El disparo.

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Había pasado mucho tiempo desde la última vez que le habían disparado, pero la horrible quemadura de una bala de plata aún le resultaba familiar. No había sido suficientemente rápido y la multitud de gente le impidió perseguir al coche, el cual se dio a la fuga inmediatamente después del disparo. Ni siquiera pudo distinguir al responsable, solo un reflejo.
—¿Darien? —preguntó Serena debajo de él. Tenía las pupilas dilatas por la conmoción y le daba palmaditas en los hombros— ¿Alguien nos ha disparado? ¿Estás bien?
—Sí —respondió él, aunque no pudo evaluar los daños hasta que se movió, algo que no quería hacer.
—No te muevas hasta que pueda echarte un vistazo —dijo una voz firme—. Soy médico.
La autoridad con la que el médico dio la orden no impidió que Darien se moviera. No aceptaba órdenes de nadie más que de su padre. Se levantó y le tendió una mano a Serena para ayudarla a levantarse del frío suelo.
—¡Maldita sea! Está sangrando. No sea estúpido— dijo bruscamente el extraño—. Siéntese.
El disparo había enfurecido a su lobo y se giró para gruñir al médico, un hombre de mediana edad rubio, de aspecto competente, con un bigote pelirrojo.
Entonces, Serena le apretó la mano al hombre y le dijo:
—Gracias. —Y después se dirigió a Darien—. Deja que te eche una mirada.
Darien contuvo las ganas de gruñirle ferozmente.
Soltó un gruñido contenido cuando el extraño inspeccionó la herida; nunca muestres debilidad ante un posible enemigo. Se sentía demasiado observado; mucha gente se había detenido para fisgonear.
—Ignórelo —le dijo Serena al médico—, se vuelve gruñón cuando está herido.
Haruka, el hombre lobo dueño del restaurante, trajo una silla para que pudiera sentarse. Alguien había llamado a la policía, que llegaba en ese momento con las luces y las sirenas encendidas, seguida por una ambulancia. A Darien le dolían los oídos por el ruido.
Alguien le dijo que la bala había alcanzado la parte superficial del músculo del hombro sin causar demasiados daños. ¿Tenía enemigos?
Serena les explicó que acababa de llegar de Montana y que debía de ser alguien que disparaba desde un coche, pese a no ser el típico barrio para aquel tipo de crímenes.
Si el agente hubiera tenido el olfato de un hombre lobo, no se habría tragado la mentira. Aunque era un policía veterano, la respuesta de Serena le incomodó un poco. Pero cuando Darien le mostró su carné de conducir de Montana, se relajó.
Como Serena estaba a su lado, Darien permitió que le limpiaran y vendaran la herida y le hicieran algunas preguntas, pero por nada el mundo hubiera permitido que le metieran en la ambulancia y lo llevaran al hospital, aunque las heridas con balas de plata dificultan el proceso de recuperación. Podía sentir el escozor de la plata filtrándose a través de sus músculos.
Mientras dejaba que los extraños le manosearan para curarle, y mientras se controlaba para no perder el control, no podía sacarse de la cabeza la imagen del tipo que le había disparado. Había mirado el escaparate y había visto el reflejo del arma, y, a continuación, el rostro de la persona que la sostenía, envuelta en una bufanda y con gafas de sol oscuras. No podía identificarla, pero hubiera jurado que el hombre no lo miraba a él cuando apretó el gatillo. Miraba a Serena.
No tenía ningún sentido. ¿Por qué alguien querría matar a Serena?
No fueron al zoológico.
Mientras usaba el lavabo del restaurante para limpiarse, Haruka le dio una chaqueta para cubrirse los vendajes. A Darien no le gustaba mostrar sus debilidades. Esta vez Serena no objetó cuando le pidió que llamara a un taxi.
