1.El gran desafío

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-Si, Ginny, sigo al pie de la escalera-contestó Draco en un tono entre cansino y burlón-y sí, estoy mirando por debajo de tu vestido-añadió para picarla.

Lo cierto era que le estaba costando todo su autocontrol mantener la vista apartada. Ginny Weasley tenía unas piernas preciosas, sobre eso no había discusión posible. Hacía años que era su mejor amigo, su tormento, y una especie de figura de hermano mayor, pero eso no le restaba objetividad respecto a sus encantos. Ginny Weasley le parecía una mujer realmente hermosa.

-Draco Malfoy, en cuanto baje de aquí serás hombre muerto.

-¿No estarás amenazando con caerte encima de mí y aplastarme, verdad?-sonrió muy divertido-porque siento decirte que estando tan escuálida como estás, no me matarías en el acto, es más lo único que lograrías y esto siendo bastante exagerado sería que me rompieras un brazo. Mmmm aunque claro que, tal vez, si me caes sobre la cabeza a lo mejor pierdo el conocimiento, pero aun así...

Ginny no pudo evitar echarse a reír.

-Con eso me conformaría. Así al menos te callarías un rato, que manera de hablar tanto-dijo Ginny haciendo una mueca que a él le pareció adorable.

En ese momento sopló una ligera brisa, levantando un poco el vestido de Ginny y obsequiando a Draco una fugaz visión de un trozo de encaje blanco. Draco tragó saliva y giró el rostro, sintiéndose irritado al notar que se había ruborizado como nunca antes. Al parecer ella no lo notó.

-¿Todavía no tienes a ese estúpido bicho?-espetó Draco algo irritado.

Ginny alargó la mano un poco más, y consiguió alcanzar el suave cuerpecillo de su gato persa, el cual se había encaramado al árbol y no se atrevía a bajar.

-Buen gatito, ven con mamá... ven gatito, gatito, gatito... ven con mami... ya está!-murmuró sosteniéndolo contra su pecho-¡Ya lo tengo!-exclamó mirando hacia abajo-La próxima vez, Houdini si tienes que subirte a algún sitio, súbete al tejado del porche-dijo hablándole al gato-De ahí al menos sabes bajarte tú sólito, y así no tendré que recurrir otra vez a este insolente inútil, que aprovecha para mirar por debajo de mi falda, ¿me oyes?

Draco sujetó pacientemente la escalera hasta que Ginny pisó tierra firme.

-He oído lo que le has dicho a ese horrible animal, ¿sabes?-le dijo torciendo el gesto.

Ginny alzó el rostro para poder mirarlo a los ojos.

-Esa era mi intención-le contestó con una dulce sonrisa sarcástica-Dime, ¿cómo es posible que alguien que mide casi dos metros pueda tener miedo a las alturas? Si fueras un caballero habrías subido tú a rescatar a mi gato en vez de dejar que lo hiciera yo.

-No es culpa mía que ese tonto peludo se suba a los árboles cada vez que aparece un perro. El sí que es un blando cobarde. En vez de plantarles cara... no, que va!, el corre como doncella en apuros a esconderse en la altura de algún gran árbol. Si no son más que sacos de babas... Además, lo tienes muy mimado. Deberías dejar que aprenda a salir solo de los líos en los que se mete -dijo haciendo reír a Ginny de nuevo.

Draco cerró la escalera de metal, y la guardó en la caseta de las herramientas del jardín antes de seguir a Ginny al interior de la casa, en la que llevaban viviendo juntos, compartiendo el alquiler, desde hacía casi seis meses. Habían sido amigos desde niños, y ni la distancia ni el paso del tiempo habían alterado la afinidad entre ambos. Seguían pasándolo igual de bien cuando estaban juntos.

Draco tomó asiento en una de las banquetas de pino de la cocina, y observó a Ginny mientras ponía de comer a su mascota. Era la misma Ginny que conocía desde hacía quince años, pero desde que regresó de Inglaterra había algo que había cambiado en ella, aunque no acertaba a averiguar qué era.

Desafío de Amigos |ADAPTACION|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora