Capítulo 2

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Capítulo 2

Ya en la noche, todos estaban cenando en la mesa, cuando José Miguel bajó y con el llego Ivana.

José Miguel: Antes de todo, quiero presentarles a Ivana, es la administradora de la hacienda y vivirá con nosotros.

Ivana: Mucho gusto (sonríe)

Benita: ¿Van a merendar?

Ivana: Yo sí, muchas gracias.

José Miguel: Sólo quiero un café, gracias (se sienta). Alonso no sabía que habías venido con toda la comitiva.

Alonso: Vine para que no te sintieras solo primito.

José Miguel: ¿Y quién te dijo que estoy solo? La hacienda está llena de gente.

Alonso: Sí, pero no son de tu familia.

José Miguel: (con ironía) Que noble eres por sacrificarte por mí.

Alonso: ¿Sacrificado?

José Miguel: Sí, tú mismo dijiste que ni loco vendrías para acá, porque te ibas a morir del aburrimiento.

Alonso: Primo, estaba enojado.

José Miguel: Y con razón, este lugar puede resultar bastante aburrido, sobre todo para quien no hace nada.

Iluminada: Patrón José Miguel, ya fuera lo busca Don Sabino.

José Miguel: ¿Y quién es ese hombre?

Iluminada: Pues el cuidador de la hacienda Montesinos, y dice que le urge hablar con usted.

José Miguel: Está bien, voy a ver que quiere.

Iluminada: Sí patrón.

José Miguel: Iluminada, como mi familia vino a quedarse en la hacienda a partir de hoy te irás a dormir a tu casa (Iluminada se retira y José Miguel va a la puerta)

Alonso: José Miguel está insoportable mamá. ¿Te fijaste como me trato? (enojado) No lo resisto mamá, te juro que no le resisto (se va).

Ivana: Yo mejor me retiro, con permiso (se va)

José Miguel: ¿Qué se le ofrece?

Sabino: Buenas noches señor, ¿es usted el dueño de Los Cascabeles?

José Miguel: Sí, soy José Miguel Villalba.

Sabino: Mucho gusto señor, yo soy Sabino Mercado para servirle, el cuidador de…

José Miguel: Estoy enterado de quien es usted. Dígame a qué vino.

Sabino: A lo mejor usted no está enterado de lo que pasa con su ganado, yo he tratado de arreglar este asunto con Rosendo, pero resulta que él no me hace caso.

José Miguel: Concrete señor, ¿qué pasa con el ganado?

Sabino: Lo que pasa es que el ganado se mete seguido a la propiedad Montesinos, para pastar y tomar agua y eso no más no.

José Miguel: ¿Y dice que mi capataz está al tanto de eso?

Sabino: La verdad es que sí señor, yo ya le he dicho un montón de veces, pero Rosendo Gavilán argumenta que él no tiene la culpa de que los animales jalen para allá. Y no me lo vaya a tomar a mal señor, pero yo estoy seguro de que el mismo las arrea para allá a propósito, como la hacienda Montesinos se encuentra la laguna, pues a Rosendo se le hace más fácil llevar al ganado allá que ir hasta el río.

José Miguel: ¿No hay una cerca que impida el paso?

Sabino: Pues si había, pero estaba tan vieja que se cayó y como mis patrones no están, yo no puedo hacer nada porque no tengo dinero.

José Miguel: Entonces el problema no es mío sino de ustedes, o arreglan la cerca o tendrá que aguantar que mi ganado se meta en esa propiedad.

Sabino: Pero...

José Miguel: No hay pero que valga, y ahora si me disculpa.

Sabino: Pensé que usted sería más sensato que Rosendo, pero por lo visto me equivoque.

José Miguel: Ahí está la puerta.

Sabino: Mis patrones no tardan en aparecer, tendrá que arreglárselas con ellos.

José Miguel: No hay nada que arreglar, cuando ellos vengan les voy a decir lo mismo que le he dicho a usted.

San Pedro de Las Peñas (Casa de los Macotela)

Mauricio: Sabes algo Gabriela

Gaby: Me llamaste Gabriela y si lo hiciste es porque estas enojado.

Mauricio: Pues sí, estoy muy enojado contigo, no puedo creer como te expresaste del idiota de hace rato.

Gaby: Pero mi amor, no te enojes por una tontería (lo intenta abrazar)

Mauricio: (se aleja) No me toques, para mí no fue ninguna tontería.

Gaby: Sabes que, haz lo que quieras.

Mauricio: Eso mismo haré, adiós

Gaby: Eres un celoso y machista de lo peor (se va)

En Los Cascabeles, Iluminada terminaba de fregar los platos de la cena.

Benita: ¿No piensas irte a tu casa muchacha?

Iluminada: Es que quería pedirle permiso al patrón José Miguel, para que me dejará dormir aquí.

Benita: ¿Y eso por qué Iluminada?

Iluminada: Es que ya no quiero regresar a mi casa.

Benita: ¿Por qué si se puede saber?

Iluminada: Lo que pasa es que mi mamá está viviendo con un fulano que me cae como patada de mula, y la verdad para evitarme dificultades.

Benita: Esta bien, te puedes quedar Iluminada, yo le aviso a mi niño.

Iluminada: (la abraza) ¡Gracias seño Benita!, de verdad, que Diosito se lo pague.

Benita: No es para tanta muchacha.

Iluminada: No, para mí sí, y mucho de verdad. Sabe que, yo voy a guardar el pan y todo.
Benita se acerca a una de las ventanas y observa algo quemándose de lejos.

Benita: ¿Qué será eso?

Iluminada: ¿Qué cosa?

Benita: Aquel resplandor que se ve allá a lo lejos.

Iluminada: Parece como si se estuviera chamuscando algo.
Lo que se estaba quemando era la casa de Juan y Teresa, Rosendo había ordenado que se quemara con todo y sus cosas.

Juan: No tenías por qué hacerlo Rosendo, si nosotros ya nos íbamos.

Rosendo: Era para estar seguro de que no iban a regresar.

Teresa: Algún día va a pagar todo lo que ha hecho.

Rosendo: Ya, ya a mí no me reclames, yo no más estoy cumpliendo órdenes del patrón, al fin y al cabo, están en sus terrenos ¿o no?, él sabe qué hace con sus cosas. Ya dejen de llorar chamacos. Filadelfo ya vámonos, total aquí ya todo está listo (se van)

Juan: Rosendo tiene razón, el jacal no era nuestro.

Teresa: No conozco a ese hombre, pero ya lo odio con todas mis fuerzas, José Miguel Villalba no tiene entrañas, es un verdadero alacrán ponzoñoso.

En el despacho de Los Cascabeles se encontraba José Miguel revisando la caja fuerte, pero luego se fue a un mueble donde se encontraban algunas armas.

Isabel: (entra) ¿Qué haces con esa pistola?

José Miguel: La estoy revisando.

Isabel: Ay por favor ten mucho cuidado, tú no sabes usar esas cosas.

José Miguel: Ya aprenderé, no está demás tener un arma cerca, no sabemos si algún día se pueda necesitar.

Isabel: Te venía avisar que una joven te espera en la sala.

José Miguel: ¿Te dijo su nombre?

Isabel: No

José Miguel: Tía, no quiero a nadie dentro de mi casa y menos si se trata de una desconocida.

Isabel: Pero José Miguel.

José Miguel: Cualquier desconocido tendrá que esperar fuera de la casa ¿de acuerdo?

Isabel: Sí de acuerdo, discúlpame yo no sabía

José Miguel: Ahora ya lo sabes (se va a la sala)

Isabel: (mira al techo) Paciencia Dios mío, paciencia.

En la sala

Gaby: Buenas noches

José Miguel: Diga

Gaby: Me llamo Gabriela Macotela, soy la directora de la escuela de San Pedro, y como me enteré que usted acaba de llegar, vine a darle la bienvenida y estoy a sus órdenes para lo que se le ofrezca.

José Miguel: No se me ofrece nada, y para serle franco me molesta que tenga la desfachatez de venir a presentarse cuando ni siquiera sabe quién soy.

Gaby: Se que usted es José Miguel Villalba, el dueño de esta hacienda, de hecho, todo el pueblo lo comenta.

José Miguel: Sabe que la gente de aquí no tiene nada mejor que hacer que meterse en donde no le importa, ahora márchese y jamás se le ocurra regresar.

Gaby: Disculpe mi intención no era molestarlo, sólo intentaba ser amable, con su permiso y que tenga buena noche (se va)

Antes de que Gaby subiera a su coche, Alonso salió tras ella

Alonso: No le hagas mucho caso, mi primo últimamente ha tenido uno que otro problema, por eso está de pésimo humor.

Gaby: Jamás me imagine que un hombre como él, pudiera ser tan amargado.

Alonso: (ríe) Soy Alonso, ¿te llamas Gabriela verdad?

Gaby: Así es, Gabriela Islas para servirte

Alonso: ¿El auto es tuyo?

Gaby: Sí

Alonso: Entonces vamos al pueblo a dar una vuelta y así nos conocemos mejor ¿te parece? (toma su mano y la besa) Acabo de llegar y todavía no lo conozco

Gaby: Es que no sé si a tu primo le guste la idea

Alonso: José Miguel sólo es mi primo, no mi papá, vamos no pasara nada (se suben al auto y se van)

En la casa de los Macotela, los padres de Mauricio llegaban a su casa luego de una cena de trabajo, mientras él estaba hecho una furia por la discusión que tuvo con Gaby

Enriqueta: Esas reuniones con la gente del banco, me parecen de lo más aburridas

Moisés: No te quejes Enriqueta, es mi obligación como gerente de la sucursal de San Pedro asistir, y no olvides que gracias a ese empleo vivimos muy bien y que tu hijito que pueda tener un pequeño empleo y no digan que es un bueno para nada, aunque a veces sea cierto

Enriqueta: Moisés no digas eso, mi Mau trabaja mucho, hablando de él, Mau (lo llama)

Mauricio: ¿Qué?

Enriqueta: ¿No saliste con Gabriela?

Mauricio: No mamá, estuvo aquí, pero se fue temprano porque según ella tenía muchos pendientes

Moisés: ¿Y por qué estas tan enojado?

Mauricio: Porque estoy seguro que no fue a trabajar, sino a ver al idiota engreído ese

Enriqueta: ¿A quién te refieres Mau?

Mauricio: A un idiota que se paseó con Rosendo Gavilán por el pueblo esta tarde

Moisés: ¿Quién es?

Mauricio: No lo sé, pero Gaby quedo embobada con él

Enriqueta: Mau, no seas tan celoso

Mauricio: Ustedes siempre la defienden, pero mejor me voy a dormir, buenas noches (se va)

Los Cascabeles

José Miguel salió un momento para respirar aire fresco y reflexionar un poco, pero Benita lo siguió

Benita: ¿En qué piensas?

José Miguel: En lo ajeno que vivía de lo que pasaba en Los Cascabeles, pienso que hice mal, no debí desentenderme tanto de la hacienda

Benita: Lo ves, Don Ernesto tenía razón, siempre te insistió y nunca quisiste venir

José Miguel: Por mucho tiempo culpe a este lugar de la muerte de mis padres, Benita ¿tú conociste a los dueños de la hacienda Montesinos?

Benita: No muy bien, recuerdo que era un matrimonio con ese apellido, a lo mejor tu tía Isabel te puede dar más información.

José Miguel: Es un apena que hayan abandonado sus tierras de esa manera, están muertas sin producir nada, quizás desde cuándo, deberían venderlas

Benita: Se me hace raro oírte hablar de esas cosas, de cuándo acá te preocupa el campo

José Miguel: Desde que llegue, si me voy hacer cargo de esta hacienda tengo que preocuparme por todo lo que pase a mi alrededor, yo sé que tengo mucho que aprender, y lo voy a lograr (se escucha algo romperse) ¿qué fue eso? (se acercan a donde escucharon el ruido)

Benita: Fue una apedreada, pero de dónde vino (se escucha a alguien gritar)

Teresa: ¡Alacrán! Eso es usted, un alacrán ponzoñoso, el peor de todos (le tira una piedra a la cabeza de José Miguel que cae al suelo)

Benita: ¡Mi niño, José Miguel! (se pone a la altura de él) ¡Virgen santísima!

José Miguel: (se levanta un poco) Estoy bien

Benita: Per cómo vas a estar bien, estas sangrando (se dirige a Teresa) ¿Qué intento hacer? ¿Matar a mí niño?

Teresa: Por favor perdóneme señor, yo le juro que no quería lastimarlo, no más quería asustarlo por lo que nos hizo

José Miguel: ¿Yo?

Teresa: Sí, usted no tenía por qué echarnos del jacal y menos quemarlo, pero perdóneme señor, se lo suplico

Benita: (se acerca furiosa a Teresa, pero José Miguel la detiene) Nada de perdóneme, usted lo que acaba de hacer... (José Miguel la interrumpe)

José Miguel: Benita, deja que la señora hable, ¿quién es usted?

Teresa: Me llamo Teresa, soy esposa de Juan, el trabajador que usted corrió de la hacienda

José Miguel: ¿Y cómo es que su jacal se quemó?

Teresa: Usted bien sabe de lo que estoy hablando, el mismito Rosendo me dijo que no más estaba cumpliendo sus órdenes, yo sé que usted es el dueño de todo esto, pero eso no le da derecho a cometer estas injusticias y tampoco fue justo que corriera a mi Juan, porque él no se robó nada, no más tomó el dinero prestado, usted no está para saberlo, pero mi viejo le insistió mucho a Rosendo que le prestara esos centavos y que se los fuera descontando de su sueldo, pero Rosendo no quiso, era para comprar las medicinas de mi hijo, era para salvar la vida de un hijo, pero usted qué va a saber de esas cosas (llora)

Benita: José Miguel, ¿qué vas hacer?

José Miguel: Ve la forma en que esa mujer y sus hijos se acomoden en algún lugar de la casa, hasta que su marido les encuentre algún un techo seguro, pero a él no lo quiero ver por aquí

Benita: ¿Estás seguro que eso es lo que quieres?

José Miguel: Ya me oíste, y de esto ni una palabra a nadie ¿entendido?

Benita: Como tú digas (José Miguel regresa a la casa y ella se acerca a Teresa) señora quiero hablar con usted, acompáñeme (se van)

San Pedro (plaza)

Alonso y Gaby llegan al pueblo

Alonso: ¿Esta es la plaza principal del pueblo?

Gaby: Sí

Alonso: Que pintoresca es (ríe)

Platicaban mientras recorrían la plaza y la gente los observaba

En Los Cascabeles, José Miguel estaba en el baño de su habitación limpiándose la herida que tenía en su frente que rato atrás le había propiciado Teresa, en su mente aun resonaban las palabras de ella llamándolo alacrán, al volver a su habitación su encuentra con su tía Isabel.

Isabel: José Miguel, hijo ¿no has visto a tu primo? (le ve la herida en la frente) ¿hijo qué te paso?

José Miguel: No me paso nada

Isabel: Pero estas sangrando

José Miguel: Ya te dije que no fue nada, ¿podrías conseguirme un poco de antiséptico y una gaza o algo?

Isabel: Claro, en seguida te lo traigo

José Miguel: Y en cuanto a Alonso, no tengo la menor idea donde podría estar

San Pedro (plaza)

Gaby: ¿Y te gusta San Pedro de las Peñas?

Alonso: Se ve que no hay mucha actividad que digamos

Gaby: Bueno, es que aquí la actividad es en el día, ¿te quieres sentar un rato?

Alonso: Sí, claro (se sientan en una banca, pero Tirsa una de las chismosas del pueblo los ve desde lejos)

Gaby: Oye Alonso, ¿por qué tu primo tiene tan mal carácter?

Alonso: Ya te dije que últimamente José Miguel ha tenido muchos problemas

Gaby: ¿Y qué tipos de problemas?

Alonso: Digamos que la decepciono una persona a la cual él quiso mucho

Gaby: Que lastima, es muy raro que un hombre como él tenga mala suerte con las mujeres

Alonso: ¿Y cómo sabes que su decepción fue amorosa?

Gaby: No lo sé, pensé que era así

En los terrenos de Los Cascabeles, Teresa le contaba a Juan todo lo ocurrido con José Miguel

Juan: Pero ¡qué hiciste mujer!

Teresa: No sabes lo mal que me sentí cuando al señor José Miguel le chorreaba la sangre por la cabeza

Juan: Lo único que lograste fue empeorar más las cosas, ahora se va a querer desquitar con nosotros

Teresa: No, eso mismo pensé, pero la señora Benita me dijo que los chamacos y yo nos podíamos quedar en un cuarto de la casa grande, hasta que tú pudieras llevarnos

Juan: ¿Qué?

Teresa: Como lo oyes viejo, quien quita y el dueño no están malo

Juan: Cómo que no, ya te conté que ni oído puso a mis palabras

Teresa: Pues sí, pero yo voy a tomarle la palabra, quiero que mis chamacos tengan un lugar seguro donde pasar la noche

Juan: Ay Tere, te vas a meter en la boca del lobo

Teresa: Hoy no estoy para reclamos, y si no te parece entonces apúrate mañana para conseguir trabajo y un lugar para vivir

Juan: Pero dónde mujer

Teresa: Pues piensa, pero mientras las criaturas y yo nos quedamos en la casa del señor José Miguel

San Pedro (plaza)

Gaby: ¿Y cómo cuanto tempo piensan quedarse en Los Cascabeles?

Alonso: No sé, pero espero que mientras estemos aquí nos sigamos viendo, al menos que tengas algún compromiso

Gaby: No, ningún compromiso es lo suficientemente importante como para impedir nuestra recién amistad (Pasa junto a ellos Tirsa y su marido)

Tirsa: Buenas noches Gaby

Gaby: Buenas Doña Tirsa, Lencho (nerviosa)

Tirsa: Que la pasen bien (se van)

Alonso: ¿Pasa algo? Te noto algo nerviosa

Gaby: No, solo que ya se está haciendo un poco tarde ¿nos vamos?

Alonso: Gaby, ¿hay algún problema si te ven conmigo?

Gaby: No, ¿por qué lo dices?

Alonso: Porque ya te quieres ir

Gaby: No, yo lo decía por ti, porque como no avisaste en tu casa que ibas a salir, y yo no quiero tener problemas con tu familia o más bien con tu primo ¿nos vamos?

En Los Cascabeles, José Miguel estaba recostado en su cama recordando todo lo que le había dicho Teresa, Benita por su parte no se aguantó y le conto todo lo ocurrido a Isabel

Benita: Mi niño me ordeno que no dijera nada, pero yo no se lo puedo ocultar a usted, además ¿ya le vio el tamaño de la herida que tiene en la frente?

Isabel: Sí, ay José Miguel con su actitud se está ganando a pulso el odio de todos los empleados de la hacienda

Benita: Eso mismo digo yo

Isabel: Y nosotras que pensábamos que aquí íbamos a estar más tranquilas

Benita: Ay señora Isabel

Isabel: Pero cuantos problemas Benita, y para colmo Alonso que no aparece por ningún lado

Benita: A lo mejor se fue a dar una vuelta para conocer el pueblo

Isabel: San Pedro no esta tan cerca como para irse a pie

Benita: No se preocupe, que su hijo se sabe manejar muy bien (entra Iluminada a la sala)

Iluminada: Dispense seño Benita, pero la busca Teresa, dice que usted le dijo que se podía quedar aquí, cómo la ve

Benita: Yo se lo dije y punto, ¿dónde está?

Iluminada: Aquí fuera en el tras patio

Benita: Vamos a ver, con permiso señora Isabel (se van y Alonso llega)

Isabel: Alonso

Alonso: Hola mamá

Isabel: ¿De dónde vienes hijo?

Alonso: Fui al pueblo con una amiga

Isabel: ¿Con una amiga? Pero si tu no conoces a nadie en San Pedro de la Peñas

Alonso: Ya ves que si

Isabel: Alonso, te advierto, no quiero que empieces con tus tonterías

Alonso: Yo nada más estoy siguiendo tu consejo, o no eras tú la que quería que yo disfrutara mi estancia en Los Cascabeles, buenas noches estoy cansado y quiero dormir (se va)

Al siguiente día, en Los Cascabeles José Miguel se había quedado dormido debido a que no había pasado una buena noche.

Benita: José Miguel, ya despierta, te busca Rosendo, dice que tú le ordenaste que viniera por ti temprano.

José Miguel: (se levanta un poco, tocándose la herida de su frente) Auhh

Benita: ¿Te duele verdad?

José Miguel: ¿Qué hora es?

Benita: Van a dar las ocho, te dije que no estabas acostumbrado a pasar tanto tiempo a caballo, mírate, ahí tienes las consecuencias, casi ni te puedes mantener en pie.

José Miguel: Prepárame un café bien cargado, y dile a Rosendo que me espere.

Benita: Lo que ordene el dueño.

José Miguel: ¿El dueño?

Benita: Sí, según me enteré por acá todos te llaman así, el dueño, ah otra cosa, ya les di de desayunar a Teresa y sus niños.

José Miguel: Que bueno Benita hiciste muy bien (Benita se retira y él sale al balcón)

Rosendo: Buenos días patrón (José Miguel no dice nada sólo vuelve a su habitación)

San Pedro (tienda de abarrotes de Gaby)

Timo: Y a pesar de que solo lleva unas semanas aquí, se cuentan muchas historias del dueño de Los Cascabeles.

Gaby: ¿Cómo cuales Timo?

Timo: Como que es muy altanero y de mal genio, y anoche mando a quemar el jacal de uno de sus peones, y cómo creen que le apodan

Gaby: ¿Cómo?

Timo: El alacrán

Gaby: No creo que sea para tanto, finalmente es un hombre bastante atractivo, misterioso, pero lo atractivo no se lo quita nadie.

Timo: ¿Le gusta verdad?

Gaby: No te lo voy a negar, sí, me gusta, pero nada más que eso, yo estoy comprometida con Mauricio y lo tengo que respetar.

En Los Cascabeles Rosendo esperaba a José Miguel tal como él se lo había ordenado.


Rosendo: ¡Por lo visto hoy se le pegaron las sábanas patrón! (riendo)

José Miguel: Y a usted se le pegó el cerebro, es un verdadero inepto Rosendo.

Rosendo: ¡Nadie me habla así!

José Miguel: Yo le hablo como se merece, con qué derecho se atrevió a quemar la choza de Juan. ¡Explíquese Rosendo!

Rosendo: Lo único que hice fue asegurarme de que el abusivo de Juan se fuera como usted lo ordeno.

José Miguel: Pero yo nunca le ordene que quemara su vivienda, le advierto que, si algo así vuelve a suceder, yo mismo lo denuncio a la policía por abuso de autoridad. Ahora quiero que se le entregue a ese empleado su liquidación conforme a la ley.

Rosendo: Juan es un ladrón que no merece nada.

José Miguel: Yo soy el que decide eso, usted limítese a cumplir mis órdenes.

Rosendo: Como usted ordene y mande patrón.

José Miguel: Otra cosa, ¿Por qué no me dijo que el ganado se está metiendo a la hacienda Montesinos?

Rosendo: Son muchas cosas de las que se tiene que enterar usted patrón, y eso pues lleva su tiempo.

José Miguel: Es su obligación ponerme al tanto de todo a la brevedad, por lo pronto encárguese de que el ganado no vuelva a meterse en esa hacienda.

Rosendo: Ahí hay muy buenos pastizales, además de agua en abundancia.

José Miguel: Ya me oyó Rosendo, no pienso repetir la orden. Ahora ensille mi caballo.

Rosendo: Como usted ordene patrón (se retira).

En la casa de Sabino, él estaba cortando leña cuando Juan llegó.

Juan: ¡Buenos días Sabino!

Sabino: ¡Que tal Juan! Pásale, ¿Qué te trae por aquí?

Juan: Vengo a molestarlo, es que estoy desesperado, me corrieron de Los Cascabeles y no se para dónde jalar, usted sabe que tengo una familia que mantener.

Sabino: Sí, ya me enteré de lo que pasó con tu choza y lo siento mucho pero aquí no hay nada que ofrecerte.

Juan: Pero Sabino estoy con el agua hasta el cuello.

Sabino: Entiende Juan, sin el permiso de mis patrones yo no puedo hacer nada.

Juan: Se lo suplico, déjeme acomodar con mi familia, no más mientras encuentro empleo.

Sabino: ¿Dónde pasaron la noche?

Juan: Yo bajo un árbol, la Tere y los chamacos en la casa grande, el dueño los dejó quedarse ahí.

Sabino: Pero dicen que ese hombre es tan malo como un alacrán.

Juan: Ahora entiende porque me urge sacar a mi familia de Los Cascabeles.

Sabino: Pues me da mucha pena no poder recibirte con todo y tu familia, lo más que puedo ofrecerte es que te vengas tú solo para acá y a ver que dicen los patrones.

Juan: Muchas gracias Sabino, le prometo que si me contratan no voy a dar problemas.

Sabino: Ahí están otra vez esas malditas vacas.

Juan: Han de ser de Los Cascabeles, se deben haberse separado del resto del ganado.

Sabino: Pues ya me harté de verlas aquí todos los días, voy a ponerle remedio de una buena vez (toma la escopeta)

Juan: No, no haga eso, se va a meter en problemas con Rosendo.

Sabino: Yo se lo que hago (dispara)

Mientras Rosendo y José Miguel estaban en las plantaciones, Filadelfo les avisó que Sabino le estaba disparando a su ganado.

Filadelfo: ¡Rosendo!

Rosendo: ¿Qué pasa Filadelfo?

Filadelfo: El loco de Sabino les está disparando a las reses, a las que se metieron a la hacienda Montesinos.

Rosendo: Pobre de él si llega dispararle a una de ellas.

José Miguel: Pobre de usted, porque usted es el responsable, le acabó de decir que no quiero que el ganado se vaya para allá, a cuenta de qué usted ha permitido eso.

Filadelfo: ¡Pero sólo son unas cuantas vacas las que se desviaron para allá patrón!

José Miguel: Aunque fuera una sola Filadelfo, (se dirige a Rosendo) ya veo que usted no es tan eficiente como lo presume, yo mismo voy a arreglar ese problema de una vez por todas.

Rosendo: ¿Quiere que lo acompañe patrón?

José Miguel: ¡Por supuesto que no! (se va)

Rosendo: Pero patrón…

Filadelfo: ¿Qué crees que haga?

Rosendo: No sé, pero ese perfumado es capaz de todo…

Soy tu Dueño (Historia invertida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora