Me despierto y tengo una sensación parecida a cuando desperté mi último día de hospital. Noto su mano en mi muslo. Sonrío al darme cuenta de que yo tengo la mía en su pecho.
Abro los ojos y la veo. Está dormida, sonríe. Tiene el rimmel corrido, y no fue por llorar exactamente. A pesar de que estamos completamente desnudas, sudamos. En el vestidor hace una calor sofocante.
Me levanto con cuidado para no despertarla. Me duelen las cicatrices al apoyar los brazos en el suelo. Abro las puertas para que entre un poco de aire.
Me veo en el espejo que hay en frente y sonrío. Estoy desnuda y con el pelo lleno de nudos. El rimmel me llega hasta la barbilla y tengo pintalabios por toda la cara. Aun así, me siento la persona más afortunada del mundo.
Voy a la cocina y preparo dos Nesquicks. Cojo galletas y lo pongo todo en una bandeja. Lo llevo a mi habitación y lo dejo en el suelo, en frente del ventanal.
Voy al baño y me peino, no me gustan los nudos.
Cuando llego al vestidor veo que sigue dormida, y ya son las doce y media. Podría despertarla con un beso. Pero a nosotras no nos van las cursiladas. No puedo evitar sonreír cuando se me ocurre la mejor manera de darle los buenos días.
Me agacho delante de ella. Me aparto el pelo. Le separo las piernas con cuidado y...
Diana se ha ido hace unas horas. Vendrá esta noche y dormiremos juntas otra vez (esta vez en la cama). Tenía que ir a por ropa de cambio y a avisar a su madre.
Yo aprovecho para ducharme y ordenar la casa.
Cuando ya estoy tumbada en el sofá, cojo el móvil y veo un mensaje de alguien a quien no tengo agregado.
"Hola, necesito hablar contigo."
Cuando ya iba a escribir un 'te has equivocado', miro su foto de perfil.
Es Álex.