Querido Haru:
Hoy nos encontramos al amanecer y caminamos con el océano a nuestro lado como solíamos hacerlo antes. Caminamos hasta que lo sentimos suficiente, habíamos llegado al muelle y nos sentamos a contemplar el amanecer.
Con el sol tímidamente asomándose, tiñendo el cielo antes azul y oscuro, de naranjas y amarillos formando violetas en el camino, iluminando tu delicado rostro, mientras la suave brisa mecía gentilmente tus cabellos y el sonido de las olas que morían en la orilla acompañaba el espectáculo, decidí que era el momento de decirte todo, con el océano como testigo.
Y te lo dije. Te dije como te volviste mi horizonte, como siempre te busqué incluso cuando dejé de hacerlo, como sentí morir cuando no te tenía, como adoro todo de ti, tus negros cabellos, tu pálida piel, tus azules y profundos ojos en los que siempre me pierdo y el cómo, ahora que volviste, solo pienso en tenerte cerca y sostenerte para nunca más dejarte ir. Me dijiste que te sentías de la misma manera y no pudimos evitar sonreír mientras nos olvidábamos del mundo.
Este día nos unimos al infinito. No necesitamos una historia, no necesitamos el mundo real. Nos volvimos estrellas. Eramos la luz de lejanos desiertos. Se volvió claro, que tu eras el único para mí.
Con amor, Makoto.