El encuentro se aproxima.

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Serena sujetaba con fuerza el volante, pero Darien no estaba de humor para apaciguar sus miedos.


Había intentado dejarla en casa. No quería que estuviera en medio de la lucha que probablemente tendría lugar aquella noche. No quería que le hicieran daño y tampoco que lo viera en el rol que habían escogido para él muchos años atrás.


-Sé dónde vive Leo -había dicho ella-. Si no me llevaras contigo, hubiera cogido un taxi y te hubiera seguido. No irás allí solo. Tus heridas todavía están frescas y pueden detectarlas y tomarlas como un signo de debilidad.


La verdad tras sus palabras casi le hizo ser cruel. Estuvo a punto de preguntarle qué pensaba que podría hacer ella, una loba Omega, para ayudarle en la pelea, pero el Hermano Lobo le obligó a morderse la lengua. Ya le habían hecho suficiente daño y el lobo no permitiría que le hicieran más. Era la primera vez en su vida que el lobo detenía a su parte humana, cuando normalmente ocurría lo contrario. En aquella ocasión también se habría equivocado. Recordó cuando Serena empuñó el rodillo de mármol. Puede que no fuera agresiva, pero su paciencia tenía un límite.


Finalmente, accedió a que le acompañara. Sin embargo, cuanto más se aproximaban a la residencia que Leo tenía en Naperville, más se arrepentía por su incapacidad de alegrarse por su presencia.
-La casa de Leo tiene seis hectárea# -dijo ella-. Es suficientemente grande para que la manada cace libremente, pero, aun así, tenemos que ser muy silenciosos.


Su voz estaba tensa. Trataba de darle conversación para controlar su ansiedad. Aunque le costaba colaborar porque estaba enfadado, hizo un esfuerzo.


-Es complicado cazar en las grandes ciudades -añadió él.


Entonces, para comprobar su reacción y porque no había tenido la oportunidad de terminar la discusión sobre lo que sentía realmente por ella, le dijo:


-Te llevaré a Montana para una cacería de verdad. Nunca querrás volver a vivir en una gran ciudad. Normalmente cazamos ciervos y alces, pero como hay muchísimos alces americanos, también los cazamos de vez en cuando. Son todo un reto.


-Creo que prefiero quedarme con los conejos, si no te importa -dijo ella-. En las cacerías me limito a rastrear -añadió con una leve sonrisa -. Creo que he visto Bambi demasiadas veces.


Darien soltó una risotada. Sí, le gustaba. Le había aceptado sin discutir. Le había retado, pero no se lo había discutido. Darien recordó cuando le dijo que no estaba interesada en el sexo.


-Cazar es parte de lo que somos. No como los gatos, los cuales prolongan la matanza. Además, los animales que cazamos nos necesitan para mantener las manadas fuertes y sanas. Pero si te molesta, puedes también rastrear la caza en Montana. Disfrutarás igualmente.


Serena condujo hasta un poste con un teclado numérico delante de una verja de cedro gris e introdujo un código de cuatro dígitos. Tras una breve pausa, la verja se abrió automáticamente.


Ya había estado un par de veces allí. La primera fue hace más de un siglo y la casa era poco más que una cabaña. En aquel entonces, el terreno se extendía a lo largo de veinte hectáreas y el Alfa era un irlandés católico llamado Willie O'Shaughnessy, el cual, sorprendentemente, había congeniado con sus vecinos, la mayoría alemanes y luteranos. La segunda vez fue a principios del siglo xx, para el funeral de Willie, un lobo realmente viejo, casi tanto como el Marrok.


Los que viven tantos años suelen enloquecer. Cuando se manifestaron los primeros signos en Willie, decidió dejar de comer, una muestra más de la fuerza de voluntad que le llevó a convertirse en Alfa. Darien recordó el profundo dolor que provocó en su padre la muerte de Willie.


Darien y su hermano Taiki pensaron durante los meses siguientes que su padre decidiría seguir el mismo camino que Willie.


Tanto la casa de Willie como sus tierras habían pasado al siguiente Alfa, un hombre aleman, no podía recordar su nombre, ni qué ocurrió finalmente con él. Hubo varios Alfas después de aquel, antes de que Leo se hiciera con el mando.


Willie y un grupo de picapedreros alemanes habían construido la casa con una artesanía que ahora sería prohibitiva. Recordó el tiempo en que aquellas ventanas habían sido nuevas.


Darien odiaba que le recordaran lo viejo que era. Serena apagó el motor e hizo ademán de abrir la puerta, pero Darien la detuvo.


-Espera un momento.


Gracias al legado de su portentosa madre, había aprendido a mantenerse alerta. Una sospecha de inquietud hizo que sus sentidos se estremecieran. Miró a Serena y frunció el ceño. Era demasiado vulnerable.


Si le ocurría algo, no se recuperaría.


-Necesito que te transformes -le dijo Dariem.


Algo en su interior se relajó: era eso.


-Si me pasa algo, quiero que corras y busques un lugar seguro.


Entonces llama a mi padre y dile que te saque de aquí.


Serena vaciló.


No era propio de él dar explicaciones. Como lobo dominante en la manada de su padre, raramente tenía que hacerlo. Pero hizo un esfuerzo por Serena.


-Es importante que entres allí en forma de lobo -dijo mientras se encogía de hombros-. He aprendido a seguir mis instintos.


-De acuerdo.


Serena se tomó su tiempo, y Darien lo aprovechó para sacar la libreta y revisar la lista. Le había dicho a Yaten que Leo podía traer a Isabelle y a sus cinco primeros. Según la lista de Serena, aparte de Isabelle, solo Boyd figuraba también en la lista que le había dado su padre. Si Yaten era el segundo de Leo, no había ningún otro lobo que supusiera una amenaza para él.


El dolor de la herida le hizo regresar a la realidad. Ninguno de ellos tenía la menor oportunidad con él.
Serena terminó de transformarse. La observó sentada en el asiento del conductor, jadeante, y pensó que era preciosa. Canela como el pam con una mancha blanca en el hocico. Era pequeña para ser una mujer lobo pero mucho más grande que un pastor alemán. Sus ojos eran de un


azul pálido, lo cual era extraño porque usualmente no se mantenía el color humano es la versión lobuna.


-¿Estás preparada? -preguntó Darien.

Mujer Valiente 0.5 (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora