Lo que pasó.

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EL lobo que tanto había intimidado a Serena no deseaba marcharse, pero no era suficientemente dominante para hacer algo con Darien en el apartamento. Por eso, Darien esperó algunos segundos y después lo siguió silenciosamente por las escaleras.
En el piso inferior encontró a Yaten a punto de llamar a una puerta.
Darien estaba bastante seguro de que era la de Ami. No le sorprendió que Yaten buscara otra manera de castigar a Serena por su forzada retirada. Darien golpeó el suelo con su bota y vio cómo el otro lobo se quedaba completamente rígido y bajaba el brazo.
—Ami no está en casa —dijo Darien—, y no sería aconsejable hacerle daño.
Darien se preguntó si debía matarlo allí mismo... Pero tenía una reputación que su padre no podía permitirse que perdiera. Solo podía matar a aquellos que infringían las reglas del Marrok, y solo después de que quedara demostrada su culpabilidad.
Serena le había dicho a su padre que Yaten era el lobo que había transformado a Alan MacKenzie Frazier en contra de su voluntad, pero, como en aquella manada se producían tantas irregularidades, podrían considerarse circunstancias atenuantes. Serena era una mujer lobo desde hacía tres años y nadie le había dicho que no podría tener hijos. Si Serena sabía tan poco, era probable que aquel lobo tampoco conociera las reglas.
Ignorara o no sus crímenes, Darien deseaba matarlo. Cuando Yaten se dio la vuelta, Darien lo fulminó con la mirada y vio cómo el otro lobo palidecía de repente y empezaba a bajar las escaleras.
—Ve a darle el mensaje a Leo —dijo Darien.
Le hizo saber a Yaten que lo estaba siguiendo, para que supiera qué se sentía al ser la presa de un depredador más violento que él.
Yaten era un tipo duro. Mientras bajaba la escalera, se iba girando para enfrentarse a Darien, aunque solo con la mirada, viéndose forzado a continuar adelante. La persecución despertó al lobo de Darien, quien, aún molesto por el modo en que Yaten había tratado a Serena, permitió que saliera a la superficie un poco más de lo estrictamente necesario. La lucha se detuvo en la puerta principal, donde dejó que Yaten se marchara libremente. La cacería había sido demasiado corta.
Al lobo de Darien tampoco le había gustado ver a Serena asustada.
Reclamaba sangre, y Darien tuvo que poner en práctica todo su autocontrol para no matar a Yaten en el apartamento. Solo la firme sospecha de que Serena podría volver a tenerle miedo le ayudó a permanecer sentado hasta estar seguro de que podía controlarse.
Subir los cuatro pisos debería darle tiempo para tranquilizar a su lobo.
Podría haberlo hecho, pero Serena le esperaba en el tercer piso con el rodillo en la mano.
Se detuvo a medio camino y Serena se dio la vuelta y empezó a subir sin decir una palabra. La siguió hasta la cocina de su apartamento, donde dejó el rodillo junto al pote de los cuchillos.
—¿Por qué el rodillo y no un cuchillo? —preguntó él con la voz áspera por la necesidad de acción.
Le dirigió la primera mirada tras el encuentro en las escaleras.
—Un cuchillo no lo detendría, pero los huesos necesitan tiempo para curarse.
Aquello le gustó. ¿Quién hubiera pensado que le excitaría una mujer con un rodillo?
—Muy bien —dijo él—. Muy bien.
Se dio la vuelta súbitamente y dejó a Serena en la cocina, porque si permanecía allí tendría que cogerla y seducirla, El apartamento no era suficientemente grande para andar de un lado a otro o para poner distancia entre ellos. Su olor, una mezcla de miedo y excitación, era peligroso. Necesitaba una distracción.
Se sentó en una silla y se reclinó sobre las patas traseras de la misma.
Cruzó sus manos detrás de la nuca adoptando una postura relajada, entrecerró los ojos y dijo:
—Quiero que me hables de tu transformación.
No le pasó desapercibido que la pregunta hizo estremecer a Serena.
Algo malo había ocurrido durante su transformación. Se concentró en eso.
—¿Por qué? —preguntó ella desafiante.
Imaginó que todavía estaba alterada por la visita de Yaten. Serena se dio la vuelta y se encogió pensando que la ira le haría explotar.
Darien cerró los ojos. No podía más. Estaba a punto de dejar a un lado toda la caballerosidad que su padre le había enseñado y tomarla allí mismo, estuviera dispuesta o no. Pensó que eso le enseñaría a no tenerle miedo.
—Necesito saber cómo funciona la manada de Leo —dijo él pacientemente, aunque en aquel momento le importaba poco—. Prefiero que me des tu opinión primero y luego ya haré preguntas. Me dará una idea más clara de lo que está haciendo y por qué.

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Serena lo miró cautelosa pero Darien ni se inmutó. Todavía podía oler la rabia en el ambiente, aunque podía ser una reminiscencia de la presencia de Yaten. Darien también estaba excitado; Serena se encontro respondiendo a su pregunta aunque sabía que era el habitual resultado de la victoriosa confrontación entre machos. Como Darien lo estaba ignorando, ella también podía hacerlo.
Respiró profundamente y el olor de Darien llenó sus pulmones.
Tras aclararse la garganta, se esforzó por encontrar el principio de su historia.
—Trabajaba en una tienda de música en el Loop cuando conocí a Yaten. Me dijo que era guitarrista, como yo, y empezó a venir varias veces por semana a comprar cuerdas, CD's... pequeñas cosas. Flirteaba conmigo y hacía bromas.
Se dio cuenta de lo insensata que había sido.
—Pensaba que era buen chico, de modo que, cuando me invitó a comer, acepté. Serena miró a Darien; parecía estar a punto de dormirse. Los músculos de sus hombros estaban relajados y su respiración era lenta y calmada.
—Tuvimos un par de citas. Me llevó a un pequeño restaurante cerca de un parque, una de las reservas forestales. Cuando terminamos, fuimos a dar una vuelta por el bosque «para contemplar la luna», según me dijo.
Incluso ahora, después de tanto tiempo, era consciente de la tensión en su voz.
—Me pidió que esperara un momento, que volvería enseguida.
Recordó que Yaten se había excitado, que estaba casi frenético con las emociones contenidas. Se había palpado los bolsillos y le había dicho que había olvidado algo en el coche. Serena se temía que fuera a buscar  un anillo de compromiso. Mientras esperaba, ensayó diversas formas amables de rechazar su propuesta. Tenían muy poco en común, y casi ninguna química. Aunque parecía agradable, había algo en él que no le cuadraba, y su instinto le decía que tenía que romper con él.
—Como tardaba mucho, decidí ir al coche cuando, de repente, oí algo entre los arbustos.
Sintió un cosquilleo en la cara, igual que aquella noche.
—¿No sabías que era un hombre lobo?
La voz de Darien le recordó que se encontraba a salvo, en su apartamento.
—No, pensaba que era solo una leyenda.
—Cuéntame qué ocurrió después del ataque.
No tenía que explicarle cómo Yaten la había acechado durante una hora, mareándola de un lado a otro y evitando que se acercara a la salida del bosque. Solo quería saber cosas sobre la manada de Leo.
Serena disimuló el alivio que le produjo aquello.
—Me desperté en casa de Leo. Al principio estaba muy excitado; su manada solo tiene otra mujer. Entonces descubrieron lo que era.
—¿Y qué eres, Serena?
Pensó que su voz era como el humo, suave y ligera.
—Sumisa —dijo ella—, la categoría más baja. —Y entonces, con los ojos cerrados, añadió—: Inútil.
—¿Eso es lo que te dijeron? -preguntó él pensativo.
—Es la verdad.
Debería estar más disgustada por eso; los lobos que no la odiaban la trataban con lástima. Pero no quería ser dominante y tener que luchar y hacer daño a la gente.
Como Darien no dijo nada, continuó con su historia, esforzándose por recordar todos los detalles.
Él hizo algunas preguntas:
—¿Quién te ayudó a controlar a tu lobo? (Nadie, lo hizo por su cuenta.
Le dijeron que era otra prueba que demostraba que no era dominante).
—¿Quién te dio el teléfono del Marrok? (El tercero de Leo, Andrew).
—¿Cuándo y por qué? (Justo antes de que la pareja de Leo intercediera por ella y evitara que la hiciera circular entre los machos que merecían una recompensa. Intentó evitar a los lobos de más categoría. No tenía ni idea de por qué le habían dado ese número ni quería preguntar).

Mujer Valiente 0.5 (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora