vez.

Cuando al fin llegué al estacionamiento, no pude evitar que una sonrisa de completa satisfacción se plantara en mi cara. Aún faltaban cinco minutos para que el timbre suene, ¡en tu cara, hermanito!

Tomé mi mochila del asiento del acompañante y bajé del auto, a la vez que un pitido sonaba, advirtiendo que la alarma había sido activada.

Avancé directamente hacia la entrada del edificio estudiantil, sabiendo que Brian se encontraba con sus amigos a un lado de la misma.

— ¡Hermanita! ¿Acaso te has dormido que llegas a esta hora? —Preguntó el muy... mala persona, con una sonrisa divertida cuando me vio.

Detuve mi paso al estar delante de él y lo observé algo malhumorada. Por mucho que me molestara, ese chico era mi mellizo y compartíamos muchísimos rasgos, como los ojos y el cabello rubio. Pero él me sacaba como dos cabezas de altura y contaba con un cuerpo bastante trabajado, producto de horas y horas en el gimnasio.

El peligro acechaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora