9. Confusión

846 26 4
                                    

Esa noche no pude dormir, mi cabeza no paraba de darle vuelta a todo y las horas avanzaban hasta entrar en la madrugada. A pesar de eso, no sentía sueño, tampoco mi cuerpo cansado o agotamiento mental, sino que cada vez se acumulaba más adrenalina en mi sistema, cosa que podría resultar en algo muy malo, aunque también me podría ayudar.

Con un suspiro, apagué el despertador segundos antes de que emitiera su escandaloso ruido y con mucha pereza comencé a salir de la cama. Tenía bien en claro que en algún momento del día mi cuerpo empezaría a pasarme factura por haberme quedado viendo al techo durante toda la noche y no haber dormido, pero esperaba que ese momento se atrasara el mayor tiempo posible.

Mientras largaba otro suspiro y ponía mi segunda zapatilla, apareció en mi mente el chico del café, James. Recordé que habíamos quedado hoy en Morfi's por la tarde, ¿cómo haría para ir sin que mi hermano le agarrara una crisis de sobre protección? No tenía idea, tal vez utilizaría a una de las chicas para que me cubriera.

Al terminar, bajé las escaleras y me dirigí a la cocina, encontrándome con Brian tomando una taza de café. Sus ojeras estaban increíblemente marcadas y se notaba en su mirada que no había podido dormir muy bien por la noche, si es que acaso había dormido algo.

— Te noto un tanto... —Moví una de mis manos, tratando de buscar en mi mente la palabra adecuada para su aspecto, pero no lograba dar con ella.

— ¿Cansado? —Hizo el intento de ayudarme, a lo que negué con la cabeza.

— Destruido. —Y sí, juro que parecía que un camión le había pasado por encima. Realmente me impresionaba verlo de aquella forma.

Él era de esas personas que donde sea que fueran, irradiaba seguridad e imponían con su presencia. Pero su aspecto actual cabizbajo, con los hombros caídos, su cabello despeinado, sus ojos sin su brillo habitual y su demacrado rostro me preocupaban.

Y entonces recordé lo sucedido ayer, el estado en el que el pelirrojo y él habían llegado a casa, sus heridas y la negativa de querer contarme lo ocurrido.

— ¿Cómo está Derek? —Pregunté como si al chico lo hubieran operado de algún problema natural de salud y no una apuñalada en su abdomen.

Desvié mi vista hacia él, a la vez que me servía una taza de café. No hubo ninguna reacción de su parte por las palabras que habían salido de mi boca, no hubo nada, ni siquiera hizo el esfuerzo de mirarme.

— Bien, no fue nada grave. —Respondió en un tono neutro, y entonces fue cuando mi paciencia se agotó por completo.

— ¿Nada grave? Creo que estamos hablando de personas distintas, porque el chico que llegó ayer tenía una puta apuñalada en el abdomen, Brian. —Contesté, ya sin ganas de desayunar algo.

Rodó los ojos y largó un suspiro.

— No empieces. —Fue todo lo que dijo, para luego darle otro trago a su café.

— ¿Que no empiece? ¿Es en serio? ¡Que no empiece! ¿Papá y mamá saben de todo esto? ¡Vamos, dime en qué mierda se metieron! ¡Dímelo ya! —Insistí una y otra vez, dándole golpes a la mesa y comenzando a actuar como la desquiciada del día anterior.

Él no dijo una sola palabra, sólo me observó por unos segundos, y tras dejar su taza de café sobre la mesa, lanzando un suspiro se puso de pie.

— No conseguirás nada actuado como la misma niña mimada de siempre. —Sabía que su paciencia estaba agotándose conmigo, pero es que estaba segura de que merecía una mínima explicación para todo lo que estaba ocurriendo. Y no, no sólo era porque estaba preocupada por él, sino también porque tan solo unos días atrás yo también había sido atacada y era más que evidente que tenía algo que ver con él. —Deja de ser tan infantil de una puta vez. —Murmuró antes de desaparecer a paso apresurado por la puerta del vestíbulo, y segundos más tarde se escucharon sus pisadas subiendo las escaleras.

El peligro acechaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora