A la mañana siguiente se había despertado en su sillón totalmente descolocado, frunciendo el ceño ante el Sol que iluminaba por por completo la sala de estar. El primer pensamiento que paso por su cabeza fue su trabajo, haciendo que se levantase de golpe, haciendo una mueca de dolor a la par.
Fue entonces que vislumbro su celular, en la mesa del frente. Las alarmas aparecían como aplazadas y varias llamadas perdidas le decían que sus compañeros se habían dado cuenta de que algo raro pasaba.
Toshinori nunca fue de faltar al trabajo. No sin antes avisar, no sin antes al menos exponer la posibilidad de que iba a hacerlo. Agarrando su cabeza con ambas manos, suspiro, hundiéndose en su propia negatividad.
¿Había algún beneficio en eso? No, por supuesto que no, pero realmente no encontraba la fuerza para ser positivo en esos momentos. Toda la noche, haciéndose preguntas a si mismo, recordando, recordando y recordando.
Empezaba a odiar esa palabra, eso junto con su memoria.
La voz no había vuelto desde que llego a casa, incluso si varias veces intento llamarla al mencionar a Nana un par de veces. Nada había ocurrido, para su frustración.
Así que realmente se encontró solo, más de una vez había estado tentado a llamar al numero de Aizawa, que brillaba en su teléfono tal como si fuese un faro en la oscuridad, pero ¿Qué sentido tiene hablarle a alguien que ya te aconsejo e ir pidiendo ayuda? ¡Él le había advertido! Y Toshinori no tenia la cara para ir y decirle que se había metido en algo profundo.
Algo que quizás, ninguno de los dos entendía, ni que pudiesen solucionar de una manera que les gustaría.
Por lo que la opción de llamarlo quedo descartada, y realmente tampoco tenia caso hablarle a sus otros contactos, Yamada no dudaría en avisarle de su caso al pelinegro y sus propias amistades... no tenían ni idea de lo que estaba pasando.
Cerrando sus ojos frustrado, decidió que lo mejor ahora seria tomar un par de aspirinas, prepararse algo de té –ya que sentía que su estomago no daba para nada hoy– y devolverle las llamadas a todos los que se molestaron en preocuparse por él.
Por alguien tan estúpido como él.
Una sensación de angustia se encontraba en su pecho, haciéndole querer rasparse la piel hasta sacarla de ahí. Los errores se acumulaban en su memoria ¿Es que nunca podía hacer nada bien?
Con razón su vida era un desastre, con alguien como él ¿Cómo no serlo?
Podía sentir como su respiración se aceleraba pero incluso siendo así, no podía respirar. Tenia que concentrarse, inhalar, exhalar, inhalar, exhalar.No podía dejar que esto avanzase, sabia las consecuencias que podía tener. Debía concentrarse en algo más, en otra cosa.
Ver la pava encima del fuego lo entretuvo lo suficiente para poder controlar su respiración otra vez. No era algo que le costase, eso de mirar algo y no mirar realmente. Varias veces a través de su infancia lo había hecho, le impedía quedarse estancado en sus pensamientos o escuchar a alguien.
Y en ese momento no deseaba pensar ni escucharse a si mismo. Así que en un movimiento rápido saco la pava del fuego y apago la hornalla.
Ahora solo se dedicaría a limpiar, y limpiar, ese era su método para que eso se fuese.
Los platos debían estar brillantes, no quería que ningún resto quedase. Las sabanas debían estar limpias, el olor a lavanda le causaba nauseas ahora, el sillón debía ser sacudido, el olor a Aizawa estaba en el y de verdad le hacia querer ir a buscarlo, la cocina tenia que oler a frutilla, el olor a comida solo le recordaba que hoy no comería con nadie.
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Leyenda de Héroes
RomancePodía ver la ciudad hecha trozos a su alrededor. El humo y los restos de tierra se esparcían por el aire. Había hecho lo que debía y lo sabia bien, no podía arrepentirse, no cuando había ayudado un poco en esta gran batalla. Valio la pena.