Su móvil sonó mientras se dirigían al apartamento, pero lo silenció sin mirarlo. Quizá era su padre, Artemis, que tenía una extraordinaria habilidad para saber cuándo estaba en un aprieto. Sin embargo, no tenía ningunas ganas de hablar con el Marrok mientras el taxista pudiera escuchar la conversación. Aunque seguramente sería Jaimie. Haruka debía de haber llamado a su Alfa cuando le dispararon. En cualquier caso, fuera quien fuese, tendría que esperar hasta que estuviera en un lugar más privado.
Hizo que Serena esperara en el taxi frente al edificio de apartamentos hasta haber comprobado que no había nada sospechoso. Nadie les había seguido desde el Loop, pero los agresores probablemente pertenecieran a la manada de Leo y estos sabían donde vivía Serena. No había reconocido al autor de los disparos pero tampoco conocía a todos los hombres lobo de Chicago.
Serena se mostró paciente. No discutió con él cuando le hizo esperar en el taxi, pero el conductor le miró como si estuviera loco.
La paciencia de Serena ayudaba a Darien a controlarse, tarea difícil durante las últimas horas. Se preguntó cómo se comportaría si su Serena no fuera una Omega, cuyo efecto calmante era tan bueno que casi anulaba la ira protectora causada por el atentado que había sufrido. La dolorosa quemazón en el hombro, la cual cada vez era más intensa, como todas las heridas producidas por la plata, no le ayudaba a mejorar las cosas, como tampoco lo hacía saber que su habilidad para la lucha estaba seriamente condicionada.
Alguien estaba intentando matar a Serena. Aquello no tenía sentido, pero durante el camino de vuelta a Oak Park, aceptó la idea.
Satisfecho al no encontrar una amenaza inmediata en los alrededores del edificio, tendió su mano a Serena para ayudarla a salir del taxi y pagó al taxista, todo ello sin dejar de vigilar. Pero no había nada.
Justo en el vestíbulo del edificio, un hombre que estaba recogiendo su correspondencia sonrió y saludó a Serena. Intercambiaron una o dos frases, pero al ver la expresión de Darien, Serena empezó a subir las escaleras.
Había sido incapaz de entender una palabra de lo que había dicho
Serena, lo cual era muy mala señal. Adusto, la siguió escaleras arriba, percibiendo la vibración de su pulso en el hombro. Mientras Serena abría la puerta del apartamento, Darien extendió y contrajo los dedos de ambas manos. Le dolían las articulaciones por la necesidad de transformarse, pero, aunque le costó mucho, se contuvo. Si estaba tan mal en forma humana, el lobo podría controlarlo; siempre y cuando se transformara.
Se sentó en el futón y observó cómo Serena abría la nevera y después el congelador. Finalmente, vio cómo cogía una lata grande del fondo del armario de la cocina. La abrió y vació el contenido en una cacerola que después dejó sobre los fogones.
Entonces, se arrodilló delante de Darien.
—Transfórmate —le dijo mientras le acariciaba la cara.
También le dijo otras cosas que no logró entender pero que le parecieron mariposas acariciándole las orejas.
Cerró los ojos.
Había una razón importante por la que no debía transformarse, pero la había olvidado mientras la observaba a ella.
—Tienes cinco horas antes de la reunión —dijo ella con calma. Su voz adquiría mayor sentido ahora que tenía los ojos cerrados—. Si puedes transformarte en lobo y luego recuperar la forma humana, te ayudará a recuperarte.
—No tengo control —le dijo él.
Era eso. Esa era la razón.
—La herida no es tan grave, el problema es la plata. Mi cambio será demasiado peligroso para ti. No puedo—añadió.
Se produjo una pausa y, poco después, Serena dijo:
—Si soy tu pareja, tu lobo no me hará daño, aunque no tengas ningún control, ¿verdad?
Sonaba más esperanzada que convencida y Darien no podía pensar con la suficiente claridad para saber si tenía razón.

Mujer Valiente 0.5 (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora