"Tú otra vez"

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Escuchaba el sonido de la lluvia, ese sonido que no tiene traducción… agua fluyendo, como el ruido que cae de una cascada, ¿o sólo era el flujo de un grifo común?

No sabía cuánto tiempo estuvo inconciente, lo único que recordaba era dos tipos tocando en su puerta, cuestionando si era "Trafalgar Law" un punzante dolor en el cuello y oscuridad.

La sensación en su boca era extraña, una incómoda resequedad de quizá tres dias, y los gérmenes se habían juntado para crear un mal aliento.

Sus músculos los sentía tensos y con poca movilidad; fue el tratar de llevarse la mano a la cara que se percató que estaba atado. Por la poca luz que entraba por un tragaluz, podía asimilar que era como una clase de bodega; no parecía haber mobiliario ni nada en particular que diera señal de en qué lugar pudiera estar. Había unas simples cajas de madera, y la silla donde estaba atado.


— "Mierda, ¿y ahora qué pasó?

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— "Mierda, ¿y ahora qué pasó?..." —

Maldijo en un pensamiento, mientras escuchaba el ruido de una pesada puerta de metal, de nuevo más metal golpeandose, luego una enceguecedora luz entrante que hizo que sus pupilas se dilataran de inmediato al contacto, cerrando los ojos por inercia.

Al poco que pudo abrirlos, dos personas familiares estaban junto a él.

Eran dos hombres altos y de cuerpo trabajado, ambos tenían el cabello largo y rubio; mientras que a uno le caía agraciadamente por los hombros en forma lacia, al otro se le alborotaba por toda la espalda.

— Es un gusto conocerlo, Doctor Trafalgar, lamentamos las circunstancias en las que se encuentra, ya estará en una poción más comoda pronto. — Habló el chico al que se le podía ver el rostro.

— Por la carta que recibí supongo que ustedes son las personas más interesadas en mis ¿servicios? — Dijo Law sin titubeo en su voz.

— Por su puesto, y para mostrarle nuestra hospitalidad, lo llevaremos a una habitación distinta, ahí podrá cambiarse y lavarse, para que este más cómodo. —

Sin decir más, ambos hombres se giraron en sus talones para salir de la lúgubre bodega, ésta vez un golpe le azotó contra su mandibula, un dolor insoportable que le hizo perder el conocimiento de nuevo.

— ¿Por qué lo tratás cómo si fuera un huésped? Sólo tiene que operar a Kid y lo botaremos de regreso. —

— Killer, por dios ¿Dónde quedan tus modales? — Cuestionó Basil tomando el mentón del rubio para mirarle con intensa lascivia.

Como siempre, se safó de ese desagradable toque, caminando a donde se dirigían.

El otro sólo negó sonriendo divertido, yendo tras el mismo rumbo que el otro.

Plomo negro y carmesí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora